Hasta que la muerte nos separe I

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Había una vez...

En una desolada calle de Italia, un joven de heterocromática mirada y cabello azulino (conocido por todos gracias a su característico peinado frutal)... Se encontraba encorvado y mirando con curiosidad un cuerpo inconsciente.

Mukuro, como era conocido por sus más allegados y los que no tanto, había estado momentos antes rondando la ciudad en busca de cierto conocido de mal temperamento cuando frente a él se había presentado tan bizarra escena.

Un joven quizás uno o dos años menor, castaño y de ojos color avellana le había estado observando con fijeza momentos antes de desplomarse.

Venga, sabía que era guapo, ¿pero tanto así?

Al paso que iba, pronto se lo llevarían para investigar el por qué había nacido tan perfecto.

—¿Lo mataste? —ignoró la molesta voz a su lado y siguió mirando al inconsciente—. Supongo que no lo hiciste, entonces... ¿Lo llevamos con Shamal?

—Piérdete.

—Claro, cogelo tú.

Rokudo miró mal a Bovino, pero suspiró y cargó al desconocido para llevarlo con el doctor de la familia del moreno.

Si ese chico se había desmayado debido a su guapura, tenía hacerse responsable.

Es así como, con el castaño en brazos de Mukuro, los tres partieron rumbo a la mansión de Lambo.

Una vez allí se dirigieron al ala médica y dejaron al desconocido con Shamal para después irse al comedor a esperar la llegada del tercero de aquel grupo de amigos.

—¿Crees que Reborn esté enterado de algo?

Le miró incrédulo, Lambo era tonto.

—Ese idiota lo sabe todo —rodó los ojos—. No entiendo cómo es que lo hace, pero parece estar en todos lados.

Una risa siniestra se escuchó y suspiraron al reconocerlo, el tercero de ellos salió del suelo en una plataforma, los padres del de ojos verdes iban a matarlo.

—Me conoces bien, insecto —sonrió sentándose entre ellos—. Sin embargo, realmente no tengo idea de quién es ese chico.

Los otros se miraron horrorizados y se levantaron sin importarles en lo absoluto tirar las sillas, señalaron al recién llegado.

—¡¿Quién eres y qué hiciste con Reborn?!

El aludido rodó los ojos molesto, ¿por qué sus padres le hacían pasar tiempo con ese par? Sus neuronas morían a cada segundo que pasaba.

—Como sea —bufo y miró interesado al otro azabache, Lambo se sonrojó—. ¿Cómo van los negocios, vaca estúpida? El tonto de Kawahira no deja de decir que tu compañía caerá en bancarrota.

—Los asuntos de la empresa van excelentes, gracias por tu preocupación —sonrió—. Además, hazme el favor de decirle a tu hermano que no va a quebrar mi negocio.

—¿Sigues discutiendo eso? —suspiró Mukuro—. Hablando seriamente no tienen un negocio real, ninguno de los dos... Ya saben, con eso de...

Relatos de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora