Capítulo 33.

24K 1.9K 93
                                    


No hay mejor cura que el amor, no hay mejor aliada que la esperanza y no hay mejor espera que esa que se hace en Dios

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No hay mejor cura que el amor, no hay mejor aliada que la esperanza y no hay mejor espera que esa que se hace en Dios.

Los seres humanos pasan gran parte de su vida buscando las respuestas a la razón de la infelicidad, sin darse cuenta la única manera de encontrar una felicidad plena es amando, reconociendo que es la parte más difícil de cada uno, pero la única que puede acabar con todo lo demás.

Los propósitos de Dios son perfectos. Cada persona es un mundo y cada mundo tiene un propósito en la Tierra. Nada pasa por casualidad, todo tiene su razón de ser. En el momento es difícil entender por qué ocurren las cosas, pero luego de un tiempo, cuando cada parte de ti ha sanado, logras descifrar el código. No se trata de religión, porque Él no es una religión, es un estilo de vida.

No significa que no se presentaran obstáculos, en realidad el camino se pondrá mucho más difícil, pero al final valdrá la pena. Samantha Brown y Braxton Abbruzzi lo entendieron. Pasaron toda su vida por momentos difíciles, unos más quebrantadores que otros, pero ahora se tenían el uno al otro. En especial, cada uno había encontrado su propósito y sobre todo, aprendían a diario a amar.

Pasaron meses desde que su relación comenzó. Al principio fue como un golpe de estado para ambos, lleno de sentimientos y luchas internas guardadas por demasiado tiempo en cada uno. Luego se tornó FUERTE. La relación que comenzó como algo tierno, lleno de besos y abrazos, se convirtió en una ayuda mutua para hacer muchos sueños realidad. Lo que comenzó como compañerismo ahora era amor, y sobretodo, respeto.

¿Fácil? No. Fue bastante difícil encontrar un balance entre sus ahora vidas agitadas, pero lo lograron. Y así entendieron la clave de todo: AMAR, incluso en los momentos más difíciles de su relación, en especial cuando su hijo pequeño los sacaba de quicio mientras sus hijos mayores no se encontraban.

—Sam, ¿has visto los papeles que traje de la empresa para trabajar en casa? —preguntó el chico, saliendo del estudio mientras iba a la búsqueda de su novia. Aunque Samantha no vivía con ellos, la mayor parte del tiempo la pasaba en casa. Su lugar era actualmente el hotel turista para dormir, y eso no le molestaba para nada a los Abbruzzi.

—Sobre la mesa del comedor, los dejaste ahí en la mañana —respondió la chica mientras salía de la habitación que habían amoblado para ella y los chicos para que pintaran en sus tiempos libres. Principalmente se debía a que los pequeños lo usaban como terapia para cuando se encontraban rabiosos. Fue una idea de Johanna que funcionaba a la perfección.

La chica salió con el cabello desordenado y un overol de jean lleno de pintura. Ella misma se encontraba toda llena de pintura, era su habitat natural. Siempre que Braxton la veía de esa manera no podía evitar correr a besarla, pues lucía demasiado tierna. Llevaba los pinceles en mano mientras comenzaba a caminar hasta su novio para ayudarle a buscar los papeles, lo cuales no se encontraban allí.— Bien, no están aquí. Juro que los vi ahí, amor. ¿Y si los llevaste al estudio?

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora