El inicio

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Era un día como cualquier otro en el bachillerato del norte "Pensamiento científico" —lo se un nombre muy pretencioso para una escuela pero ese no es el punto–.

En una escuela lo suficientemente grande como para tener gimnasio con vestidores, una biblioteca de tres pisos, cafetería, salón audio visual, áreas de descanso, para que los alumnos puedan descansar y librarse un poco del regaño de los prefectos cuando hacen ruido, ubicados a los alrededores de lo que se supone son las aulas, cuatro edificios colosales de tres pisos cada uno.

En fin no estoy aquí para contar la maravillosa arquitectura de esta escuela, ni sus instalaciones o para platicar a detalle de la vida de todos los estudiantes que se encuentran en ella; salvo la de unos cuantos, aquellos que dieron un giro completamente a su estilo de vida, los valientes y en algunos casos los desesperados que debieron hacer cosas que no pensaron que serían capaz de hacer, como esos dos chicos que están saliendo del salón de química, pero ¡hey! me estoy adelantando demasiado, primero escuchemos de que tanto hablan.

—Amigo, te lo digo en serio— decía el chico con facha de metalero, cuya mochila no lleva más que un cuaderno y dos plumas rotas y mordidas —Te imaginas que la gente fuera de tu calle nos conozca ¡sería genial!— puso sus manos alrededor de su boca —Con ustedes la mejor banda local y pronto la mejor del mundo "Vampire Rockers"— agitaba los puños enérgicamente animando a su amigo claramente más alto pero menos entusiasmado que él.

—Viejo, realmente estas loco— decía el muchacho a su lado, él es nada más y nada menos que Dylan Stevens, okay si el nombre super extranjero no era suficiente este galán de sonrisa perfecta, ojos claros –no es que fueran azules, pero eran color miel, digo por si querían saber– dejaba a más de una chica de primero y hasta último semestre babeando por él.

Ambos chicos se dirigían a la clase de historia universal, pero como tenían que ver un documental de la guerra fría fueron a la sala de audio visual, cosa que aunque no les gustara mucho tenían que hacer si querían aprobar la materia.

No habían pasado ni 20 minutos del documental y Fabián ya se había quedado dormido, Dylan quiso despertarlo antes de que comenzará a roncar; no es que le importará mucho la clase o el trabajo que tenían que hacer, pero si el profesor los sacaba del salón sin haberles pasado lista, lo lamentaría mucho.

—Hey Fabián despierta— le dio un golpe con el índice y el dedo medio en la frente, su amigo solo dio un salto asustado pensando que pasaban lista.

—¡Presente!— dijo adormilado, todos voltearon entre la penumbra hacia donde provenía el sonido, incluido el profesor quien al parecer también se había quedado dormido, dejo caer las manos al escritorio y se puso de pie.

Prendió la luz, dejando temporalmente cegado y con dolor de cabeza a más de uno.

—Bueno jóvenes creo que me he extendido de más— se acomodo los lentes para poder ver las cosas más allá de su nariz —Creo que ha sido suficiente por hoy, paso lista y se pueden ir— aunque ya era un profesor bastante viejo y a veces si se le iba el tren de las ideas, si que dejo con la intriga a unos cuantos chicos, más a los que se sentaban al principio del salón, casi pegados a la pantalla; tener miopía no es tan cool y original como algunos creen, sobretodo si eres como Santiago, un muchacho que sin lentes tiene la misma capacidad visual que un topo a plena luz solar.

—Es muy raro que el profe Ramiro no dejara salir antes ¿no creen?— decía Ismael a su grupo de amigos en voz baja —No creo que sepa ni que hora es— decía guardando su libro y cuaderno en la mochila.

Rock and RollerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora