Capítulo 9 -Te arriesgas por mí, yo lo hago por ti

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Cerré la puerta de casa, me paraba delante de ellos dos. Mis piernas empezaron a flojear y mis lágrimas brotaban de mis ojos, poco a poco.
Sam se dio cuenta y llegó corriendo hasta mi lado. Me cogió en brazos. Lo único que hice fue enroscarme a él en un abrazo.
Eché un vistazo a mi madre, se dio cuenta que necesitábamos espacio los dos y, yo sé, que ella esperaría lo que haga falta hasta que se fuera.
Sam me llevó a mi habitación y me tumbó en la cama. Lo único que hizo fue tumbarse y abrazarme en silencio.

Cuando ya estaba más tranquila decidí hablar.

–¿Que le has dicho a mi madre?– Le pregunté dándome la vuelta para verle la cara.

–Primero de todo ¿estás bien? –Afirmé con la cabeza. Se sentó apoyando su espalda en la pared. Me acerqué más a él y apoyé mi cabeza en sus piernas. –Le dije que te fuiste del instituto porque te dolía la cabeza, pero que en la entrada un chaval de besó, te enfadaste y te marchaste corriendo. Yo fui a casa de Sarah y me dijo donde estabas–. Me acarició de una forma muy cariñosa, como si fuera demasiado frágil y no quisiera romperme. Le conté lo ocurrido, contando también sobre Vin. –Voy hacer pagar a los tíos que te hicieron daño.

–No lo hagas porfavor–. Le advertí al mismo tiempo que me sentaba.

–Lo merecen–. Se sentó a mi lado e hizo un recorrido de caricias desde mi hombro hasta mi mano, que la entrelacé con la suya.

–No quiero que te hagan daño, son más que tú–. Le comuniqué. Besó mi frente y se levantó.

–Lo siento–. Dio media vuelta apunto de salir de mi habitación.

–Pues voy contigo–. Me levanté también. –Te arriesgas por mí, yo lo hago por ti.–. Se acercó y me miró fijamente a los ojos, esta vez era diferente. –No me tomo un no como respuesta–. Abrió la boca para hablar pero pensó las palabras antes de volver abrirla.

–Removería cielo y tierra solo para que estuvieras a salvo–. Pegó su frente a la mía y colocó sus manos en mis hombros. –No sé lo que haría si te pasara algo–. Me dio un casto beso el la frente, mientras yo cerré los ojos, luego salió por la puerta sin más.

Me senté en mi cama que se localizaba en medio de la pared izquierda, el cabecero pegado a ella. A su derecha había una mesita de noche con dos cajones. A su izquierda un armario de dos puertas con dos estanterías que se contestan con la pared del fondo. En esa misma hay una puerta corredera para salir al balcón, esa misma puerta se encuentra justo en el medio, pero la parte exterior es más grande y se comunica con el balcón de al lado. Luego, en la pared derecha hay una mesa de estudio con una silla a juego,  una pequeña librería con un archivador abajo del todo y un baúl para guardar ropa. A los pies de la cama una banqueta igual de ancha y en el suelo una gran alfombra.
Me quedé mirando la pared, sin pensar en nada. Casi no me daba ni cuenta de lo que hacía. Mi madre entró y se sentó a mi lado. El brazo que tenía más cerca de mí lo colocó tras mi espalda y el que tenía libre me cogió de la mano y empezó a acariciarme con el dedo pulgar haciendo círculos.

–Cariño, esto parece más que solo un beso–. Besó mi cabeza. –Espero que algún día me lo cuentes aunque ese día no sea hoy–. En ese momento solo pensaba en que la necesitaba, necesitaba a mi madre. Giré unos pocos grados hacia ella y la abracé tan repentinamente que le pareció extraño hasta para ella. –Mi bebe. Yo te quiero y lo voy a seguir haciendo aunque pasara algo malo.

Cuando ya estaban las luces apagadas, me levanté de la cama y ya vestida pasé por el balcón a la habitación de Sam.
Me paré delante de su cama, le miré a la cara y giré orizonralmente mi cabeza para verle mejor. En ese momento me dio gracia la forma en que arrugaba su nariz. Besé su mejilla. Empezó a abrir los ojos que directamente me miraron a mí.

–¿Que haces aquí? – Preguntó con la voz pesada, al mismo tiempo que bostezaba. Le cogí del brazo hasta que le senté.

–Nos vamos–. Su sabana se separó de su cuerpo al levantarse, yo al contrario, me senté. Mi mirada se quedó fija en su escultural cuerpo, en que lo único que llevaba eran sus calzoncillos de Kalvin Klein.
Empezó a reirse mientras se ponía una camiseta blanca de tirantes, me despistó, entonces dejé de observarle.

–¿Me estabas mirando el culo? – Sellé mis labios y los apreté para no reírme, negué moviendo la cabeza. Empezó a moverse acercándose hacia mí. –¿Segura? – Empezó a sonreír, su cara no me daba buena espina.

–¿Qué? – Se tiró encima de mí y empezó a hacerme cosquillas. –Para–. No dejaba de hacerlo. Le quise empujar para apartarlo pero lo único que conseguí es caer al suelo con él encima mío.
Apoyó una de sus manos en el suelo, más arriba de mi cabeza, cogiéndome de la muñeca. La otra mano la pegó a mi cintura. Empezó a acercarse a mí, parecía que quisiera besarme, fue mi oportunidad para moverle y colocarme yo encima suyo. Le miré a los ojos mientras me apoyaba en su pecho. Me abrazó y me pegó a él, nuestras narices estaban rozándose. Me sentí incómoda y me levanté.

–¿Que llevas puesto?– Llevaba puesto una falda ajustada negra de cuero, unas botas hasta las rodillas de la misma tela y un top también negro con cuello en el que le falta un hueco en medio de mis pechos. –Me encanta–. Él seguía en el suelo. Puse mi pié en su estómago y le apreté.

–Vámonos –. Formé una línea recta con mis labios para darle seriedad al asunto.

–Sexy–. Chasqueé los dedos y me apoyé en la puerta de su habitación ya que estaba cerrada. Esperé ahí hasta que se terminó de vestir. Llevaba unos vaqueros largos ajustados, unas vans blancas y negras y la camiseta de tirantes ajustadas que ya dije anteriormente que se puso. –A la ventura–. Señaló la puerta y le di paso para que la abriera. Yo, al mismo tiempo me reí con sarcasmo.

No Entiendo De Besos #1 (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora