El Camino Nevado

601 12 9
                                    

La madre tiraba de su hija a través del camino nevado. Los árboles, que en su día habían sido verdes y frondosos, se presentaban como seres amenazadores, mostrando sus garras y arrugas a su paso.

“Es como en los cuentos”, pensaba la niña, recordando  los que le leía su madre cada noche antes de dormir. Nunca conseguía quedarse despierta hasta el final. Completaba las historias en su mente mientras dormía, convirtiéndose en la protagonista o ayudando a la dulce princesa de la historia a deshacerse del malvado dragón, la terrible madrastra o el maldito hechizo que le hacía perder toda su belleza.

- ¿Quieres ir más deprisa? Así nunca llegaremos -dijo su madre tirando más fuerte de ella. La niña intentó mantener el ritmo de la madre pero sus cortas piernas, junto con el cansancio de haberse levantado temprano aquella mañana, hacían que no pudiera caminar tan rápido como ella lo hacía.

- Mamá, por favor, vayamos un poco más lento -suplicó la hija.

- Ahora no podemos, tenemos que darnos prisa y alejarnos de aquí lo antes posible - respondió la madre, repitiendo las mismas palabras que había dicho justo antes de salir de casa.

La noche anterior, mientras su madre le leía el mismo cuento de todas las noches, oyeron un ruido extraño. Venía del exterior. En un principio pensaron que se trataría de su padre, ya que había marchado a la ciudad aquel mismo día para comprar unas medicinas y algo de comer. Había telefoneado avisando que tardaría en llegar. El temporal había empeorado y algunas carreteras estaban bloqueadas.

Y sin embargo, aun sabiendo que esa noche no estaría él en casa, al oír aquel ruido ambas pensaron que se trataba de él. Su valiente padre y audaz marido que por estar junto a sus dos mujeres favoritas arriesgaba su vida en mitad de la noche. Ese fue el primer pensamiento al escuchar el ruido, pero pronto comprendieron que no podía ser él. Aquél no era un sonido normal.

- ¿Falta mucho para llegar? -preguntó la hija mientras seguían caminando por la nieve.

- Sí. No podemos detenernos -respondió la madre. Sus pensamientos se centraban en alejarse de allí lo antes posible, en lo que había sucedido aquella madrugada.

- ¿Dónde iba a esperarnos papá? -era la tercera vez que lo preguntaba, pero daba igual. Tenía tantas ganas de volver a ver a su padre que no podía parar de preguntarlo.

- En la estación de tren de la ciudad hija, y ahora camina más rápido si quieres verle pronto.

La niña aceleró sus pasos a través de la nieve. La madre sonrió pensando que por fin le hacía caso. Miró hacia atrás y pudo ver el camino, sus huellas en la nieve. Llevaban andando casi una hora y les faltaban dos horas más para llegar a la ciudad. No habían desayunado y sentía sus piernas flaquear. Miró a su hija y se preguntó de dónde sacan esa energía los niños pequeños. Era como si sus nutrientes no fueran los mismos que los de los adultos, como si se alimentaran de sueños, ilusiones y esperanzas. Con sólo mencionar que pronto vería a su padre recobraba las fuerzas. Aunque claro... ella no sabe qué están dejando atrás.

Si su marido no se hubiera llevado el coche todo habría sido más fácil, pero nunca pensaron que el temporal empeorase y se quedasen en mitad de la nieve sin un coche con el que ir a la ciudad.

Aquella noche, después del maldito ruido, la hija se emocionó tanto o más que la madre.

¿Será papá? -preguntó ella. La madre se quedó muda, atenta, esperando volver a escuchar algo, pero nada se oyó. Tan sólo sonaba el golpear del viento contra las ventanas, las ramas crujiendo a lo lejos, la nieve cayendo sobre el tejado.

-¿Mamá?

- No, debe ser algún animal -dijo la madre volviéndose hacia ella y echando un vistazo al libro de cuentos buscando el lugar por el que se habían quedado.

El Camino NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora