—¿La ves?
Un chico de cabello castaño hablo con cierto disimulo con un hombre grande a su lado, sin pasar más allá de los treinta y tantos años de vida. De un semblante casi idéntico al del pequeño estudiante que miraba tras la ventana del colegio, aquellas puertas de hierro que recibían a varios compañeros suyos a la primera hora de la mañana.
—Si quieres la retengo un tiempo para que se vallan juntos.
—No digas tonterías tío... —Rio un poco buscando aun impaciente—. Lloverá pronto y no creo que ninguna chica quiera pasear conmigo esta tarde.
* * *
La lluvia la empapaba. Sabía que si no se aproximaba a alguna manta que la protegiera, terminaría realmente a la merced de alguna enfermedad y peor aún, con algún regaño prominente de su madre al llegar a casa totalmente bañada por el agua sucia que caía con fuerza por las calles.
—Ok, ahí voy.
Así que no dudo ni un minuto más y entre las calles, a Alba se observo correr con su mochila por su cabeza. Intentando, falsamente, encontrar otro lugar para tomar el aire, sacudirse un poco y volver a la marcha para traspasar tal vez, media ciudad con aquel obstáculo imposible de parar con las manos.
¿Destino?
En ese preciso momento, otro chico divagaba con la misma suerte. Corría literalmente a la par de la chica, que, a pesar de que chillaba por su cabello mojado, no la escuchaba por estar metido inconscientemente en sus pensamientos.
Así que lo que tenía que pasar, ocurrió. Alba salió disparada al piso al igual que Alexander, que, con un tono medio molesto, observo su pantalón oscurecido por el travieso asfalto inundado de líquido semi transparente.
—¡Fíjate por dónde vas!
Alexander volteo al frente, notando por fin a la chica que le hacía pelea para conseguir un lugar para acobijarse. Sus ojos notaron la figura alterna y femenina que denotaba un disgusto al borde de lamentos y lagrimas.
—Lo siento. —La chica aun se sobaba el trasero adolorido, sin siquiera mirar al frente—. No te vi.
El chico propietario de aquellos orbes verdes analizo a con quien había tropezado. Aquel cabello largo y mirada angelical entorpecía sus movimientos. ¿Quién era? ¿Por qué es que se le hacía tan familiar? Las preguntas lo ensordecieron y al termino de unos cuantos minutos, la caballerosidad mantuvo su presencia.
Se paro con suma energía sin importarle su mochila y, postrándole una mano como apoyo, le ofreció el separarse del agua para no mojar más su falda escolar.
La chica sintió la palma aproximarse y sin más reparo, miro al frente, topándose finalmente con aquellos ojos de los cuales siempre había visto en el colegio, de aquel chico del cual siempre había estado enamorada.
Su rostro se torno tan rojo como el rubí y sus ojos, de tan igual color a los de Alex, se mantuvieron cabizbajos a la hora en que su mano tocaba con la otra.
—Gracias.
El hilo de su voz femenina se meció en al aire, mientras el agua acorralaba todos los sentimientos que la pequeña niña empapada trataba de reprimir, sintiendo en su pecho aquellas grandes estocadas de amor que se reencontraban al borde de sus ojos sorprendidos y mas rojo rostro.
—No hay de que —contestó con cortesía—. ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien. —Una sonrisa tímida se aproximo en los labios de Alba— ¿Cómo te encuentras tu?
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Lluvia de amor
Short StoryNo dudo ni un minuto más y por entre las calles, a Alba se le observo correr con su mochila en su cabeza. Intentando, falsamente, encontrar algún lugar para tomar el aire, sacudirse un poco y volver a la marcha. Pero las cosas no siempre suelen ser...