Capítulo VII

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Alan

Estaba acostado en mi cama, en mi habitación, en mi departamento, mirando al techo. No lo había soñado, y juro que aún mi mente se niega a creer que Cati me haya abrazado, y no sólo eso, dijo que me extrañó. Y eso es suficiente para que mis estúpidos sentimientos se alboroten. Es injusto ¿Verdad? Ella es mi prima, es mi familia, mi propia sangre. Pero aún teniendo en claro eso, no la puedo sacar de mi cabeza. Y si, me siento estúpido, en una guerra entre lo que mi cerebro sabe a la perfección y lo que mi corazón se niega a entender. Varias veces me hago esa pregunta, la pregunta que ha torturado a mi cabeza por años: ¿Por qué ella? ¿Por qué no puede ser cualquier otra chica? ¿Por qué no puede ser Ani? O cualquiera que no fuera mi prima.

Aaaah Cati, ¿Por qué tienen que ser así las cosas?.

El sonido del portero me sacó de mis pensamientos, miré el reloj que estaba en la mesita a un costado de mi cama, 1 am  ¿Quién podría ser a ésta hora?. Tomé la camiseta que había dejado a los pies de la cama luego de tomarme una ducha y me la puse, me levanté y me dirigí hasta el aparato a un lado de la puerta.

- ¿Si?

- Señor Romariof, hay una señorita que desea subir a verlo.

- ¿Una chica?.

- Si señor.

- Bueno, dile que suba.

No tenía ni la menor idea de quién se trataba, pero un poco de acción haría que sacara de mi cabeza a Cati por un rato.

Fui hasta el refrigerador a sacar unas latas de cerveza, cuando escuché que alguien tocaba la puerta. Genial pensé. Me quite la camiseta, la calefacción estaba bastante alta y no hacía falta andar abrigado aquí adentro, pero obvio esa no fue la razón de habermela quitado. Caminé hasta la puerta, con una de las latas de cerveza en la mano. Y al abrirla, mis ojos se abrieron como platos, sin poder creer lo que estaban viendo. La persona que menos esperaba ver, estaba justo ahí, parada fuera de mi departamento.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté aún desconcertado.

- ¿No me invitas a pasar?.

- Lo siento - dije rascando mi cabeza y haciéndome a un lado para que ella pudiera entrar - pasa.

Ella no respondió.

- Puedes darme tu abrigo si quieres.

- Oh, claro - dijo quitandoselo - hace calor aquí.

- Me gusta que sea así - afirmé.

- ¿Te molesta? - preguntó mirándome con esos bellos ojos.

- ¿Qué cosa? - la miré confundido.

- Que haya venido sin avisarte.

- Oh no, claro que no - respondí - ¿Por qué habría de molestarme primita?.

Ella sólo levantó sus hombros, entendiendo ese gesto, pregunté lo que realmente me interesaba saber.

- ¿Por qué estás aquí? No es que me molesta - le aclaré - es sólo que me parece extraño que hayas venido hasta aquí.

- Bueno pues, yo había estado en un restaurante con Jason, y éste me dejó sola - la miré interrogante, Cati se dio cuenta de mi expresión y me aclaró - se fue con una chica.

- Ese Jason es un demente - reí.

- Es un completo estúpido - dijo molesta - En fin, no tenía ganas de volver a casa y llamé a tu madre para pedirle la dirección de tu departamento, tomé un taxi y aquí estoy.

- Entiendo - le dediqué una sonrisa.

- Quería avisarte, pero no tenía tu número - miró sus manos nerviosa.

- ¿Con que quieres mi número mmm? Pequeña idiota.

- ¡Oye! - dijo arrugando levemente su nariz, hacía eso cada vez que se enfadaba, lo recuerdo. Y se ve tan hermosa haciendo eso. Calmate Alan - ¿Por qué carajos me dices así?.

- Porque lo eres - reí ante su pregunta.

- No me parece gracioso - se cruzó de brazos. Dios, se ve tan tierna que muero por abrazarla.

Me acerqué lentamente a ella, me miraba con sus preciosos ojos, podía ver en ellos la confusión por lo que estaba haciendo. Cuando estuve ya a una distancia considerablemente cerca de ella, la tomé por la su cintura y la levanté abrazandola. Se sentia tan bien tenerla tan cerca de mi, podía respirar su perfume, su olor.

- Hola pequeña idiota - le dije al oído.

Pude sentir como una sonrisa se hacía presente en sus labios y no pude evitar hacer lo mismo.

- Hola estúpido.

- Eeey - dije apartandola de mi - ¿No crees que ese apodo es algo hiriente? Y ni siquiera es un apodo.

- Lo se, es un insulto. Y además es cierto.

- Okay okay - levanté mis manos en señal de rendición - Ya ven, siéntate en el sofá.

- Es muy lindo éste lugar Alan - Me dijo mientras ambos nos dirigiamos a la parte del living.

- Lo se, mamá se encargó de la decoración.

- Lo presentía, tu no tienes tan buen gusto - soltó una risa, tiene la risa más hermosa de todas. Me siento completamente estúpido pensando estas cosas, pero es que ella despierta sentimientos en mi, que ninguna otra persona logra sacar. Me perdí tanto, que no me percaté del tiempo que llevaba observadola, cuando fue Cati la que me desconecto de todo lo que mi mente pensaba.

- ¿Por qué me miras así? - me preguntó.

- ¿Cómo te estoy mirando?.

- No lo se, pero es extraño. Me miras como si quisieras decirme algo.

Si, que me haces sentir miles de cosas con sólo tenerte ahí en frente mío. Y que desearía que no fueras mi prima, sólo eso.

- No, sólo tengo sueño. Es todo - me levanté, tenía que irme. Huyendo, muy valiente Alan.

- Si quieres que me vaya sólo dime.

No mi pequeña idiota, lo que menos quiero es que te marches.

- No, no quiero que te vayas Cati - le sonreí - Ven, tu dormirás en mi cama.

- No te preocupes, en el sofá estoy muy bien.

- No seas caprichosa, dormirás en mi cama - ella abrió la boca para decir algo, pero me le adelanté - Y no se habla más.

Caminé hacia mi habitación con Cati siguiendome.

- Ponte cómoda - dije una vez dentro - el baño es ahí - señalé la puerta que estaba a mi derecha - hay toallas limpias en el armario de abajo por si quieres ducharte.

- Gracias, no tenías que hacer esto. Podía dormir en el...

- Cállate - me giré hasta donde estaba el placard y busqué una camiseta - ten, puedes dormir con ella.

- Gracias Alan.

- No tienes que darme las gracias primita - le dediqué una sonrisa y me di la vuelta para salir de la habitación y dejarla descansar.

- Espera - me giré y ella estaba ya lo bastante cerca de mi, me tomó la cara con sus pequeñas manos y me trajo hacia ella depositando un suave beso en mi mejilla - Que descanses Alan.

- Que duermas bien Cati - le sonreí.

Salí de la habitación lo más rápido que pude.  Demasiada tensión por hoy.

Caminé hasta el sofá y me recoste, mirando al techo y antes de quedarme dormido dije en voz baja, casi susurrando: Que tengas dulces sueños mi pequeña idiota. Y finalmente entré en un profundo sueño...

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora