Mirarla era como admirar una obra de arte. Jude bailaba en el medio de la pista, con los ojos cerrados y las manos dibujando figuras en el aire, tan metida en su mundo. Tomaba un sorbo de un vaso y lo dejaba arriba de una mesa. Y seguía girando y perdiéndose en la melodía, su vestido rojo bailaba con ella. Jude era de esas personas que cuando te piden que las describas simplemente no podes, ella era tantas cosas.
Es muy fácil describirla físicamente teniendo en cuenta que paso cada segundo que estoy con ella observándola. Mide exactamente 1,55 m, cintura pequeña y piernas que se mueven de una forma mágica, cabello castaño por arriba de los hombros, ojos verdes, y labios rojos como una frutilla.
Pero si tuviese que describir su forma de ser me quedaría corto de palabras. Porque Jude puede ser una brisa de verano o una tormenta eléctrica al mismo tiempo. Creo que su mayor problema es que siente las cosas de una forma en que nadie más lo hace, es una persona altamente sensible, siempre supuse que es porque es una artista.
A veces parece que fuese bruja, porque Jude lo sabe todo y siempre tiene una opinión que dar, aunque a veces se las guarde. Puede saber si estoy triste, en que estoy pensando y que voy a decir. Sabe que va a ocurrir antes de que pase y con una mirada, solo con una mirada, hechiza a cualquiera.
Se recostó en un sillón al otro lado de la habitación y le dio un gran trago a su daikiri. Me miró fijamente con sus ojos gigantes y recostó la cabeza en su mano. Pasó la lengua por sus labios rojos y sonrió pícaramente. Por favor, ella no pertenece aquí, ella tiene que estar en el Louvre.
Se levantó y vino corriendo hasta mí, tomó mi mano después de darme un beso en la mejilla. Salimos al patio y nos sentamos en el borde de la pileta, donde Jude sumergió sus pequeños pies y se acostó con los brazos abiertos al cielo mirando las estrellas. Sabía que haría eso.
Hice lo mismo que ella. Se reposó en mi pecho y la abracé. Estuvimos unos minutos callados hasta que su suave voz habló:
-Sé que la vida tiene que seguir. Sé que la noche tiene que terminar para darle la bienvenida a un nuevo amanecer, sé que los meses pasan y empiezan nuevos, y los años cambian. Pero hoy me quiero quedar para siempre en este momento.
Me miró con sus ojos a los que no me puedo resistir, siempre un poco más brillosos de lo que deberían estar.
Sabia de lo que íbamos a hablar, nosotros. Más específicamente de lo que pasaba entre nosotros, los besos, los abrazos, lo que sea que todo eso era. Jude y yo nos habíamos besado más de una vez, experiencia de la cual tendría que escribir un libro aparte para poder explayarme.
Siendo sincero, sabía muy poco acerca de Jude, pero sabía lo suficiente como para entender que la mayoría de las veces las cosas no estaban bien con ella. Pero nunca la había visto como en ese momento. Parecía más chiquita de lo que era, parecía más confundida, más mágica, más inefable. Más Jude.
Se sentó y agachó la cabeza. Ahora entendes? Jude pasa de ser fuego a ser lluvia en un instante.
-Tengo miedo. Tengo miedo de estar enamorándome de vos.
Jude, corazón, ¿Cómo puede asustarte una cosa tan pura y perfecta como el amor? Pero todo tenía sentido para mí, porque Jude nunca había sido amada. Ojalá pudiese seguir con eso que hacíamos, esa distracción que teníamos para ser parte de lo normal. Pero Jude no era un pasatiempo, no era algo pasajero, no quería que lo fuese. Ella no era una chica cualquiera.
-Jude, ¿Qué estamos haciendo?
Mi mente analizó los siguientes minutos en segundos ¿Qué hago con Jude? ¿Qué hago mirándola a escondidas si la quiero en todos lados? ¿Qué hago diciéndole amiga si me mueve el mundo? ¿Qué hago que no la estoy besando en este momento exacto? ¿Qué somos?
Sus labios tenían sabor a daiquiri de frutilla, y aunque no era la primera vez que los había besado esta vez lo hice como si fuese la última. Volví a sentir su piel de algodón y su perfume de rosas, y la suavidad de sus labios de frutilla ubicó todas mis estrellas. Jude, eras fuego, eras agua, eras brisa, eras tormenta. Eras todo. Nos separamos acelerados, respirando el aire que había entre los dos. La volví a besar como si ella fuese el aire que mis pulmones necesitaban en realidad.
-No quiero.
La besé.
-Pasar un minuto más.
La besé.
-Sin decírtelo.
Y la besé.
-Jude, ¿querés ser mi novia?
Y me besó.
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Los Chicos de los Corazones Rotos se Enamoran.
RomanceEllos no se conocen entre si. No saben nada el uno del otro. Pero de alguna forma siempre se andan buscando. Y hay una sola cosa que tienen en común, todos tienen el corazón roto. Y todos estuvieron, están o estarán enamorados. Esa noche los chicos...