Capítulo 8 -De vuelta a casa

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NARRA SABRINA

Me desperté en lo que parecía el maletero de un coche. Tenía las muñecas y los tobillos atados, empecé hacer fuerza con los brazos para intentar soltarme, pero lo único que conseguía era hacerme daño así que paré.
Me di cuenta que no tenía miedo, pero estaba llorando y el problema es que no sabía porque.

De repente noté que el vehículo había parado, seguidamente escuché las puertas cerrarse. Abrieron la puerta del paletero, el sol me cegó y me mareé. Un chico moreno que iba en chándal me sacó de ahí mientras los otros dos esperaban. Faltaba el rubio de la ropa de cuero que no estaba con ellos, y estoy segura que no subió al auto.

–Deja, ya la llevo yo–. Dijo uno de los chicos con el pelo negro y rizado, llevaba unos pantalones de cuero y una camiseta azul de manga corta. Me cogió de la cintura y me subió a su hombro.

–Ok–. Juntó las manos haciendo ruido, pegó palma con palma y entrelaza los dedos excepto los índices, que los deja rectos y señala hacia un lugar. –Llevarla al granero y atarla con la cadena–. Ordenó  el pelirrojo que estaba apartado.

–¿Perdona? No soy un animal–. Dije molesta.

–No, solo eres una perra–. El que me llevaba en hombros me dio en mis nalgas.

–A vale, ya lo entiendo–. Le dije al del pelo negro y rizado. –El pelirrojo es el macho alfa y vosotros dos sois los chuchos ¿no?

–Cállate zorra–. Dijo el macho alfa.

–Pues quitar vuestras zarpas de mi y cerrar el hocico u os pondré un bozal–. Entramos al granero. –Os quedaría de muerte–. Me tumbaron en un colchón que había en medio del lugar, rodeado de paja y unos pocos escrementos. El moreno pegó mi rostro con la palma de su mano para que me callara y engancharon una cadena de hierro a mi tobillo después de desatarme.

Ellos se marcharon, un par de horas después volvieron dos.

–Que bien, el macho alfa y el perro del pelaje negro volvieron, la manada regresó. Pero... ¿y los otros dos cachorros?– Me levanté del colchón. El pelirrojo se acercó a mí, el otro se quedó en la puerta. –¿Los habéis metido ya en la jaula?

–Esto me aburre–. Se acercó más a mí y me empujó golpeando mi pecho para que cayese al colchón. Cogió otra cadena, que esta vez era más corta y se hayaba en la parte de arriba del colchón, no me di cuenta de ello hasta que lo vi en sus manos. –Vamos hacer esto más divertido–. Se rió en mi cara. Cogió mis muñecas y las enganchó subiendo mis brazos a los lados de mi cabeza.
Se subió encima mío poniendo unas pierna a cada lado de mi cadera.
Intentaba resistir, pero me era imposible. Me levantó la camiseta mientras se reía, me miró a los ojos y luego me los tapó con mi propio suéter.

–Joder, vayas pechugas. ¿Porqué tapas tanta hermosura–. No veía nada, lo único que podía hacer es notar y escuchar lo que hacía y decía.

Pasó su lengua por mi estómago desde mi ombligo hasta mis pechos. Bajó mi sujetador y empezó a masajear uno de mis pechos mientras daba pequeños mordiscos al pezón del otro.

–Hijo de pura, un día de estos te voy a matar. Más bien, ese día será hoy–. Alguien lo alejó de mí.

–Ya vasta–. Habló el chico que supuestamente estaba en la puerta. Me colocó bien el sujetador y bajó mi camiseta. Luego me desató. –Vámonos, te llevo a un lugar seguro. Y lo lamento por todo, es que me dan miedo. Yo no quería que pasara nada–. En el momento que me encontraba en el colchón con el chico, en ese momento sentí miedo, pero ahora que ya había pasado me sentía segura. Este chico transmitía paz. –Me llamo Vin–. Estrechamos nuestras manos para presentarnos.

–Tú ya sabes quien soy–. El pelirrojo se levantó del suelo y se acercó sigilosamente por detrás de Vin. –¡Cuidado! – Le advertí. Empujé al chico que tenía delante mía, y rápidamente le pegué una patada en todo el estomago al alfa.

–Thomas, esto termina aquí–. Vin se acercó y le pegó un puñetazo en toda la cara, haciendo que se tirara hacia atrás dándome un segundo de ventaja. Le pegué una patada tras la rodilla, así la dobló y cayó al suelo. –Vamos–. Estiró el brazo para que le cogiese de la mano, y eso hice. Le cogí de la mano y empezamos a correr hacia el coche.

El otro chico que faltaba salió de la casa, corrió hacia nosotros y saltó a la cintura de Vin, haciéndole una llave para caer al suelo los dos.
Se ahogaban, se pegaban puñetazos, patadas. Vin estaba encima, luego el otro, así continuamente. Llegó a haber sangre. Yo simplemente acabé parada, allí en medio, viendo lo que hacían y yo, sin poder hacer nada.
Escuché unos pasos acercarse, me giré y vi que era Thomas. Simplemente reaccioné y me acerqué a él para pegarle y eso hice.
Le pegué un puñetazo en toda la nariz rompiéndosela. Levanté mi pierna, la patada fue directa a su pecho. Me quiso hacer un gancho de derecha, pero me agaché a tiempo y estiré mi pierna haciendole la zancadilla. Le vi caer de espaldas. Me di la vuelta para ayudar a Vin, pero vi que manejaba bien la situación. Él cogió la cabeza del otro y la golpeó contra el suelo.
Me moví para ir hacia el coche pero Thomas me cogió del tobillo y me lo regiró haciendo que yo también cayera al suelo. Le pegué una patada en la cabeza para que me diera margen de tiempo para poder levantarme. Cuando lo hice le pegué una patada en el estómago y otra en la cabeza.
Estaba casi inconsciente, me agaché de cuclillas y me acerqué a su oreja.

–No soy como las demás chicas, si me mancho no me preocupo–. Me levanté y le miré a los ojos. –Yo prefiero un ring antes que la cama–. Terminó cerrando sus ojos quedando inconsciente del todo.

–Vámonos–. Movió su mano como diciendo que fuera. –Ya–. Me ordenó. Se levantó del suelo después de coger las llaves del auto del bolsillo del tío que estaba en el suelo.
Fui a caminar, pero no me di cuenta hasta ese momento de que me hice daño en el tobillo. Debió ser cuando me hizo caer al suelo. Tenía arañazos, pero no importantes, por los brazos y por las rodillas.
Al dar el paso hacia delante, antes de caerme al suelo apoyé las palmas de mis manos haciéndome daño en ellas con las pequeñas piedras que habían.
Vin vino corriendo y me cogió en brazos.

–Estás fuerte–. Le dije mientras me llevaba al coche, en la parte de atrás para poder apoyar la pierna.

–No eres la única que sabe boxear–. Me miró a los ojos, sus labios formaban una sonrisa perfecta sin mostrar los dientes, formándose oyuelos en sus mejillas. Cerró la puerta y dio la vuelta para entrar al asiento del conductor.

–Me escuchaste–. Me miró una última vez por el retrovisor y empezó a conducir. Lo único que hice yo, fue dormirme.

Me desperté. Estábamos parados delante de mi finca, Vin estaba sentado a mi lado masajeando mi tobillo.

–Es para que circule la sangre–. Giró su cabeza y me miró a la cara, parecía escanearla. –Te habría llevado a tu casa, pero no tengo llaves y tu bolsa se quedó en el instituto–. Abrí mis ojos de golpe y me puse recta. Recordé que habría gente —a gente me refiero a Sam— que me buscaría.

–Tengo que ir a mi casa ya–. Me senté normal, me paré un segundo pensando. Le miré y le besé la mejilla después de agradecerle.

Llegué a mi casa y ahí estaba Sam, sentado hablando con mi madre. Con preocupación en su mirada.

No Entiendo De Besos #1 (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora