¡Comienzan las clases!

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En una de las camas de la enfermería, Scorpius Malfoy dormía con aspecto tranquilo. Su padre, mucho más tenso, estaba sentado a su lado. La enfermera Holly se acercó a ellos para ofrecerle una manta a Draco.

—Puedes irte, no fue más que un desmayo —dijo Holly.

—Prefiero quedarme esta noche —respondió el mago. Cogió la manta y se tapó con ella.

—Y ninguna más, mañana le doy el alta. Hay demasiado sangre pura en mi enfermería y aún nos falta Astoria, ¿cuándo llega?

—No se lo he dicho, prefiero que no se preocupe: este embarazo es más duro que el de Scorpius.

—Se va a enfadar y con razón. Tú verás —advirtió su amiga—. Me voy a dormir, avisa si necesitas algo.

—Gracias, Holly.

—De nada. Descansa un poco.

El profesor intentó seguir los consejos de la medimaga, pero fue incapaz de conciliar el sueño: no conseguía apartar de su mente la visión de Scorpius inconsciente. Cuando llegó a él, estaba tan frío y pálido que tuvo que buscarle el pulso para comprobar si seguía vivo. No recordaba cómo habían llegado hasta la enfermería; allí Holly se había hecho cargo de la situación y Scorpius, en cuanto recuperó algo de temperatura, se despertó asustado y desorientado pero con una salud perfecta. No había sido más que un susto.

Desvelado, Draco vio el ejemplar de El profeta que su pupila le había dado. No le apetecía leerlo, pero ella tenía razón, no podía vivir de espaldas a los sucesos del mundo mágico. Además, necesitaba distraerse.

«El Consejo y el Ministerio se alían para acabar con Hogwarts», anunciaba el sensacionalista titular. Completaban la portada sondeos electorales que daban la victoria a Granger, aburridas noticias sobre economía y el anuncio de una boda de alta sociedad a la que por supuesto estaba invitado.

«Y esto solo en la portada. Después se preguntan por qué no quiero leer esta bazofia».

Abrió con desgana el ejemplar. El editorial se centraba en la disolución de las casas y estaba escrito en un tono moderado, a pesar de criticar lo precipitado de la decisión. Pasó varias páginas y encontró un extenso artículo que comparaba distintos tipos de sistemas educativos tanto muggles como mágicos, una carta a la directora de Amelia Bones en la que alababa la decisión como si ni ella ni los alumnos fuesen a pagar las consecuencias y la sección de Elsa Travers, periodista muy conservadora, con un extenso artículo con todos los pasos para cambiar a los alumnos de colegio. Cerró El profeta con dolor de cabeza y tras concentrarse en dejar atrás todos los problemas, pudo descansar.

***

Draco se despertó cuando dos alumnas de Hufflepuff entraron en el hospicio. La mayor tenía el rostro pecoso medio oculto por una miríada de descontrolados rizos negros, mientras que la pequeña llevaba el cabello castaño y lacio recogido en una coleta baja; ambas caminaban a trompicones.

—¡Hola, Sarah! ¿Qué me traes aquí? —escuchó que preguntaba la medimaga.

—Hola, Holly. A Dorothea, la hermana pequeña más torpe del mundo. Se torció el pie en un pasillo recto y casi desierto.

—Ya será menos —regañó Holly con suavidad—. Siéntate en la camilla y vamos a ver qué tal está ese tobillo.

—Me caigo mucho y me doy golpes siempre. No sé cómo lo hago —se disculpó Dorothea.

Holly ayudó a la niña a sentarse y le subió la túnica hasta la rodilla, la pierna tenía varios moretones en diferente tonalidades. Por torpe que fuese la niña, parecían demasiados golpes en un corto espacio de tiempo. Draco y Holly intercambiaron una mirada cargada de suspicacia. Por desgracia habían tenido un par de casos así en San Mungo. Tras comprobar que la torcedura no era grave; la medimaga vendó el tobillo e hizo una nota para las clases de vuelo.

El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora