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-John- podía escuchar el eco que producía mi voz al chocar contra las paredes del departamento. Sabía que él estaba ahí ya que no trabaja los miércoles. ¿Por qué no me contesta?
-John!
Nada, tal vez había vuelto a quedarse dormido sobre su escritorio, levanté un poco más la voz y volví a llamarlo. No recibí respuesta alguna, quizás no podía escucharme. Está bien, intentaré preparar mi propio café. No había dormido en días y John hacía el mejor café, pero ya que no contestaba tendría que arreglármelas.
Rodé, dejando que mi cuerpo dejara el sofá y golpeara el suelo. Aterricé mal y un agudo dolor recorrió mi hombro, llegando a la base de mi cuello. Llevé mis manos hacia los doloridos músculos mientras intentaba sentarme.
Los sentí convertirse en un apretado nudo y un quejido de dolor abandonó involuntariamente mis labios. Volví a recostarme, intentando mantenerme inmóvil y apenas respirando para no causar más dolor.No estoy seguro de cuánto tiempo había pasado en esa posición cuando escuché a John salir del baño. Por supuesto, estaba tomando un baño. Lo había mencionado.
-Sherlock
-¿Si, John?- Mi voz sonaba forzada, maldición.
-¿Por qué estás en el suelo?- Mierda ¿Qué le digo?
- Quería café.
-¿Okay?
- No llegué a la cocina.
-¿Por qué no llegaste a la cocina?- Algo apareció en sus ojos ¿Pero qué...confusión, preocupación?
-Yo…eh ¿cambié de parecer?- ¿Por qué lo dije en forma pregunta? Si, definitivamente había preocupación en sus ojos. Malditos ojos. Hoy se ven marrones.
-Dime la verdad, Sherlock- Su voz se había vuelo más suave ahora. Dios, mi espalda duele tanto.
Respondí, bajando la voz. Odio admitir dolor ante John, se preocupa tanto. No merezco importarle tanto a nadie.
-¿Qué pasó, Sherlock?
- Lastimé mi espalda, no puedo moverme.- Lo dije más claro esta vez, a pesar de no establecer contacto visual con él mientras lo hacía. Se reiría de mi, recostado en el suelo y sin poder moverme. No rió, es más, la seriedad invadió su rostro. Se acercó, arrodillándose a mi lado e inclinándose para ver mi rostro. Amo verlo desde este ángulo.
-¿Puedes darte la vuelta?- su voz interrumpió la fantasía que se formaba en mi cabeza.
-¿Para qué?
-Voy a revisar tu espalda, asegurarme de que no te hayas desplazado un disco.
