Barcelona te quiere.

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Me he preguntado si alguien de verdad me ha querido con todo el amor que le puede caber en el cuerpo. Si alguien ha sentido que he sido el amor de su vida. Sólo para sentirme un poco especial y no otro pañuelo de lágrimas.

No quiero ser un secreto, no quiero ser una segunda opción. No quiero huir de mis inseguridades. No quiero estar ahí siempre para todos. No quiero ser siempre la que da sin recibir. No quiero seguir aceptando las disculpas para que vuelvan a abrir la herida. No quiero quedarme en casa esperando. Quiero estrellas, quiero incendios, quiero pláticas sobre el universo, quiero un café a cambio de una servilleta con lápiz labial. Quiero un dulce de menta después de una sonrisa estúpida por una pregunta aún más estúpida. Quiero salir y reír, quiero reírme tan fuerte que rompa el sistema solar. Quiero algo completo, algo íntegro, no algo a medias, no algo efímero. Quiero conservarme en pensamientos, quiero sonar en las canciones.

Estábamos con nuestros amigos acostados sobre el pasto de algún parque. Mi ropa olía a lo que huelen los días de lluvia, tus dedos acariciaban las flores sin lastimarlas y si no apartaba la vista me sentiría ofendida y llena de cicatrices. Quiero ser bonita como las flores o un día de lluvia, no como las estrellas y los mares, sin esa agresividad que los caracteriza. Quiero ser bonita como un poema y feliz como una niña que no sabe lo que tiene porque así nunca lo podrá perder. Pero las flores están marchitas y lo único que tengo son ilusiones y cigarros. Y la lluvia me azota como adoran a el cielo, pura, mintiendo, profanada.

– Te ví en Diciembre – dijiste serio.

Recordé haberte visto viendome entre las luces de colores. Tal vez demasiado intoxicada como para acercarme a saludar. Pero sé que sonreiste, de lado. Lo sé de la manera en la que sé que ese día se perdió entre mis recuerdos en un intento desesperado por nublar el dolor. Hablamos de bandas de los 80's y te conté acerca de la chica que amo y me hiciste prometer que no volvería a fumar como si otros jamás lo hubieran intentado.

– Déjate ver más seguido – me dijiste antes de irte.

La ciudad dejó de tener sentido. Había comenzado a llover y tuve que subir al auto con el pecho lleno de preguntas y mis dedos ansiosos por sostener un cigarro entre ellos.
Siento las olas romper contra mi piel, siento que se me desbordan los recuerdos por mis ojos pero la lluvia se los llevará.
Siento que no debería estar sintiendo.



Sígueme, perseide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora