Parte única.

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Era una fría noche, las calles se encontraban vacías y en el ambiente ni siquiera se sentía vida pero en su habitación y con los ojos fuertemente cerrados se encontraba Moon Taeil, quien aseguraba haber escuchado pasos en su casa, no eran cualquier tipo de pasos sino firmes y pesados, con cada paso sentía como su alma pedía a gritos escapar de su cuerpo y pensaba aceptarlo pero no quería ser tan, descaradamente, gallina.

No sería un gran problema para él si su apartamento con alguien compartiera pero era tan terco que se independizó a una temprana edad, ignorando las desventajas que eso le podría traer a su tan asustadizo ser.

¡Pero eso no importaba! Aunque dentro de sus cobijas se escondiera, enfrentaría a la fuerza maligna que acechaba en su casa, con toda la valentía que él mismo proclamaba tener.

Y fue en aquel momento, cuando sintió suaves pasos acercarse a su habitación, que su corazón decidió como tonto palpitar a todo fuerza y todo volumen. Y no podía controlarse porque cuando la puerta se abrió, sintió casi desmayarse,
y claro... casi miccionar en sus pijamas favoritas.

Sintió la tibia presencia de alguien o algo que no fue fácil para él reconocer porque, después de todo, preferiría guardar la sorpresa de un ataque al corazón.

"Sé que dormido no estás. Y sé que asustado sí estás... Pero no tengas miedo, yo sólo quiero algo de mi amor ofrecerte..."
La voz de un adolescente resonó con un eco.
Tal vez, detrás o encima suyo, como fuera, cerca de él se encontraba.
Y la idea de que un fantasma en su apartamento se encontraba desapareció.
¿Sería un fantasma capaz de hablarle y sonar tan, claramente, como un humano?
Pero, una de sus más grandes preguntas...
¿Por qué un niño estaba en su casa y quería darle algo de su amor?

Seguido de un gran suspiro y fuertes sacudidas de cabeza, decidió las cobijas de su rostro apartar, abrir sus ojos y para su mala suerte encontrar absolutamente nada en lo oscuro de su habitación.
Una risilla resonó en todo el lugar, invadiendo sus oídos y erizando su piel.
Su respiración aumentó notoriamente.

"No te preocupes, Moon Taeil. Yo sólo quiero acercarme a ti, hacerte feliz y hacerme feliz."

Dicho esto, un peso a su lado sintió, y seguía sin saber cómo reaccionar, pues después de todo, aquel loquesea sabía su nombre y al parecer lo conocía. Pero él era incapaz de reconocer alguna característica de su voz entre tanta confusión y aflicción.

Unas suaves manos sus caderas rodearon, atraiéndolo a la fuerza invisible que, al parecer, parecía ser alguien bueno y que su corazón logró hacer agitar.

"Ya me conoces. No ha pasado tanto tiempo. Hace tres meses tus ojos de mi no podías apartar. ¿Lo recuerdas? Aunque ahora contigo no puedo estar, quería visitarte y algo de mi amor dar porque, después de todo, creo que fuiste a la última persona que pude amar."

Y recordó. Su rostro redondo, sus hermosos ojos, sus preciosos labios y todo aquello que no podía olvidar ni siquiera en sus más profundos sueños.
Cada parte de aquel niño recordó. Cada parte que amó y que ni siquiera pudo tocar porque, tristemente, y al parecer, cosa de la vida, se lo llevó lejos de la tierra, lejos del dolor que le fue producido en su estadía en la tan dura vida.

Y sonrió, ya sin sentir miedo u algún tipo de malestar, ahora sólo su corazón pudo escuchar pero no por el miedo sino por recordar el cómo se conocieron, no en las mejores situaciones, pero sí en el mejor momento para el estado emocional de ambos.

Se dejó abrazar porque nada podía él hacer. Por más que quisiera, no lo podía ver,
y allí una lágrima dejó resbalar por su mejilla, cerrando sus ojos y disfrutando el momento que recordaría como un sueño.
El mejor sueño que había tenido nunca en meses desde su meláncolica pérdida.

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don't be afraid || taehyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora