Primera Parte
"No se puede conversar con los anarquistas, tienen tanta razón que molestan."
La Protesta, Buenos Aires, 1987
MARC Y EL POLICIA
-¿Cómo se llama?
-¿Usted es policía o algo así?
-Algo así.
-Y, dígame, "Algo así", ¿usted cree que decirle mi nombre me dará una razón para vivir?
-. Las preguntas las hago yo.
-¡Guau!, igual que en las series de televisión, oficial.
-No soy un oficial. Dígame cómo se llama
-Marc. Para los amigos: La Sucia Rata.
-¿Por qué quiso arrojarse bajo las ruedas de ese tren en marcha?
-Si hubiese intentado arrojarme bajo las ruedas de un tren detenido, mi caso seria mucho más grave, oficial.
-No me llame oficial y responda lo que le pregunta ¿Por qué quiso tirarse bajo un tren?
-Porque quería vivir una experiencia nueva.
-Una experiencia suicida.
-Su sagacidad me impresiona.
-Vea, Marc, usted le ha provocado a los ferrocarriles del estado un gran trastorno.
-Confiaba en que sería el último, oficial.
LOS PRO Y LOS CONTRA DE HACER DEDO
Humean montañas de basura a ambos lados de la carretera. Seres andrajosos suben y bajan por ellas. Un adolescente, recostado sobre una pila de cartones y trapos, lee.
Ha encontrado un libro y lo lee con dificultad, pero hechizado.
Para él ha desaparecido el basural, sus manos heladas y sucias pasan las hojas del libro.
El adolescente ha terminado de leer su libro. Se encienden estrellas sobre la basura. Es la primera vez que lee un libro desde el comienzo hasta el final. Es la primera vez que descubre que alguien que no lo conoce y a quien nunca vio, sabe exactamente lo que le pasa y lo que piensa. Aprieta el libro. Llora. O casi. Acaba de comprender que no está solo en el universo. Hay alguien que lo entiende y se lo ha contado por medio de un libro. Vuelve a la primera página, a la primera frase. Se repite a sí mismo el nombre del autor. Es un escritor de otro país, de Alemania.
A la mañana siguiente le dice a su maestra que ha leído un libro de un escritor alemán y que durante la noche le ha escrito una carta, pero que no sabe a dónde tiene que enviarla para que le llegue. La maestra le pregunta como se llama ése escritor. Y él responde que en ese momento no lo recuerda. Entonces le pregunta por el título del libro. El responde que lo tiene en la punta de la lengua pero que no le sale. Ella le pregunta cómo puede ser que le haya impresionado tanto un libro, que hasta lo ha impulsado a escribir una carta y que no retenga el título ni el nombre del autor. El adolescente se queda en silencio. No quiere revelar esos datos por vergüenza. La maestra podría conseguir el mismo libro y sería como si lo espiase a él por dentro. Ella le dice varias cosas. El sólo repara en una; embajada de Alemania.
Se ha aplastado el pelo con agua jabonosa. Trata de no pisar charcos para no manchar las alfombras que imagina detrás de la palabra embajada. Lleva mal abrochado el cuello de la camisa.
Hace dedo. Se detiene un Renault color mostaza.
El chico de la basura sonríe. Agradece. Sube al coche. Agradece. En su mano izquierda palpita una página de cuaderno doblada, sin sobre.