Parte 1 Sin Título

14 1 0
                                    


Recuerdo que dolía, mirarla dolía de una forma que me cuesta describir, pero también amaba hacer eso, amaba mirarla mientras se perdía en su mundo. Cuando podía pasar más de diez minutos seguidos hablando de un libro o estudiando para algún examen, amaba mirarla cuando se abstraía en las cosas que le gustaban aunque yo las encontrara extrañas, hasta macabras me atreverá a decir, pero ella las amaba y por consecuencia yo también.

Pero dolía, dolía horriblemente cada vez que me perdía en su sonrisa, en esa pequeña curva que se inclinaba más hacia un lado en sus labios cuando trataba de disimular su diversión. Dolía cada vez que me perdía mirando sus ojos y tratando de decidir si eran verde claro o celeste. Era algo hermoso y terrible a la vez, como cuando miras un incendio forestal y te pierdes en la belleza mortal de las llamas consumiéndolo todo a su paso.

Y no porque ella fuera peligrosa o cruel, es más, me atrevería a decir que no sabia como ser cruel, demasiada mierda en su vida y su familia como para querer serlo; era horrible porque yo siempre era su primera opción, si ella tenía algún problema en su casa, había peleado con su pareja o solamente quería hablar con alguien, siempre llegaba a mi casa.

Claro que llegaba a mi casa, y yo tenía que estar ahí, como se supone que debía estar, escuchándola, aconsejándola. La primera vez que sufrió por amor, ahí estaba yo, reprimiendo mis ganas de matar al tipo y junto a ella, comiendo helado de chocolate.

Cuándo quiso hacerse su primer piercing, me pidió que la acompañará a escogerlo, pues siempre recurría a mi cuando no sabía que hacerse, ya fuera cortes de pelo, tinturas o ropa, esa vez no fue la excepción, ese día supe que mi tortura podía empeorar, cada vez que veía esa argolla pasear sobre su labio, cada vez que yo quería tenerla entre mis dientes, juro que esa jodida argolla me llamaba.

Con el tiempo solo empeoro, su cuerpo comenzó a crecer a desarrollarse, la gente comenzó a mirarla, a ponerle más atención y yo no podía hacer nada.

Su primer tatuaje fue el limite de mi suplicio, un hermoso y provocador árbol de cerezo que bajaba por su vientre a su pierna, y a ella le encantaba modelarlo, alegaba que había sufrido mucho por él por lo cual tenía derecho a mostrarlo, con sus shorts, faldas y top; el mayor problema era cuando estábamos en casa, como solo eramos ella y yo no tenía ningún problema en pasearse solo en bragas, yo no me quejaba porque joder, amaba ese tatuaje, ese y todos los que le siguieron.

Pero dolía, por sobre todo esto dolía que a pesar de todo, de que crecimos y vivimos juntas nunca me verá como nada más allá de lo que soy, de lo que represento para ella.

PORQUE YO SOY SU MEJOR AMIGA.

DolíaWhere stories live. Discover now