El Sombrero Seleccionador

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La mañana de su primer día en Hogwarts, Draco y Scorpius se levantaron de un salto en cuanto los elfos domésticos los despertaron. Bajaron al trote las escaleras y se reunieron en el luminoso comedor donde el servicio había preparado un gran desayuno: té, leche, tartaletas de frutas, zumos variados, pasteles...

—¿Mamá no viene a desayunar? —preguntó Scorpius.

—Se está vistiendo. Está un poco mareada así que no des mucha guerra con las compras, ¿de acuerdo?

El niño asintió, se sentaron a la mesa y empezaron a comer. Al intentar alcanzar la mermelada, Scorpius tiró su tazón de leche y manchó la túnica. Miró con pánico a su padre, pero antes de que este pudiese hacer nada, Ren había limpiado el desastre y servido de nuevo al pequeño.

—No se preocupe, señorito Scorpius, la túnica está impecable —dijo con afecto el elfo doméstico.

—Gracias Ren, menos mal.

Scorpius sonrió y se lanzó de nuevo hacia las tostadas. Astoria bajó a desayunar pálida y con aspecto cansado.

—¡Y dicen que el segundo embarazo es mejor! —se quejó—. Esto con Scorpius no pasaba. ¿Cómo me convenciste de tener más niños? —dijo acusadoramente a Draco, que la miró con aire confuso.

—Fue idea tuya. Te dije que este año, con los dos en Hogwarts, iba a ser complicado.

Astoria miró la abundante comida con frustración y su marido se levantó para abrazarla.

—¿Puedes llevar a Scorpius al callejón Diagón y a la estación? ¿Avisamos a alguien? Los Alger podrían encargarse —preguntó.

—¡Claro que puedo! Era lo que faltaba no acompañarlo en su primer día en Hogwarts. Y le prometí un helado si se portaba bien en casa de tus padres. Solo necesito dejar de vomitar. Si tuviese un marido medimago que acabase de dejar San Mungo para ser profesor de Defensa contra las artes oscuras, seguro que podría hacer algo por su pobre esposa —bromeó la maga.

—Voy ahora. No comas nada antes de que vuelva.

Draco salió hacia el pequeño laboratorio de pociones y regresó poco después con un vaso que contenía un grumoso líquido verde que Astoria recibió arrugando la nariz.

—Mamá, hoy no podemos llegar tarde —avisó Scorpius.

—Y no lo haréis. Tori, bébete esto, tengo que acabar de prepararme.

Mientras su familia terminaba de desayunar, Draco repasó con los elfos domésticos los baúles que enviarían a Hogwarts. En uno de ellos, entre la ropa, guardó la daga comprada en en mercado negro y el último regalo de su padre.

«Van a ser muy útiles para las clases de sexto y séptimo. Además, casi no he podido probarlos, seguro que en Hogwarts están seguros», pensó mientras regresaba al piso inferior para despedirse.

Ella lo esperaba en la entrada, con una sonrisa triste. Se abrazaron en silencio. Desde la boda nunca se habían separado más que en alguna guardia larga de Draco o un breve viaje de negocios de Astoria.

—No sé por qué pensamos que esto era buena idea —susurró apesadumbrada.

—Porque estaré en Hogwarts, es un buen puesto, sin guardias largas ni invocaciones en medio de la noche, ninguno quería que Scorpius fuese hijo único... Son unos meses, pasarán en nada. Después, podrás trabajar desde Hogsmeade y estaremos juntos de nuevo. Nos irá muy bien.

—¿También quieres una niña? —contestó Astoria en medio de una carcajada.

—¿Por qué no? Hasta ahora los Malfoy solo han tenido niños. Si vamos a romper las reglas, que sean todas.

El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora