Era el último día de clase en Hogwarts y el buen tiempo, los juegos y las risas habían tomado todos los rincones del castillo. Los alumnos de Gryffindor celebraban su victoria sobre la Copa de las casas, seguramente la última de la historia de la escuela, y todo resplandecía con colores rojos y dorados. Richard Grayson y Scorpius Malfoy estaban en el centro del cuarto que compartían, rodeados de baúles, libros y gominolas.
—¿Tú recuerdas que tuviésemos tantas cosas el primer día de cole? —dijo Scorpius.
—No, creo que nos han echado un encantamiento geminio —bromeó Dick. El Hufflepuff se agachó para comprobar que el cierre de la jaula del Señor Blanco estuviese bien cerrado.
Scorpius asintió y miró a su compañero algo nervioso.
—Dick, ¿vas a volver el año que viene a Hogwarts? —preguntó mientras se revolvía algo inquieto.
—Sí, claro, ¿por qué no iba a venir? ¿Echan a los hijos de muggles después de primero?
—No, no es eso —aclaró de inmediato—, es que con todo lo que pasó, pensé que a lo mejor no querías volver. Es decir... Tú puedes escoger e irte de este mundo, no estás atado a él.
—¡Qué sustos me das Scorpius! —contestó aliviado—. Claro que quiero volver. Me gusta la magia y Hogwarts, casi siempre. ¿Tú no quieres?
—Prefiero no pensar mucho en eso, yo estoy atrapado aquí para siempre... —respondió encogiéndose de hombros—. Es que sin Odette no es lo mismo: ni el cole, ni el verano, ni nada.
—Pues claro que no —confirmó Dick tras acercarse para abrazarlo—. Pero ella se enfadaría mucho si te viese así. Te diría que eres un blando y que ya te vale.
«Ojalá Odette no se hubiese muerto, creo que siempre la vamos a echar de menos. Pero le prometí que iba a cuidar de Scorpius y eso haré, no voy a dejar que se hunda por esto. Y para eso tengo que animarme yo también», pensó Dick.
Entre sus brazos, notó como Scorpius sonreía.
—Y tenía razón: soy un blando.
—De eso nada, fuiste muy valiente todo este año —afirmó.
—A veces estoy aquí y me parece que va a entrar por la puerta en cualquier momento.
—Sí, para buscarnos problemas —dijo el hijo de muggles.
Los dos niños estallaron en carcajadas y se separaron para sentarse en el suelo y coger unas plumas de azúcar.
—La última es para ti.
—Oye, Scorpius, ¿vienes este verano a mi casa? ¿Qué dijeron tus padres? —preguntó Dick. Cogió el dulce y le pegó un buen mordisco.
—Que sí, pero que antes quieren conocer al tuyo. Creo que es la primera vez que un Malfoy va de vacaciones a casa de unos muggles; tengo muchas ganas de ver cómo os apañáis sin magia ni elfos domésticos.
—Tenemos ciencia y a Alfred, el mayordomo. ¡Qué bien que puedas venir! Pensaba que tus padres te iban a castigar.
—Y yo —admitió Scorpius—. Preferiría que lo hiciesen porque parecen tristes y me miran todo el tiempo como si me fuese a romper. Menos mal que tenemos a Lyra en casa.
El pequeño mago sonrió al mencionar a su hermana. La puerta se abrió de un golpe y Rose Weasley apareció ante ellos.
—¡Hola! Nos faltan dos jugadores para hacer un partido. ¿Queréis venir? —invitó, con el pecoso rostro colorado, agitado por la carrera.
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El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.
FanfictionTras unos años ejerciendo como medimago en San Mungo, Draco Malfoy ingresa en Hogwarts como profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, el mismo curso en el que su hijo Scorpius empieza en la escuela.