Capítulo uno

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El aire chocaba en los brillantes ojos del chico quien estaba a punto de soltar una lágrima.

—¿P-por qué no, My Lady? —preguntó, evitando caer en el llanto.

—¿En serio quieres que te diga?, pues bien Chat Noir, te diré. Nunca estaría con alguien que está todo el maldito día en la luna, sin saber qué mierda sucede a su alrededor. No todo gira en torno a ti, Chat Noir —escupió Ladybug.

—M-my Lady... —Chat se vio interrumpido.

—No soy "tu Lady" —dijo a secas —. Déjame en paz. Baja de las nubes y afronta la realidad, en donde jamás habrá un "nosotros".

¿Un corazón roto?, no, más bien una barrera rota. Aquel muro que lo protegía del dolor; Ladybug había roto el parche que cubría la herida que su madre había formulado.

Chat analizó los hechos, no podía dejarse caer por algo como eso; aunque realmente estaba enamorado de Ladybug, su vida no podía desmoronarse por el rechazo de una chica, aunque no era cualquier chica.

La heroína de París había sido la dueña de su corazón desde que aquellas palabras que le dedicó los ciudadanos tras la primera batalla contra Hawk Moth penetraron su alma. Desde ese instante por su cabeza pasaban pequeñas ilusiones de un futuro que él y Ladybug compartían.

Ahora que ella lo había bajado de las nubes, trayéndolo devuelta a la realidad, se preguntó: ¿qué tal si también la había soñando a ella?, ¿acaso también había imaginado la dulzura y su característico carisma?; porque si no era esa la razón, ¿dónde había quedado la Ladybug de la que se enamoró? Al parecer sí, su mente había creado a una chica perfecta tras todos sus traumas y miedos; había imaginado a un amor, y había creído caer en él.

Aquel fragmento de tiempo que creía haber sido feliz con aquel nudo en la garganta, se trataba solo de un simple sueño. "Felicidades, Adrien Agreste, has vuelto a soñar despierto", se dijo.

Ninguna palabra salió de su boca antes de voltear para escapar de aquel maldito lugar. 

Ladybug tomó su yo-yo y sin una palabra, sin una mirada, sin un ademán; se retiró. La brusquedad de sus movimientos confirmaban lo dicho: su mente -de persona nefelibata- creó un amor para refugiarse de los monstruos que asechaban desde dentro.

(...)

Chloé caminada por París, no llevaba la mirada en lo alto ni caminaba segura.

Estaba cansada de sentirse sola.

Siempre había una diferencia entre "sentir" y "estar", ella amaba estar sola, tener tiempo para ella, poder existir sin fingir ser alguien que no es. Pero no le gustaba sentirse sola; llegaban momentos en lo que tener atención no la hacía sentir algo. Incluso estar rodeada de gente la hacía sentir sola.

Seguía caminando, admirando el gris del ambiente parisino, la gente, el mundo girar.

Iba tan distraída en sus pensamientos que no se dio cuenta en dónde estaba, ni que había chocado con alguien. Ese alguien resultó ser un anciano, tenía rasgos asiáticos, llevaba una camisa con detalles hawaianos. Chloé había hecho sus cosas caer. Si hubiera alguien que ella reconociera cerca, habría soltado una carcajada y seguiría caminando. Pero ella no era así, pensé que ya lo habían notado.

Murmuró un "lo siento" y se agachó a recoger las cosas del señor.

Por un momento sus ojos se cruzaron, Chloé no sabía cómo actuar y solo volteó hacia otro lugar.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2017 ⏰

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