¿Qué?

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Era la hora

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Era la hora.

Hacía días que no la veía. Hacía tiempo que no la sentía. Vivíamos en la misma casa, a seis pasos de mi habitación se encontraba ahora mismo, en la ducha.

No era ningún pervertido, ella quería.

¿Qué?

Para. Hermanos. Yo. Ella. Morena. Color. Hora. Padres. Ducha. Mal. Bien.

¿Qué?

Shhh la mente. El bien y el mal.

¿Qué?

Me acerqué lentamente a su habitación, sin hacer ruido, sin despertar su curiosidad. Yo solo quería amor. Me acerqué a su pequeño baño personal y abrí la puerta de éste sigilosamente.

No hacía nada malo.

La cámara en mi cuello colgada por una gorda cuerda que hice hacía años. No me gustaba sujetarla todo el tiempo.

Acerqué el objeto a mi cara, viendo si la posición en la que me encontraba era la correcta. Podía notar su inocencia.

El objetivo de la cámara se acercó, permitiéndome tener una mejor visión de mi hermana.

¿Qué?

Sonreí.

Doce fotos en diferentes maneras, posiciones, con la misma cámara, con la misma modelo.

Sonreí.

¿Qué?

Un ruido justo enfrente de mis ojos me hizo despertar de esa pequeña fantasía despierto que había tenido.

—Despierta. —Chasqueó mi madre los dedos justo enfrente de mis ojos.

—¿Qué? —Contesté con aturdimiento. Tenía un par de problemas ahora.

—¿Has escuchado lo que he dicho? —Preguntó mi madre aún sabiendo la respuesta. —No, ¿Verdad? —Puso sus manos en la cintura y movió el pie derecho.

—Lo siento. —Me disculpé para terminar cuanto antes la conversación y hacer lo que hacía minutos que quería hacer. —¿Qué quieres?

—Papá y yo vamos a salir. —Informó mientras se recolocaba el pendiente de la oreja derecha, siempre se recolocaba ese pendiente. En esa oreja.

—¿Y qué pasa?

—Pues que bueno... —Comenzó a explicar mi madre algo nerviosa. —Ya sabes...

—No, no sé. —Levanté los hombros sin entender de qué me hablaba. —¿Qué?

—Tu padre y yo vamos a estar fuera unos días y bueno... —Volvió a tocarse el pendiente nerviosa y justo en ese momento bajó mi padre por las escaleras. Se acercó a nosotros y rodeó su brazo izquierdo por la cintura de mi madre.

—Queremos que vigiles a tu hermana. —Terminó de explicar mi padre al ver que no le salían las palabras a la rubia.

—¿Vigilar? —Pregunté frunciendo el ceño. —¿Quién soy yo ahora? ¿El canguro? Soy más pequeño que ella.

—Pero eres más maduro... —Respondió mi madre hablando de repente en un tono más bajo. —Además... Ya sabes... Tu hermana no...

—¿No...? —Intenté que terminara la frase después de estar un rato esperando.

—Ya sabes... —Siguió diciendo mi madre moviendo las manos exageradamente justo enfrente de mi cara.

—Tu hermana no está bien. —Aclaró mi padre por fin.

—¡GERARD! —Gritó mi madre por la contestación del moreno.

—¿Qué? —Contestó mi padre rodando los ojos mientras la miraba. —Es una manera de explicarlo claramente. —Casi reí por la situación casi cómica que se encontraba enfrente mío.

—Bueno en fin que cuides a tu hermana. —Terminó mi madre, no sin antes dar un pequeño empujón de broma a mi padre. —Confiamos en tí.

—Ajá.

—¿Sabes a qué hora es...? —Preguntó mi madre pero yo respondí antes de que terminara.

—Sí.

—¿Seguro?

—A las 00:00, a las 8:00... —Paré de contar las horas que debía hacerlo y pensé la última hora. —A las 16:00.

—Está bien. —Se relajó mi madre. —Nos vamos. —Dijo mientras se dirigía a la puerta arrastrando una pequeña maleta con poca ropa.

—Te queremos. —Se despidió mi padre justo antes de cerrar la puerta detrás de su maleta.

—Adiós. —Dije cuando ya se habían ido. Deseando el momento.

Suspiré tranquilamente y sonoramente para después subir las escaleras que me dirigían a la planta alta.

Uno. Tres. Cuatro. Seis. Siete.

Siete escalones de la planta baja a arriba con los pies rectos y descalzos.

Fui contando los pasos hasta llegar a la habitación de Lena y entrar.

Ahora. No están. Lena. Yo. Hermanos. Hazlo. Ya. Corre. No debes. Mal.

¿Qué?

Un. Dos.

Dos toques con los nudillos de la mano izquierda.

—Lena.

—¿Qué? —Contestó cuando dije su nombre en un susurro. —¿Qué quieres? —Gritó desde la ducha.

—Lena.

—¿Qué? —Le estaba comenzando a molestar y lo sabía, se le notaba en la voz —¿Josh?

De repente abrí la puerta y ella paró el agua de la ducha. No sabía si debía hacerlo.

—¿Lena?

—¿Josh?

—¿Dónde están papá y mamá?—Preguntó extrañada, normalmente a esta hora estaban en casa.

—No están.

Senseless #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora