El veintiuno de marzo, después de cenar, tres alumnos de primero se escabulleron del Gran Comedor Común. Subieron con cuidado al segundo piso del castillo y se adentraron en el pasillo con sigilo.
—¿Llevamos todo? —preguntó Dick.
—Que sí —contestó Odette con los ojos en blanco—, que lo hemos comprobado un montón de veces: las tizas, los planos de los dibujos y las varitas.
—Es que tenemos que hacer el ritual de expulsión esta noche sí o sí. Y hay que tener cuidado, no nos pueden pillar —susurró sin dejar de estar bien alerta.
—Si nos pillan seguro que a Scorpius se le ocurre algo, ahora que sabe mentir —contestó Odette con cierto retintín.
—¡Qué rencorosa eres! —se quejó Scorpius—. Es que antes no sabía porque no prestaba atención cuando la abuela Malfoy intentaba enseñarme. ¡Ella sí que miente bien!
«¡Con esos padres, no me explico cómo el profesor Malfoy se hizo medimago y Scorpius es tan bueno», pensó Dick mientras abría la puerta de los baños de chicas del segundo piso. Por suerte, la piedra que había dejado para evitar que el lavabo volviese a su posición original, seguía allí. Lo bastante grande como para evitar que la entrada se cerrase, lo bastante pequeña como para que no se notase que había algo fuera de sitio.
—Oh, no, después habrá que salir por la boca de la estatuta. ¡Qué asco! —se quejó Odette.
—Es el menor de nuestros problemas —respondió Dick antes de meterse con una voltereta en el tobogán.
—¿Desde cuándo seguimos a Dick? —preguntó Odette a Scorpius al quedarse a solas.
—Desde que tiene un padre adoptivo que es algo parecido a un auror entre los muggles y le da consejos —contestó—. Vamos, hay mucho que hacer y estás muy protestona.
Los tres pequeños magos se reunieron en lo más profundo de las entrañas del castillo y, como en la anterior ocasión, Odette iluminó la estancia y no tardaron mucho en caminar cogidos de las manos.
—¿Sigue dormido? —preguntó Dick.
—Sí, no lo noto para nada —respondió Scorpius.
—Bien, vamos a darnos prisa por si acaso.
—¡No sé por qué tenemos que hacerlo en esa sala! La luz verde da miedo —se lamentó Odette.
—Porque en los libros pone que es más fácil echar al fantasma en un sitio al que está unido porque el velo es más débil allí —explicó Scorpius.
—Eso no tiene sentido, debería estar más atado a las cosas que son importantes para él, ¿no? —discurrió su amiga.
—Tendremos que fiarnos de lo que dicen los libros, ¡estaban en la Sección Prohibida de la biblioteca! —sentenció Dick.
Avanzaron sin separarse los unos de los otros hasta que estuvieron de nuevo frente a la estatua.
—Mira que era feo este señor... —exclamó la pequeña con tanta sinceridad que sus amigos estallaron en carcajadas.
—Odette, te has ganado la última pluma de azúcar de la caja de los abuelos —prometió Scorpius.
Dick sacó el plano que habían esbozado con las instrucciones de los tomos robados. Entre todos dibujaron en el suelo, con tizas de colores, la constelación Escorpio y en el centro de la misma, un pequeño pentagrama.
—Todo va a ir bien —dijo la niña con una sonrisa confiada.
Scorpius se puso sobre las líneas y, ante los perplejos ojos de Dick y Odette, cayó fulminado al suelo. El fantasma se materializó al lado de su amigo, más sólido y real que cualquiera de los de la escuela, y los niños reconocieron de inmediato el rostro simiesco de la estatua.
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El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.
FanficTras unos años ejerciendo como medimago en San Mungo, Draco Malfoy ingresa en Hogwarts como profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, el mismo curso en el que su hijo Scorpius empieza en la escuela.