Odette Alger descubre el miedo

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Muy somnoliento, Dick apartó las mantas y bajó de la cama acompañado de un enorme bostezo. No había podido conciliar el sueño en toda la noche porque su habitación estaba demasiado silenciosa. Su único compañero de cuarto, Scorpius, estaba ingresado en la enfermería. Preocupado por su amigo, se vistió rápido para poder visitarlo antes de las clases. Nada más salir del dormitorio se encontró con Odette, que lo esperaba con la bufanda de Ravenclaw y la capa ya puestas. Como él, tenía ojeras y rostro cansado. Tampoco había podido dormir tras tras el ataque de la noche anterior, durante la fiesta de Halloween. Charlotte Chumberbatch y Amelia Bones les habían contado que una broma de los profesores había salido mal, que a veces los conjuros fallaban. También les habían dicho que no lo comentasen demasiado por el colegio.

—Voy a visitar a Scorpius antes de desayunar, ¿quieres venir?

—Sí, iba a ir también —contestó Dick con una tímida sonrisa—. No dormí nada. Sin Scorpius en el cuarto estoy solo y tenía un poco de miedo. ¿Y tú?

—Tampoco pude. En Hogwarts siempre aparecen cosas raras como hipogrifos y basiliscos, eso no me da miedo; lo que no me gusta es que nos mientan. ¿Te creíste que fuese un conjuro mal hecho por los profesores?

—Para nada, Charlotte miente fatal.

—¿Crees que Scorpius se pondrá bien? Cuando Cumberbatch lo trajo estaba helado.

—Seguro que sí. Ya verás como Holly nos dice que no es nada.

El camino hacia la torre de la enfermería se hizo largo y pesado. Odette se resentía de la noche en vela y tenía que parar cada poco para coger aliento; la tos la interrumpía al intentar hablar y unas gotas de sudor frío relucían en su frente. Hicieron una última pausa ante la puerta de la enfermería.

—Espera... Cof, cof, cof. —pidió mientras se apoyaba en una de las paredes—. Si entro así Scorpius... cof... se va preocupar.

Los dos niños se sentaron en la fría piedra del pasillo, uno al lado del otro. Escucharon una discusión ininteligible al otro lado de la pared. No podían distinguir las palabras pero sabían que varios adultos se gritaban. Odette sacó la varita y le dio un codazo a su amigo, sin dejar de sonreír.

Audite —susurró la pequeña maga para hechizar el muro. Pegó la oreja a piedra e indicó a su compañero que la imitase. En cuanto Dick lo hizo, pudo escuchar con claridad la conversación al otro lado: la directora McGonagall y el profesor Draco discutían.

—Joder, Minerva, ¿cómo que no vamos a evacuar la escuela? ¿No vas a llamar a los aurores? Aparecieron serpientes gigantes capaces de herir a Bones.

—Draco, bien sabes que hemos tenido cosas peores en esta escuela y nunca la cerramos. Se han dado muchos alumnos de baja. Llamar a los aurores significa alertar al Ministerio y ser portada de El profeta mañana mismo. No nos lo podemos permitir.

—¿Y nos podemos permitir poner en peligro a los alumnos? —preguntó el maestro.

—Los alumnos están perfectamente, gracias a Amelia y a ti. Contratamos profesores competentes para estos casos. Siempre hay algún incidente en Hogwarts —defendió la maga—. Te aconsejo que te acostumbres a ellos.

—Si una araña gigante ataca a un alumno, sabemos de sobra de dónde ha venido. Pero no tenemos ni idea de qué son esos monstruos ni de dónde han salido.

—Basta, Draco. He tomado una decisión como directora y estoy dispuesta a asumir las consecuencias —sentenció la Gryffindor.

—Es una decisión equivocada, como mantener a todo Slytherin en las mazmorras, de espaldas al resto de la escuela. Es un error tras otro —respondió el mago enfadado.

El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora