El hermano perfecto

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Ahí, con el cabello azabache y brillando salpicado de estrellas, igual de deslumbrante que la sonrisa, sentado frente a un plato de panqueques con jarabe derramándose por los costados, su hermano lo miraba como si no hubiera un océano separando sus cuerpos y sus espíritus.

—¿JunSeo hyung?

Sus pies se movieron por voluntad propia, sus manos tocaron su rostro, recorrieron su cuello, estrujaron su pecho, rodearon su cintura y se unieron en su espalda, necesitaban sentirse y confirmar que era real, de carne y huesos, no una ilusión. Se aferró a su ropa con fuerza, fundiéndose en la calidez de los brazos de su hermano mayor. De su extrañado hermano mayor. De su amado hermano mayor.

JunSeo lo sostuvo de igual forma, apretándolo contra su cuerpo hasta asfixiarlo, como si realmente lo hubiera extrañado.

Más pronto de lo esperado, se separaron. La mirada de Zelo estaba quebrada por las lágrimas que se derramaban por sus mejillas y a JunSeo el llanto lo sonrojaba.

—Hyung —masculló con la voz temblorosa y escondió el rostro en el cuello de su hermano, siendo JunSeo unos centímetros más bajo que él.

—También te extrañé, Junnie.

Durante eternos minutos inhaló el aroma de su hermano, la lluvia y su perfume impregnado en sus prendas. Se abrigó en su calor y recordó todas las razones por las que había sufrido su partida. Teniéndolo ahí, entre sus brazos, no importaba el tiempo que había pasado, por fin estaba de vuelta.

—Extrañar es poco si quieres describir lo que fue este infierno.

Los panqueques quedaron olvidados sobre la mesa, YongGuk y la noche anterior pasaron a segundo plano, la voz de su madre llamándolos se silenció con el reencuentro de los hermanos Choi. Y Zelo podía jurar que no habría sido así si YongNam hubiese estado vivo aún.

—El viaje fue largo. —JunSeo lo empujó suavemente contra la mesa para que se sentara frente a un plato de panqueques humeantes—. Y tengo hambre.

JunHong soltó una risa baja y se secó las lágrimas. Su madre, desde su puesto, los miraba emocionada.

No se sintió capaz de comer esa mañana, había algo tan irreal e ilusorio en ese desayuno que pensaba que moriría en cualquier momento. Su madre sonreía como una madre orgullosa, JunSeo le compartía historias de sus vivencias en Canadá y le entregaba los saludos de su padre. Los tres sonreían y compartían un desayuno por primera vez en sus vidas.

Ellos nunca había sido una familia unida, su madre no había sido una mamá modelo ni JunSeo un gran ejemplo de hermano mayor, pero en ese momento se sentían como una familia de postal navideña.

—¿Qué le pasó? —preguntó JunSeo cuando su madre se levantó y retiró la loza sucia de la mesa, diciendo que limpiaría al volver y llevaría algo para celebrar.

JunHong se encogió de hombros y esperó a que la mujer desapareciera por la puerta principal antes de hablar.

—Creo que se sintió culpable cuando te fuiste.

JunSeo frunció el ceño y JunHong se sumergió en las memorias de esos días, lejanos y dolorosos. Había tanto ahí que no quería volver a vivir y tampoco quería pensar en JunSeo yéndose nuevamente.

—Se suponía que volverías para ir al ejército, no antes.

No quería pensar en la soledad y el abandono.

Su madre nunca fue una mujer hogareña ni una madre cariñosa, no que él recordara. JunSeo solía decir que el divorcio la volvió así, fría y despreocupada, que antes había sido amorosa, una verdadera madre, pero JunHong no tenía esos recuerdos, había sido demasiado pequeño para darse cuenta y recordarlo.

Requiem [BangLo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora