Dorothea vuelve a la enfermería

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El dos de febrero era la fecha idónea para rituales de purificación y Draco Malfoy no iba a desaprovecharla. Casi todos los elementos que necesitaba para liberar a Dorothea (el pentagrama, la varita, la sal y la daga) eran más poderosos esa noche. Estaba muy seguro de poder enviar al fantasma más allá del velo para siempre. Los libros que le había enviado su padre habían sido mucho más útiles que cualquier obra de la Sección Prohibida. Entre ellos destacaba un tomo escrito por Faustus Malfoy, un antepasado que se remontaba a tiempos tan antiguos que la familia aún no había aceptado las constelaciones como nombres canónicos. Sus estudios se centraban en círculos de protección y purificación, un campo de investigación casi tan extraño en un Malfoy como la medimagia. Draco le dio muchas vueltas al ejemplar, muy intrigado por la clase de persona que había sido su escritor y cómo había conseguido superar las imposiciones de la familia.

«Si alguna vez tengo que invocar a un ascendente, ese será Faustus Malfoy, sus protecciones son casi inexpugnables. Deberíamos haber puesto a Dorothea en el centro del círculo antes de dibujarlo, antes siquiera de empezar el pentagrama. Hemos tenido mucha suerte», pensó preocupado por si algo más se les escapaba.

Ahora que había podido documentarse a fondo sobre fantasmas, no tenía dudas de que se enfrentaban a uno bastante antiguo y poderoso, lo suficiente como para esconderse bien y atacar a la niña sin que nadie se diese cuenta de lo que pasaba.

«Pero seguimos sin entender por qué la acosa así, ¡es solo una niña! Si nos libramos de él no tiene importancia, pero me gustaría saber más».

Draco le había contado a Firenze sus planes para esa noche y el centauro había ofrecido su ayuda con el ritual.

—Te lo agradezco mucho, pero lo haré con Holly, necesito alguien que pueda empuñar una varita.

—Es razonable —acepto el centauro—. Todo mi bosque está a vuestra disposición, recolecta las plantas que necesites. ¿Has informado ya a la directora?

—No, prefiero no hacerlo: los libros que he usado no son los ortodoxos —se excusó.

—Esa decisión aleja tu camino del de esta escuela y no tengo que consultar a las estrellas para verlo —expuso Firenze.

Draco se sintió muy pequeño de repente. Sabía que Astoria le habría dicho algo muy parecido, si le hubiese contado que había pedido libros a su padre.

«Vuelvo a un mundo de secretos y de sombras. Esta es la razón por la que dejé de trabajar para el Ministerio, pero ahora mismo no tengo otra opción. ¿Qué puedo hacer si no? ¿Decirle a McGonagall que tenemos en la Mansión Malfoy una biblioteca oscura, escondida de los ojos del Ministerio? ¿Explicarle a Astoria que he tenido que recurrir a mi padre después de la bronca que tuvimos en Navidad? No, puedo llevar esta carga yo solo hasta que termine. Ya es bastante malo haber compartido parte con Holly... pero a ella la necesito; si algo sale mal, sabrá que hacer, podrá tomar las riendas de la situación. Siempre mantuvo la compostura, incluso frente a los peores casos que encontramos en San Mungo», pensó apesadumbrado.

Como siempre, la carga de los secretos le resultaba demasiado pesada. Tenía la impresión de que los subterfugios y las mentiras lo escogían a él, lo acompañaban en cada paso y lo desviaban del camino que quería recorrer.

En cuanto anocheció, Dorothea, Draco y Holly se reunieron en la enfermería. Las visitas de la niña al hospicio eran tan frecuentes que no despertaron ninguna sospecha.

—¿De qué son las pruebas de hoy? —preguntó Thea a Holly.

—Son parecidas a las del otro día pero te vamos a dormir, ¿vale? Así no te aburrirás mientras el profesor Draco hace un hechizo detrás de otro. ¿Te tumbas boca arriba sobre esta marca que hemos hecho en el suelo?

El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora