2 | Tormenta

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Capitulo dos | Tormenta

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Si hay una palabra para describir mi relación con Fredek sería lealtad, él había visto mi potencial desde el primer instante en que sostuve un arma en mis manos. Era intimo amigo de mi padre y luego paso a ser mi tutor. Nunca me juzgo por nada, me aplaudía mis logros y los compartía con creces.

Sabía que estaba ayudando al próximo heredero de toda la mafia roja, la mafia más sangrienta del mundo. Tengo negocios con todo el bajo mundo, contactos que me sirven para cada misión gracias a Fredek. Si hay una persona importante dedicándose a los negocios sucios, yo tengo negocios con ella. Inclusive la gente honesta se mete en estás mierdas, demostrando mucho el poco moral que realmente tienen.

En el jardín Khristeen pasea, observando con atención todo lo verde que la rodea, el cabello rubio se le mueve con el viento y ella se aferra a su abrigo, sin embargo no se inmuta y sigue ahí, en vez de entrar y ponerse a un lado de la chimenea.
Mis ojos la siguen por todo el lugar al que va, acaricia plantas y huele flores, demostrándome una vez más que no pertenece al mundo en el que nació y eso me lleva a preguntarme la razón por la que dejó su vida en Inglaterra.

- Si la sigue mirando la va a perforar. - ruedo los ojos y me giro hacia James.

- Cuidado, con esos chistes no vayas a volverte payaso en el infierno.

Se ríe, pero mi gesto serio no cambia, muy pocas veces he reído desde aquel día en el que mi vida cambio rotundamente.

- Venía a informarle que el barco llegó con éxito a su destino, toda la mercancía intacta.

- Bien, al fin buenas noticias. - me dirijo hacia mi escritorio para tomar asiento allí. - Llama a Khristeen, que esté dentro, con este frío podría enfermarse y Fredek me asesinaría.

- Si, estoy seguro.

Ignoro su tono de voz irónico y me enfoco en los papeles que tengo en mis manos mientras pienso que si no hubiese nacido en este mundo, sin duda alguna me dedicaría a los negocios.

El área administrativa es algo que me apasiona verdaderamente y gracias a ella tengo distintos bares o discotecas perfectamente posicionadas como unas de las mejores. No fui a la universidad pero estudie lo necesario y día a día voy mejorando.

Sonrío al ver la cantidad de dígitos que entró a mi bolsillo está última semana y un leve recuerdo se hace presente en mi cabeza. Pensando en lo orgullosa que se encontraría ella de mi.

El pensamiento presiona mi tórax y hace que me sienta incómodo, llevo más de la mitad de mi vida sin ella, se fue cuando cumplí ocho, tengo veinticinco, no hay una puta razón para ponerme mal por ello, como si fuese un niño con traumas. Su muerte está vengada y es lo único que importa.

La puerta se abre de golpe y una tormenta me mira con furia, sus pasos resuenan con fuerza a medida que se acerca a mi.

- ¿Te crees mi padre? Ahora ni en tu puto jardín puedo estar, ¿Acaso van a matarme por oler flores?

Masajeo mis cienes mientras la miro, su voz hace eco en mi cabeza y me dan ganas de ahorcarla.

- No. - es lo único que le respondo y eso aviva su ira, puedo ver la llama arder en sus orbes.

- Mejor que no me jodas Zhadánov, no estoy para ello.

- Entonces tu no actúes como una niña con la que debo de ser una niñera.

- Está niña podría meterte un tiro si la sigues molestando. - pone sus brazos en jarra y se me hace imposible no reírme en su cara, por supuesto que eso la enoja más pero mi carcajada no puede parar.

- Me gustaría saber si, siquiera, sabes sostener una pistola. - le hablo cuando logro calmarme, una sonrisa aún bailando en mi boca.

- Luego te lo enseño.

Sale de mi oficina y vuelvo a reír, sin duda alguna sus chistes son mejores que los de James.

(...)

Un mechón de cabello cobrizo me cae por la frente mientras me miró en el espejo, el traje de esta noche está impecable y sin ninguna arruga, lo que sin duda me alegra. Ajusto el reloj antes de colocarme los anillos y salir de la habitación.

El silencio habitual de mi hogar sigue intacto y me alegra que la niña sea silenciosa, pero a su vez me inquieta su silencio, me resulta extraño.

Estoy por salir de la casa ya que estoy llegando tarde cuando un disparo resuena en mis oídos, haciéndome fruncir el ceño y tomar el arma en mis manos yendo hacia el lugar del que viene: el jardín trasero.

Los peores escenarios aparecen en mi cabeza en ese momento, ya puedo ver a la niña tirada llena de sangre y luego el rostro de furia de Fredek cuando se entere.

No me sorprendería tampoco que haya querido aprender a usar un arma y se haya disparado accidentalmente.

Me río internamente imaginandolo pero todo chiste se va al carajo cuando llegó al jardín y la veo parada en medio, con una pistola en sus manos y un hombre muerto a sus pies.

- Hola Nathan, ¿Interrumpí tu noche? Lo siento, solo tenía ganas de desquitar mi enfado con alguien.

Mi mirada se pasea entre ella y el cadáver de uno de mis hombres, por suerte es Jimmy, un incompetente que no sirve para nada.

- Tú no lo hiciste.

Comienza a caminar hacia mi, por un instante me pierdo en el movimiento de sus caderas pero termino embelesado con la tormenta que se desata en su mirada. Como si fuera una bruja, las nubes son grises esta noche.

- Lo hice, para que sepas que a mí no me tiembla el pulso al halar un gatillo. Quizá deberías aprender a no subestimar a la gente. - deja el arma en mis manos y se adentra a la casa, pero en el umbral se voltea nuevamente. - Y lo siento, papi, por no salir abrigada, pero ya me abrigo antes de acostarme en mí hora de dormir.

Siento la sangre fluyendo con furia por mis venas cuando la veo desaparecer en el interior de mi casa, las ganas de ahorcarla que tenía hoy se acentúan. Esa niña está jugando con fuego y da la casualidad de que es mi juego favorito.

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Zhadánov ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora