Capítulo 32:

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Ya no podía llorar. Las lágrimas no me salían. Mi corazón estaba rompiendose en pedazos y todo por culpa de mi padre y su ambición con el estúpido dinero.

Me encontraba en el tribunal, mi padre a mi lado sin mirarme y mi madre a su lado, a mi lado derecho estaba el abogado que contrató mi padre.

Me seque una lágrima que bajó por mi mejilla y alcé mi mirada cuando el juez de sentó en su silla. Todos teníamos que levantarnos en respuesta de respeto. El asintió y nosotros nos pudimos sentar.

Ellos hablaban de mi como si yo no estuviese ahí, hablaron de cuando me escape y yo no podía decir una palabra al menos que se me pidiera decir. Todos aquí estaban equivocados y yo no podía resistir las ganas de saber de Justin y de volver a verlo. Por qué sabía que el entraría por esa puerta muy pronto, aunque la manera en la que lo vería fuese esposado gracias a mi padre y su estúpido egoísmo.

- Pueden pasar al demandado, al joven Bieber.

El juez dijo y levanté de golpe mi vista para buscar a Justin, una puerta se abrió y entraron dos guardias agarrando a Justin quien venía con sus manos esposadas y la ropa anaranjada de preso. Ahogue un grito y me levanté, pero la mano de mi padre obligo a sentarme nuevamente en mi lugar.

Justin venía con la cabeza baja y su mandíbula apretada. Me dolía verlo así.

- ¿Es cierto qué usted secuestró a la señorita aquí presente?

El juez dijo. Yo quería decirle miles de cosas pero no se me estaba permitido, no aún.

- No, señor.

Justin dijo. Ese es mi bebé.

- ¿Usted sabía que ella se había escapado de su país?

El juez dijo.

- Si.

Justin dijo.

- ¿Por qué la escondió?

El juez preguntó.

- No la escondí, le di un lugar donde quedarse.

Justin habló. Muy bien.

- ¿Esta seguro de que usted esta diciendo la verdad?

El juez preguntó.

- Muy seguro. Yo no podría secuestrar a la mujer que amo.

Justin dijo y una lágrima cayo por mi mejilla.

- Bien, se puede sentar en su lugar.

El juez dijo, yo me relaje al ver que caminaba a su asiento, apesar de las esposas que tenía puesta en sus manos y pies.

- Señorita Collins, puede ponerse de pie.

El juez me habló, y le hice caso.

- ¿El joven aquí presente la secuestro?

El juez me preguntó. Bufé.

- No, jamás lo haría.

Dije firme.

- ¿Desde cuándo se conocen?

El preguntó.

- Desde hace más de un año.

Le digo.

- ¿Dónde se conocieron?

El preguntó.

- En la universidad.

Le digo.

- ¿Esta usted consciente de los problemas en los que se ha metido por haberse escapado?

Acepta que nos enamoramos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora