Dos pasos y un segundo. Solo eso necesito Jeonghan para acercarse y presionar sus labios temerosos contra los del mayor. El valor de semejante acción aceleró su ritmo cardiaco mientras que una de sus manos, temblorosa, se apoyaba en el pecho del mayor.
Solo un segundo más y Seungcheol rodeaba entre sus brazos la delicada cintura del castaño, mientras irrumpía en aquellos angelicales labios que parecían eterno objeto de su deseo. Su respiración se volvía innecesaria mientras acariciaba con su boca el rostro adverso, una y otra vez. Los brazos del mayor los apegaba cada vez más, reduciendo al mínimo cada atómico espacio entre el calor de sus cuerpos. ¿Cómo había sido capaces de pasar tanto tiempo el uno sin el otro? Jeonghan, que ahora rodeaba con los antebrazos el cuello ajeno, sentía su rostro acalorado y un nudo en la garganta.
;
Apenas tenía diez años el pequeño Jeonghan. De cabello castaño y sonrisa tímida. Llevaba un delantal rosa cada vez que ayudaba a su madre en una pequeña panadería de pueblo. En el trabajo tenía tareas bastante sencillas de cumplir, como eran sacudir la barra, traer bolsas nuevas y atender a su compañero de clases que venía cada viernes después de la escuela, Seungcheol.
Cuando el pelinegro de ojos saltones hacia su aparición, las pequeñas manos de Jeonghan se volvían torpes y le era difícil conversar con él, como con cualquier otro chico de su edad.
Aun así, al tímido niño le agradaba su compañero de puesto y decidió que si iba a hacer algún amigo en la escuela, debía ser él. Jeonghan jamás imaginó que Seungcheol sería quien se armaría de valor para pararse frente a él y pronunciar aquella frase que cambio sus vidas:
-Quiero que seas mi amigo
Diez años después, era el mismo chico de cabello revoltoso y tierna sonrisa quien se encontraba de pie frente a él.
-Te necesito.
Y fue así como Jeonghan, después de todo ese tiempo, necesitó únicamente dos pasos. Dos pasos para reducir al mínimo el espacio entre los cuerpos y reunir sus labios con los del mayor a través de un beso.
Seungcheol, que fue atacado con sorpresa, reaccionó casi por reflejo, rodeando entre sus brazos la delicada cintura del castaño mientras irrumpía en aquella angelical boca, el eterno objeto de su deseo. La respiración se volvía innecesaria a medida que acariciaba con sus labios la piel adversa, una y otra vez. Los brazos del mayor apegaban ambos cuerpos cada vez más y Jeonghan, que ahora rodeaba con sus manos el cuello ajeno, sentía el rostro acalorado y un nudo en la garganta debido a la asfixiante cantidad de sentimientos que brotaban de su pecho.
Se separaron un momento, y se miraron a través de una sonrisa. Seungcheol ocultó su rostro en el blanco cuello del menor e intentó procesar lo ocurrido, con la mueca más embobada que jamás se haya visto. Escuchaba el palpitar de ambos corazones y besó la delicada piel del cuello en toda su extensión.
Las mariposas en el estómago del castaño se volvían intensas como un tornado. Un pequeño suspiró resbaló por su labio conteniendo aquel hermoso nombre. "Seungcheol"
Una vez más, el mayor socorrió con sus besos los labios tibios de Jeonghan. Su diestra subió hasta la suave mejilla del muchacho, la que acarició lentamente como si de porcelana se tratara.
-¿Qué estamos haciendo? –La voz risueña del menor sonaba como la canción favorita de Seungcheol, en cualquier momento y lugar.
-Estamos...queriéndonos.
Y por curioso que fuera, eso les bastaba.
El resto del día continuó entre besos repentinos y necesitadas caricias. Eran torpes y risueños. No sabían cómo tratar la inverosímil situación en la que se encontraban.
Cuando llegaron al departamento, apenas podían soltar sus temblorosas manos. Jeonghan sonreía como hace mucho no hacía. Seungcheol también, pero esta vez se trataba de una sonrisa honesta, esa que al castaño le enamoraba.
Sentados en el sillón, el mayor se recostó en este, acomodando el cuerpo del más joven sobre sí mismo y abrazándolo como si de protegerlo se tratara. Le dedicaba una mirada de cachorro a Han, para darle a entender de que requería de un beso suyo inmediatamente. Jeonghan, entre risas, se negaba por completo hasta recibir las amenazadoras cosquillas que el mayor descargaba a los costados de su torso.
Agarró Jeonghan la manta de lunares que acostumbraba su huésped y la extendió sobre ellos cubriendo ambas cabezas.
Una vez más, se encontraban juntos bajo el cielo estrellado más hermoso, a las 5 de la tarde. SeungCheol cerró los ojos y sintió la nuca del menor recostándose sobre su pecho.
-Me gustas. –Indiscretos latidos de ambos.
-Creo que lo noté.
-Me refiero –Y la voz de Seungcheol se volvió poco a poco casi un murmuro.- Una parte de mí, esa del mocoso que era hace diez años... siempre ha gustado de ti. Jeonghan, con la mirada en los lunares sobre él, sintió una calurosa sensación subir hasta su cabeza, la que terminó por convertirse en lágrimas al borde de sus ojos. Sin embargo, no lloró. Solo decidió erguir medio torso una vez más y así acercar su frente a la ajena, seguido del beso más dulce y tranquilo que pudieron darse.
Los siguientes días pasaron rápidos y de la misma manera. En público les era difícil manifestar verdaderas muestras de afecto, pero una vez que se apartaban y refugiaban del mundo, aquellos dos chicos eran felices.
De hecho, no permitían que nada arruinara eso. Ni siquiera la idea de que pronto el pelinegro debería terminar sus vacaciones y volver a su ciudad, lejos, una vez más. Seungcheol sujetaba fuertemente la mano de Jeonghan.
ESTÁS LEYENDO
Always my hero
RomanceA veces, mientras Jeonghan lee un libro o garabatea en sus cuadernos, recuerda fugazmente a su amigo de la infancia. Una sonrisa se dibuja en sus labios y trata de imaginar que será de él, después de que han pasado 10 años. Como iba a saber que Se...