Dicen que la vida nos da lecciones para hacernos más fuertes, pero cada vez que recordaba este dicho, sólo tenía entre mis pensamientos desesperados gritos callados que hacían darme cuenta que día a día me sentía más débil, inútil y desorientado.
Sostenía entre mis manos tu libro de apuntes favorito, aquel que llevabas de un lado a otro, hasta hoy. Lo abrí y una lágrima que recorrió por mi mejilla, llegó a salpicar sobre una palabra escrita con tu desordenada letra: gor, que desaparece con la tinta, ahora ilegible, como desapareció de la noche a la mañana nuestro amor; claro, sí es que alguna vez existió.
Nunca pude despertar porque nunca llegaba a dormir. Los días eran tan largos y melancólicos, envueltos en el feroz frío que acompañaba la época invernal, que precisamente, no podía dejar de olvidar ya que por estos mismos días de años atrás, te conocí como una casualidad: la mejor de las casualidades que me podrían tocar vivir, una cita pactada con algunos empresarios cancelada frente a tu habitual visita de los viernes por la noche a un restaurante de la ciudad con amigos que aún no llegaban al lugar, bastaron para cruzar una mirada de aquellas que nunca podrías olvidar; pero la olvidaste.
El aroma a café y las colillas de los mil y un cigarrillos que alimentaban mi alma destrozada por tus recuerdos, podrían reconocerse a miles de kilómetros porque no tenía la intención de continuar progresivamente con mi vida.
¿Por qué debería seguir llorando una traición? Porque eres el amor de mi vida. Me enseñaste a amarte pero te olvidaste de dejarme anotado en tus coloridos apuntes cómo olvidarte.
Pero, así como dicen que la vida nos da lecciones, también nos da retribuciones: y aquí radica mi esperanza en dejarte como un recuerdo que me hizo tan felizmente infeliz; y aunque parezca increíble, no necesité a nadie más para olvidarte, me necesitaba a mí mismo.
Aprendí que la única manera de afrontar mis problemas recaía en la propia intención que tenga uno mismo para encontrar la resignación y el amor propio, que muchas veces dejamos de lado al sobreponer la importancia de las personas. Sé que para mí, nadie es más importante que yo; y lo sé porque lo digo yo.
A pesar de que las heridas del alma nunca cicatrizan y mucho menos cierran o se olvidan, sé perfectamente que vivimos para equivocarnos y sí no aprendemos a perdonar los errores de los demás, no vamos a alcanzar la plena felicidad, que espero algún día logres, pues logré entender que no te perdí, me perdiste; y no siempre encontrarás a un imperfecto loco enamorado que entregará su vida por ti.
Cerré tu libro y abrí la ventana de la ilusión bajo la fe de la esperanza. Aquella noche pude dormir, pude soñar, pude vivir; aquella mañana pude despertar, pude actuar, pude ser feliz.

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T̶e̶ ̶p̶e̶r̶d̶í̶. Me perdiste.
Short StoryA veces sólo basta encontrarse a uno mismo para dejar de buscar el amor en los demás.