Otra vez

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Maldita sea. De nuevo lo hice.

Suspiré frustrada y me volví a tirar sobre las sábanas. Cuándo iba a dejar de hacerlo? Se suponía que ya estaba harta de irme a la cama con mis "amigos", amigos que al final querían lo mismo.
Ya estaba cansada. Para todos mis conocidos era de lo más normal el hecho de solo sacarse las ganas sin ningún compromiso, pero a mí ya no me atraía. Algo me decía que merecía un poco más que solo saciar las estúpidas ganas.

Al principio era divertido, me gustaba todo el juego, pero a medida que pasaba el tiempo y las citas fugases, me sentía vacía, como si cada vez me perdiera un poco más.

Con Leo ya habíamos estado juntos un par de veces y en cada una de ellas habíamos dicho que era la última porque él estaba saliendo con alguien que aún no me decía su nombre...pero bueno, definitivamente no debía volver a aceptar quedarme en su casa cuando se hacía tarde por algún ensayo. El maldito era muy bueno para obtener lo que quería. Y yo por estúpida y por no querer quedarme sola en la noche (odio reconocerlo) aceptaba comiéndome como buena ingenua mi cuento de "si yo no quiero no pasará nada".
El problema era que muy en el fondo quería, con tal de no quedarme sola.

La habitación estaba vacía, y por el olor a café q venía de abajo supuse que Leo preparaba el desayuno.
Busqué mi ropa que estaba tendida por toda la habitación y me dispuse a cambiarme. Usualmente solo usaba una de sus remeras enormes ya que media como 1,90 pero estaba molesta esta mañana, y pensaba en irme de inmediato pero no me podía resistir aunque sea a una taza de exquisito café recién hecho...

- Hey! Despertaste. Estaba por subir a hacerlo.- dijo Leo al verme bajar la escalera.
Apenas sonreí de lado. No podía ocultar mi mal humor. Llegué a la cocina y me senté en una de las sillas de la mesa apoyándome en el respaldo con los brazos cruzados. Leo me miro y rodó sus ojos.
- Vamos Jazz... no me digas que de nuevo con ese cuento de que no deberíamos haber hecho esto y bla bla bla.- dijo mientras hacia gestos exagerados con sus manos.
- Vete al diablo Leo. Sólo dame una taza de café y me iré luego.
Alzó una ceja y me miro divertido sosteniendo una espátula en una mano y con la otra mano en la cintura. No pude evitarlo y me reí. Era un payaso y se veía gracioso cocinando.
- Lo ves? No puedo ser tan malo si te hago reír un poco.-

De acuerdo...Leo era atractivo, no podía enojarme del todo con él, sus actitudes me hacían reír la mayoría de las veces y en varias ocasiones me reprendía a mi misma por actuar como una colegiala enamorada en su presencia. Claro que no siento nada como eso, es solo que me pone nerviosa su exceso de confianza y todo eso de el chico bonito. Pero tenía más que claro que no podía involucrarme de esa manera con él: él era mi profesor de canto.

Cuando mi amiga Leyra decidió ir por su sueño de ser cantante y formar una banda, fue con el mejor productor de la ciudad para que la escuchara, yo la acompañaba claro, pero ella era la cantante principal, yo solo la acompañaba un poco y sonaba bien, pero no me animaba a hacer más que eso. Cuando Flayer el productor nos escuchó tuvo la disparatada idea de que yo poseía una voz única y que solo debía entrenarla, así que me colocó un maestro particular de canto.
A Leyra le sorprendió tanto como a mí y no le agradó mucho la idea de no ser el único centro de atención y comenzó a distanciarse de mi y en la actualidad después de 4 meses no nos hablamos, ya que Flayer tenía su atención en mi y a Leyra le había hecho la desganada promesa de "Te llamaremos pronto."

Mi vida había cambiado mucho luego de aquella entrevista con Flayer, entre los ensayos con los nuevos chicos que integrarían la banda, mi trabajo como diseñadora de modas en una empresa y las clases de canto con Leo a mis días les faltaban horas y a mis pensamientos les quedaba chica mi cabeza. Lo extraño era que aún así me sentía un poco más vacía cada día.

Luego del desayuno con Leo me fui a casa a ducharme y cambiarme, tenía que ir a la empresa en una hora a presentarle mis ideas para la nueva campaña de invierno a Linda mi supervisora. Me vestí a prisa y sequé un poco mi cabello corto que ya estaba por mis hombros, lo dejaría crecer está vez, y si un último vistazo al gran espejo ovalado que estaba en una esquina de mi cuarto. Vaya, estaba completamente vestida de negro, ya ni ganas de vestir otro color. El negro se había vuelto mi preferido desde hacía un par de meses.
Tomé las llaves de mi auto y me dirigí a la empresa.
Hoy era un lindo día a pesar del invierno, pero de todas maneras era un día cualquiera para mi.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2021 ⏰

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