The Letter

251 42 10
                                    

Habían discutido.

Por una tontería, o por algo grave, la verdad es que ya ni recordaba el motivo. Pero se habían gritado, habían intercambiado miradas llenas de reproche y de rencor. Nunca de odio. No de odio al completo, porque ninguno de los dos se atrevía a lanzar ese tipo de mirada al otro. Pero recordaba exactamente las palabras y los medio-insultos que le había dicho. Él sabía que no se había quedado corto a la hora de dejar fluir su lengua. Porque se conocían. Llevaban demasiado tiempo juntos. Demasiado. Y desgraciadamente sabían en qué herida hundir el dedo. Sabían qué era exactamente lo que tenían que decirse, lo que gritarse o lo que debían solo dejar entrever para hacerle un profundo daño al otro.

No era sorprendente, de hecho, ya estaba acostumbrado.

Tal vez, ese era el problema. Que las peleas ya se habían vuelto una rutina en su día a día. Y no sabía que era peor, cuando miraba a su alrededor en el camerino vacío, o cuando veía como la gente desaparecía del pasillo cuando detectaban que ellos estaban enzarzados en una acalorada discusión, cuando sus compañeros intercambiaban suspiros resignados, no sabía si era peor que las discusiones estuvieran dentro de su rutina, o dentro de la rutina de todos.

- Creo que deberíamos romper.

Sintió que la sala del vestuario se heló. Realmente pudo sentir como la temperatura baja varios grados, a pesar de haber sido él mismo el que había dejado escapar la frase.

- ¿Me vas a dejar?

Era el tono de voz, entre el reproche y el dolor, lo que le afectaba tanto. Porque tiraba más hacia el reproche.

Lo había estado pensando mucho tiempo, lo había consultado con mucha gente. Gente cercana y gente no tan cercana, solo porque quería saber varias opiniones desde diferentes puntos de vista. Y cuando preguntaba y todos le decían los mismo - 'Deberíais dejarlo' '¿Por qué no os dais un tiempo por separado? 'Pasáis demasiado tiempo juntos'- él no sabía si sentirse aliviado por llegar a la misma conclusión que toda la gente, o sentirse desilusionado, porque, ha pesar de todo, le amaba y una parte de él no quería dejarle.

- Es lo mejor.

- ¿Lo mejor para quién?

- Para los dos.

Levantó la mirada, solo para saber cómo era su expresión. Tenía el ceño fruncido, los labios apretados y el cabello que tanto se había esforzado en arreglar los peluqueros ahora estaba totalmente despeinado. Le miraba con fijación. Y no supo en qué momento exacto, o qué fue realmente lo que le dio la señal, de que Minho estaba reprimiendo el llanto. Tal vez eran sus ojos demasiado brillantes. Aún así, a pesar de la tensión y el desasosiego de la situación, no pudo evitar sorprenderse, porque normalmente Minho no lloraba. Nunca. En ninguna de sus discusiones había derramado ni una sola lágrima, mientras él no había parado de sollozar en cada una de ellas. Y era sorprendente que, justo en esa ocasión, Minho estuviera a punto de llorar mientras él sentía sus ojos completamente secos.

- ¿Es lo que realmente quieres?

Esta vez, la pregunta le afectó más, porque el tono tiraba más hacia el dolor.

Apartó los ojos de él, mirando como la ropa estaba desperdigada en sillas y sobre la mesa. Como incluso el teléfono de Taemin estaba olvidado en una de las sillas por lo rápido que había salido de la sala cuando la discusión empezó a brotar entre los dos. Recordó todas las palabras hirientes que se habían dicho en los últimos meses, toda la tensión que habían acumulado y la que habían contagiado a los demás. Recordó que había llegado a un punto en que ya no le aparecía ir a trabajar, ya no le hacía ilusión subirse a un escenario porque siempre terminaba en tragedia. Todas las noches en vela, todo el temor de me va a dejar, el alivio de la reconciliación que cada vez duraba menos. Recordó los celos, los granos de arena que de repente se convertían en montañas, las discusiones tontas que siempre terminaban en llanto.

The Letter [JongHo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora