Louis. La mañana después

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 Por la mañana, me despierto antes que él y permanezco un rato más acostado, disfrutando de la sensación del brazo que me envuelve y del sonido de su respiración. Está tan quieto y callado que apenas lo reconozco. Observo que sus párpados se mueven en sueños y me pregunto si estará soñando conmigo.

Cuando abre los ojos, estoy apoyado en un codo, mirándolo.

—Eres de verdad —dice.

—Soy yo.

—No eres un efecto gravitacional de Júpiter-Plutón.

—No.

—En este caso —esboza una sonrisa maliciosa—, he oído decir que Plutón, Júpiter y la Tierra están a punto de alinearse. Me pregunto si te apetecería acompañarme en un experimento de flotación —dice, atrayéndome hacia él.

Y entonces caigo.

Es de día.

Y está saliendo el sol.

Y el sol se ha puesto en algún momento y yo no he vuelto a casa ni he llamado a mis padres para decirles dónde estaba.

—Es de día —murmuro, y creo que voy a vomitar.

Harry se sienta. Se ha quedado blanco.

—Mierda.

—OhDiosmíoDiosmíoDiosmío.

—Mierda, mierda y mierda.

Nos vestimos y salimos en un abrir y cerrar de ojos, y llamo a mis padres mientras Harry fulmina récords de velocidad para seguirme.

—¿Mamá? Soy yo.

Al otro lado de la línea, rompe a llorar, y entonces se pone mi padre y dice:

—¿Estás bien? ¿Estás sano y salvo?

—Sí, sí. Lo siento. Ya voy. Ya casi he llegado.

En cuanto doblamos la esquina de mi calle veo un coche de policía estacionado delante de la casa.

—Dios mío —exclamo, tapándome la boca con las manos.

Harry no ha dicho ni una palabra, tal vez porque está concentrado en la conducción. Frena en seco y salimos del coche dando un portazo. Corremos por el camino de acceso. La puerta de casa está abierta de par en par y oigo voces dentro, subiendo de volumen y bajando a continuación.

—Será mejor que te vayas —le digo—. Deja que hable yo con ellos.

Pero en ese momento aparece mi padre y parece que haya envejecido veinte años de la noche a la mañana. Me examina la cara con la mirada, para ver si estoy bien. Me atrae hacia él y me abraza con fuerza, asfixiándome casi. Entonces dice:

—Entra en casa, Louis. Despídete de Harry.

Lo dice como si fuese definitivo, como si quisiera decir «Despídete de él porque nunca más volverás a verlo».

Oigo que Harry, detrás de mí, dice:

—Hemos perdido la noción del tiempo. No es culpa de él, sino mía. No le eche la culpa, por favor.

Ha aparecido también mi madre, y un policía uniformado, y luego otro. Le digo a mi padre:

—Él no tiene la culpa.

Pero mi padre no escucha. Sigue mirando a Harry por encima de mi cabeza.

—Yo me largaría de aquí de estar en tu lugar, hijo.

Viendo que Harry no se mueve, mi padre hace el gesto de ir hacia él y tengo que impedirle el paso.

—¡Calmate!

Mi madre le tira del brazo para que no pueda superar el obstáculo que yo le interpongo y abalanzarse contra Harry. Los policías ocupan la escalera y todo el mundo empuja a mi padre para meterlo en casa, y entonces mi madre, casi estrangulándome de lo fuerte que me abraza, rompe a llorar. No puedo ver nada porque estoy asfixiada una vez más, y al final oigo que el coche de Harry se pone en marcha y se va.

Dentro, después de que los policías se hayan ido y mi padre y yo hayamos conseguido, de un modo u otro, calmarnos un poco, me siento delante de ellos. Mi padre es el único que habla mientras mi madre mira al suelo después de haber dejado caer las manos muertas sobre el regazo.

—Ese chico es problemático, Louis. Es impredecible. Ha presentado cuadros de violencia desde pequeño. No es el tipo de persona con quien deberías compartir tu tiempo.

—¿Quién te ha dicho todo esto?

—Su padre.

—¿Cómo...? —Pero entonces recuerdo la conversación que mantuvieron Harry y mi padre mientras compartían un plato de gofres—. ¿Has llamado a los Almacenes Styles?

En vez de responder, dice:

—¿Por qué no nos contaste que era el chico del campanario?

—¿Cómo...? ¿También te ha contado eso su padre?

—Llamamos a Niall para ver si estabas en su casa, o si te había visto. Nos dijo que lo más seguro era que estuvieras con Harry Styles, el chico al que le salvaste la vida.

Mi madre tiene la cara empapada de lágrimas, los ojos rojos.

—Louis, no pretendemos ser los malos de la película. Solo intentamos hacer lo mejor.

«¿Lo mejor para quién?», me gustaría decir.

—No confian en mí.

—Sabes que eso no es cierto. —Mi madre está herida y enfadada—. Creemos que, teniendo en cuenta la situación, hemos sido más que comprensivos. Pero tienes que pararte un momento a pensar el porqué de nuestra postura. No pretendemos ser sobreprotectores y tampoco pretendemos ahogarte. Lo único que queremos es que estés bien y a salvo.

—Y que no me pase nada como lo que le pasó a Lottie. ¿Por qué no me encierran dentro de casa para siempre para no tener que preocuparse nunca más?

Mi madre mueve la cabeza en un gesto de preocupación. Entonces mi padre insiste:

—No lo verás más. Se acabó lo de pasarse el día dando vueltas por ahí en coche. Hablaré con tu  profesor el lunes si es necesario. Puedes hacer una redacción o lo que sea para compensar lo que falte de trabajo. ¿Me he explicado bien?

—Circunstancias atenuantes.

Ya estamos otra vez en lo mismo.

—¿Perdón?

—Sí. Te has explicado bien.

Desde la ventana de mi habitación veo que los policías suben al coche patrulla. Permanecen sentados allí un buen rato y me pregunto si es que están obligados a hacerlo, tal vez para asegurarse de que no nos matemos entre nosotros. Me quedo mirando hasta que el coche se pone en marcha y se van. 

Las voces de mis padres continúan rugiendo abajo y sé que nunca jamás volverán a confiar en mí y ahora no podré ver a Harry.

Broken Soul (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora