La Mision

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-Es hora de que vayas a la tierra y que cumplas la misión. -Dijo el hombre de blanco.

-Aun no estoy listo. Me quedan muchas cosas por aprender. -Respondió el joven con un poco de miedo.

-Ya estás listo. Sé que tienes miedo, pero todo irá bien.

El hombre de blanco empezó a caminar por un sendero, hacia un lugar incierto para el joven. Había llegado la hora en que el cumpliera la misión.

-¿La cosa esta empezara a penas llegue ahí?

-Habla con propiedad. ¿Como la cosa?

-Buena la misión esa, no entiendo porque tengo que ir yo, y no alguno de los otros chicos.

-Porque si, así son las cosas, las tenés que aceptar. -Le respondió enojado. -Va a pasar un tiempo hasta que puedas empezar.

-¿Cuánto tiempo?

-16 años.

-¿Como que 16? -Preguntó el joven histérico.

-Esto no es nada fácil, tu misión comienza cuando cumples la edad que tenias en este sitio.

-¿Mi misión es un hombre o una mujer? -Pregunto acomodándose el jopo.

-Eso es algo complicado.

-¿Como que complicado? ¿Acaso no saben que tiene ahí abajo? -Rio mostrando su perfecta sonrisa. -No era que ustedes lo sabían todo.

-Lo sabemos todos, pero tu misión no es algo fácil.

-¿Y porque a mí me tocan las cosas complicada?

-Es el destino.

-¿Destino? -Rio más fuerte. -Sabemos que eso no existe, que todo está escrito en ese libro que ustedes tanto esconden.

-El libro del erudito, no te lo puedo explicar.

Ambos entraron en una oficina, el hombre firmó varios papeles, pero no alcanzo a leer lo que estos decían. Pasaron a la sala de espera de la sala de extracción y ocultamiento. Eso al joven le daba mucho miedo ya que era donde todos entraban y nunca nadie salía. Habían muchas personas ahí. Como esperarían un buen rato, decidió seguirle haciendo preguntas a su maestro.

-¿Como sabré que esa persona es mi misión?

-Al principio no lo sabrás.

-¿Y cómo la encontrare entonces? -Mirando confundido.

-Te explicare, estas a cargo de muchas personas, tu no sabrás de ellas hasta pasado los 16 años. En ese instante tu vida hará un giro de 180 grados. Tus misiones te encontraran a ti. Ellos sabrán de ti.

-¿Y cómo sabré que son ellas? -Pregunto aun mas confundido.

-Solo lo sabrás.

-¿Pero cómo? -Dijo a los gritos.

-Calma, ellos te lo harán saber. Ellos te dirán que les salvaste la vida, especialmente ellas. Te lo agradecerán día a día y te lo demostraran de mil formas. Ellos pensaran que no lo sabes o que no te importa mucho, pero tú le harás saber que estas ahí junto a ellos a pesar de los kilómetros.

-¿Kilómetros? ¿Ellos vivirán lejos?

-Algunos si, otros no tanto. Pero tú harás lo posible para llegar a ellos.

-¿Y si no puedo salvarles la vida? ¿Qué pasa si les fallo? -Ya preocupado.

-Los humanos fallan muy seguido, tu también lo puedes hacer, si te equivocas, descuida, ellos te perdonaran.

-No quiero fallarles. -Aparto la mirada del hombre y fijo su vista en el suelo.

-No temas, tendrás personas que te ayudaran a seguir el camino, a que nunca bajes los brazos y sigas por ellos.

El hombre le agarro la mano a su aprendiz y lo levanto, era hora de entrar a la sala de extracción y ocultamiento. Habían varias personas ahí, algunas conocidas para el joven y otras, no tanto.

-¿Estás listo? -Pregunto una mujer de mediana edad.

-Eso creo. -El joven miro a su maestro y este le levanto el pulgar. -Sí, estoy listo.

Muchas personas le habían contado de ese momento, le extraerían ese algo que los caracterizaba. Había llegado el momento en el que le sacarían sus alas. Eso no le gustaba, pero sabía que era por una buena causa.

El joven vio como las personas de la sala hacían varios gestos y echaban varias sustancias en sus alas blancas. Nada raro.

-Listo. -Dijo un hombre.

-¿Mis alas siguen aquí? ¿Qué pasa? -Preguntó el joven confundido.

La mujer rio.-¿Que pensabas que te haríamos?

-Que las sacarían.

-Tú siempre las veras porque son tuyas, lo único que hicimos fue ocultarlas para que los mortales no la vean. -Respondió la mujer.

-Ah creí que... no nada.

-Es hora de partir -Dijo el maestro. -Capaz que no te acuerdes nada de aquí, es común.

-Está bien. -Hizo una mueca.- Una última pregunta.

-Sí, ¿cuál?

-¿Que nombre tendré ahí abajo?

-El mismo que aquí Julian.

-Que bueno, me gusta mi nombre.

-¿Algo más?

Julian negó con su cabeza, y en un abrir y cerrar de ojos desapareció de la habitación.

La Misión-Julian SerranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora