Capítulo 4: Casualidad o destino

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El joven ninja se paró a contemplar los colgantes del puesto ambulante. Hacía frío y el viento agitaba los que estaban atados a una cuerdecita que atravesaba el puesto en horizontal, entonces el comerciante empezó a recogerlos a toda prisa, sabiendo que el temporal iría a peor y lo mejor sería desmantelar el puesto y ponerse a cubierto cuanto antes.

-Espere, por favor. -Le pidió Haku, señalando el último colgante que aún permanecía en la cuerda.- Quisiera comprarlo, ¿cuánto cuesta?

El anciano comerciante lo miró sorprendido, no imaginaba que conseguiría una venta a esas alturas del día, sin duda había sido una jornada dura. El hermoso joven del kimono gris le sonrió, esperando el precio.

-Son dos Ryō, muchacho. -Haku sacó la moneda del saquillo que guardaba en la manga derecha y se la entregó al hombre, que sonrió agradecido.- Aquí tienes.

El joven observó atentamente la piedrecita del colgante, tenía un brillo verdoso azabache que hipnotizaba, algo en él le infundía cierta seguridad. Decidió que sería su amuleto a partir de ese momento.

-¿De qué mineral se trata?

Desgraciadamente no vería saciada su curiosidad, pues el hombre siguió recogiendo los bártulos y meneó la cabeza de un lado a otro indicando que no sabía la respuesta. Qué decepción, dedicarse a vender una mercancía tan interesante y no tener un buen conocimiento de ella.

Se dirigió a la plaza del pueblecillo, donde había quedado en encontrarse con Zabuza después de que cada uno comprase lo que considerase necesario antes de que cayera la noche. Ahora, lo conveniente sería ir al hostal para coger una habitación y guarecerse del frío.

-Por fin estás aquí, - soltó Zabuza, algo más brusco de lo que pretendía, así que rectificó deprisa el tono.- quiero decir que me tenías algo preocupado.

-¿Has esperado mucho, señor Zabuza? Fui a pasear y ver el mercadillo local, aunque llegué tarde y apenas quedaban puestos en la calle.

A diferencia del ninja más veterano, que llevaba varias bolsas con nuevas pertenencias que había adquirido en las últimas horas, Haku sólo había adquirido el colgante, que ya se había puesto. Para Zabuza no pasó inadvertido.

-Así que te has comprado este colgante.- Lo sostuvo con la mano para examinarlo mejor, y una sonrisa afloró en sus labios.- Vaya, qué puta casualidad.

Extrañado, Haku frunció el ceño y miró a Zabuza en busca de una explicación. Por su parte, Zabuza cogió tranquilamente las bolsas y se puso en marcha.

-¿A qué te refieres? -Quiso saber. - ¿Qué es una puta casualidad?

Zabuza rió, pues escuchar a su compañero decir palabras como "puta" no era algo muy habitual y siempre le hacía gracia, no le pegaba para nada.

-Vamos a La flor de invierno, -Era el nombre del hostal del pueblo, muy respetado.- aproveché tu tardanza para ir a reservar ya la habitación.

-Aún no me has respondido.

¿Por qué no mantener la intriga un poco más? Era justo lo que Zabuza pensaba, lo más divertido sin duda, así que siguió sin responder a Haku, que cada vez se enfurruñaba más. Haciendo como que no se daba cuenta, Zabuza pasó al recibidor del hostal.

-Buenas tardes, -saludó, cuando se lo proponía podía ser muy encantador.- reservé una habitación hace un rato. Está a nombre del señor Sato.

La mujer de la recepción comprobó los papeles que tenía delante, e hizo un gesto de afirmación con la cabeza cuando dio con el nombre que buscaba.

-Aquí está. Señor Sato, una habitación con dos camas, ¿es eso? Para una semana, y ya está pagado todo.

-Así es, - Zabuza extendió la mano para recoger la llave que le entregaban, con una etiqueta con el número 12.- muchas gracias, todos en el pueblo son muy amables. Es un lugar encantador.

El halago hizo erguirse de orgullo a la recepcionista, que rápidamente actuó con falsa modestia.

-Cómo no vamos a tratarles bien, no todos los días se tiene por aquí a dos ninjas dispuestos a ayudarnos con los problemas locales, ¡Y a unos precios tan asequibles! Son ustedes un encanto.

Se despidieron, y subieron hasta su habitación. Nada más entrar Zabuza dejó caer las bolsas en el suelo y se tiró en la cama aburrido, hacerse pasar por el amable señor Sato le cansaba.

-Señor Sato, qué dulce y qué hombre tan apuesto es usted.- se burló Haku sentándose junto a él, imitando a la recepcionista.- ¿sería usted tan amable de explicarme esa puta casualidad?

-Mira que eres pesado...

-¡Y tú te haces de rogar! -protestó el joven, cada vez más fastidiado.

Zabuza alargó la mano y dio un toquecito al colgante de Haku con el dedo índice, la piedra comenzó a columpiarse de derecha a izquierda lanzando destellos verdosos.

-Hace unos días me preguntaste qué roca sería yo, por lo de que tú me recordabas a una orquídea si hablábamos de plantas.-hizo una pausa, pensativo.- La primera roca que se me vino a la cabeza, y la única que podría responderte, es la obsidiana. Justamente la piedrecita que luces en el cuello es una obsidiana.

Tras eso, Haku hizo la pregunta obvia.

-¿Por qué la obsidiana en concreto?

Se tumbó junto a Zabuza, reposando un brazo sobre su pecho y así sintiendo el compás de su respiración. Esperó la respuesta paciente.

-Pues... ¿cómo te lo explicaría? La obsidiana es una roca que al romperse, obtiene unos bordes muy afilados, de hecho muchas herramientas o armas han sido fabricadas con obsidiana. -La mirada de extrañeza de Haku indicaba que tal vez no se estuviera explicando bien.- Quiero decir que me siento un poco de esa manera, me han traicionado, roto, varias veces. Las fracturas del pasado se han convertido en un filo que ahora uso como arma, han hecho que evolucione y ahora me defienda más fieramente. Por eso obsidiana.

-Estoy seguro de que hay una razón más.

De hecho la había, pero esa razón quizás era aún más incomprensible que la anterior.

-Bueno, no es que sea muy supersticioso, pero hay quien ha atribuido a la obsidiana ciertas cualidades mágicas o exotéricas. En concreto, que es una piedra que aporta protección y fuerza a quien la lleva consigo. -Zabuza se puso de medio lado, y abrazó a Haku trayéndolo contra sí.- Cuando pensé en ti como una orquídea, pensé en mí como en la obsidiana.

-Pues sí que ha sido una casualidad que justo hoy comprara el colgante...

Zabuza rió para sí, y abrazó con más fuerza a su joven compañero.

-Una puñetera casualidad.- rectificó.

¿Casualidad o destino? Quién sabía... A partir de entonces Haku llevaría su amuleto consigo a todas partes.

Orquídeas (Zabuza x Haku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora