Después de unas horas de viaje por fin llegué a Roma. Tenía un miedo a perderme que podía conmigo, pero mis ganas de comprobar si ella estaba en el hotel o no eran mayores.
Mi nivel de italiano era más bien malo, tirando a inútil, por que si sabía algunas palabras de películas o algo así era pura casualidad. Debido a esta dificultad ¿como se supone que voy a hacer para llegar hasta el hotel?
Iba andando hacia adelante mirando a la tarjeta cuando me choqué con alguien.
-Ay, perdona, de verdad ¿estás bien?
-Si, si, tranquila.- Me sonrió. Era una chica bajita, aparentemente joven, y por lo que parecía ¡Española!- Me llamo Sandra ¿y tu?
-Soy Alex, encantada.- sonreí
-Pareces perdida. ¿Es la primera vez que vienes?
-Si... Me temo que si. ¿Y tu?
-No, yo vengo bastante a menudo a visitar a mis padres que viven aquí- me explicó- Si quieres puedo hacerte alguna visita guiada para que conozcas la ciudad. Verás como te va a encantar.- Volvió a sonreír. Parecía una chica muy risueña, muy divertida.
-Pues, de momento si pudieras llevarme a mi hotel te lo agradecería- reí- Pero no dudaré en llamarte si decido conocer la ciudad- le guiñé el ojo y asintió.
Subimos a un taxi, le entregué la tarjeta del hotel y ella se lo transmitió al taxista.
No tardamos mucho en llegar, apenas unos 10 minutos. Le di las gracias a Sandra y bajé del taxi. Me quedé en frente de la puerta principal del hotel. Ahora y estaba todo hecho. O estaba allí o no, la suerte estaba echada.
Estaba nerviosa. Nerviosa nivel, si me tiemblan más las piernas me quedo aquí clavada cual estatua. Notaba que todo el mundo me miraba como si estuviera loca, por que no me movía. En realidad no podía, pero eso ellos no lo sabían. Volví a mirar la tarjeta del hotel: habitación 505.
Es ahora o nunca. ¿Qué hago? ¿Entro o no entro? ¿Y si me vuelvo por donde vine? Dudas, malditas dudas. Pero creo que lo que realmente me impulsó a ir fue ella. Las ganas de arreglarlo todo, las ganas de tenerla cerca. La emoción que me produciría verla allí. Todo eso me hizo dejar mi decisión de irme a California, para dar el paso y venirme a Roma. Preciosa Roma. ¿Me será bien recordado el viaje o tendré que ponerlo en mi lista negra?
Pero bueno, ahora que estaba aquí no me quedaba más remedio que afrontar la realidad. Si subía a la habitación y estaba allí, significaría que confía en mi y que me quiere. Si por el contrario no estaba, significaría que puedo haberla perdido para siempre. Solo quedaba echarlo a suertes. Como una ruleta, o todo o nada.
Por fin me decidí a entrar en el hotel. Me fui a recepción, di el nombre que Malú me había dejado apuntado y me entregaron la llave.
Subí decidida. Decidida a abrir aquella puerta y que estuviera esperando. Decidida a entrar y poder abrazarla. Decidida a que todo se arreglara.
Pero por el contrario no pude. Por un primer momento se me hizo imposible introducir la tarjeta que me habían dado a modo de llave en aquella ranura con una luz roja y una verde. ¿El motivo? Sencillo. En las dos milésimas de segundo nada más ver aquella puerta me entraron unas ganas enormes de salir corriendo. Se me pasaron millones de cosas por la cabeza que aún no puedo comprender. Miles de dudas. Miles de sentimientos. Lo más fácil en ese momento hubiera sido irme. Dejarlo todo y hacerle caso a mi miedo.
Sentí una mano en mi hombro que me sacó de todo pensamiento. Me giré esperando que fuera ella, pero no tuve esa suerte.
-Disculpe ¿puedo ayudarla en algo?- Era una de las limpiadoras, que pasaba por allí en aquel momento.
-Pues... ¿Sabe si ha entrado alguien más antes que yo a esta habitación hoy?
-Lo siento señorita, no puedo ayudarla. Es la primera vez en el día que paso por este pasillo.
-De acuerdo, gracias.
Y la señora se marchó.
Ahora si. ¿Entro o no entro? ¿Pero que hago? ¿Por qué es tan difícil todo?
Di un paso más hacia la puerta, respiré profundamente y metí la tarjeta en la ranura de la puerta.
Hizo un "clack" indicando que se había abierto. Mi corazón se aceleró. Iba a mil por hora y no tenía miras de parar. Ahora si, no había vuelta atrás.
Cerré los ojos un minuto, volví a respirar y abrí la puerta despacio, muy despacio.
Abrí la puerta del todo y entré...
Y como yo más temía no, no estaba allí. Así que había hecho el viaje para nada, por que de haberme quedado en España o haberme ido a California hubiera pasado lo mismo, la hubiera perdido de todas formas.
Tuve ganas de llamarla en ese momento. De decirle que estaba allí y pedirle que fuera. Pero no lo hice. Tal vez hubiera sido lo mejor, o tal vez no ¿quien sabe?
El caso es que volverme ahora iba a ser exactamente lo mismo y ya que estaba allí pues por lo menos pasaba el fin de semana y me despejaba ¿no?
Tenía ganas de conocer un poco la ciudad, pero a la vez no.
Realmente en ese momento de lo que tenía ganas era de meterme en la cama, comer chocolate y hablar con mi hermana. Tenía unas terribles ganas de llorar. ¿Por qué no estaba? ¿La había perdido para siempre? No lo entiendo. Rectifico, no me entiendo.
¿Como pude ser tan tonta? ¿Como pude poner por delante mis caprichos? No, si estaba claro que Manuel y Sofía tenían razón cuando decían que era tonta... Incluso Malú tenía razón cuando dijo que era una egoísta. Claro ¡pero si no hice más que pensar en mi!
Intento ponerme en su lugar, pero no puedo. Por que me imagino que si yo estuviera en su lugar no me perdonaría. Y solo de pensar que Malú puede no perdonarme se me vuelve a caer el mundo encima, como tantas y tantas veces.
Aunque bueno, dicen que cuantos más obstáculos tengas por el camino mejor será la recompensa... Y la verdad, espero que quien dijo eso tenga razón.
Necesitaba despejarme un rato y decidí ir a dar una vuelta por el jardín del hotel.
Era un jardín enorme y precioso, lleno de diferentes flores y con dos o tres fuentes repartidas por todo el espacio.
Encontré un buen sitio, más o menos apartado de la entrada del hotel. Me tumbé boca arriba en la hierba y me puse a pensar. Aunque claro, de todo lo que se me pasaba por la cabeza, solo le prestaba atención a un par de cosas, y en todas estaba ella. ¿Cómo es posible que alguien pueda ocupar tu mente por completo? ¿Que no hagas más que pensar en esa persona constantemente aún sin saber por qué? Y lo peor de todo, ¿cómo puede ser que una sola persona pueda crear en ti tantas sensaciones diferente en apenas tiempo? ¿Amor u obsesión?
Cerré los ojos y puse mis manos sobre ellos. Ni yo me entiendo, ni me aclaro, nada.
Noté que alguien se tumbaba a mi lado, pero no tenía ganas de girarme a ver quien era.
-Pensé que no ibas a venir...- me dijo casi en un susurro.
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THE BIGGEST CHALLENGE OF LIFE IS TO LIVE
RomanceHistoria totalmente ficticia entre Alex, cantautora pendiente de descubrimiento y Malú, famosa cantante española.