Era el tercer vaso de whisky que llevaba, ni siquiera se habían derretido los hielos.
Y allí estaba él, sonriéndome, desnudándome con sus ojos de león.
Solo tuvo que acercarse, me acarició la nuca, puso su mano trás mi cuello y me agarró firmemente. Me pusé tensa, solo con el roce de su piel.
Se me acercó al oído, susurrando, mientras su otra mano se posaba en mi cadera.
-Bonito vestido, pero estaría mejor en el suelo de mi cuarto.
-En una percha se arrugaría menos- respondí inocentemente.
Noté su sonrisa sobre mi cuello.
-No te pienso dar tiempo para que lo coloques bien, es más, pienso hacerte suplicarme que no te lo dé.
Le aparte de mí cuello obligandole a mirar mi sonrisa.
- Ni sé, ni me gusta suplicar.
Sus ojos eran pura sinceridad.
-¿Como puedes hablar tan fríamente y ser tan caliente?-dijo con un cierto tono de desesperación.
Subió su mano desde mi cadera hasta el cuello, recorriendo la cremallera de mi vestido, sin dejar de mirarme a los ojos. Sujeto mi cuello firmemente, ahora con dos manos.
Suspiré, soltando todo el aire que tenía contenido.
En ese momento, supó que había ganado, y me besó. Sin mi permiso, pero mis más fuertes deseos se lo dieron. Gracias.
Nunca se me hizó tan largo un viaje en coche.
Aparcó frente a su casa y sin poder aguantarme, bajé la cremallera de sus pantalones, mientras jugaba con mi lengua y su erección, su respiración agitada me pedía más, pero me paró.
-Vamos dentro-susurró jadeante.

ESTÁS LEYENDO
Soy toda suya.
Short StoryTodavía recuerdo el día en que mi cuerpo paso a ser más suyo que mío.