Le sonreí al mozo y tomé una copa con una liquido rosa de su bandeja. Miré a Lizz y tomé todo el contenido en un solo trago.
– Cálmate McElroy, no querrás armar una escena –bromeó. Según había escuchado, la ceremonia aún no iba a realizarse, no sabía por qué, pero estuve a punto de hacer un baile cinco minutos cuando lo escuché. Eso me daba algo más de tiempo antes del Sí, acepto. Estábamos sentadas en una mesa alejada de la mesa principal, donde estaban los novios y sus familiares más cercanos. Intenté que Justin y Katherine no nos reconocieran. Ryan quedó mudo cuando vio a Lizz y lo amenace para que no le diga ni una palabra a su amigo de nosotras. Ryan le echaba algunas miradas intensas a Lizz y ella lucía como si no pueda notarlas. Yo solo me dedicaba a rodar sus ojos, eran tan patéticos.
Todo el mundo estaba entretenido en su plato y entablando alguna conversación sin sentido con el de al lado. Justin estaba nervioso, ya que no había dejado de morder sus uñas en toda la cena.
– ¿Cuándo vas a decirle que lo amas? ¿Ahora o cuando esté en su luna de miel?
– No sé qué debo hacer –le contesté a Lizz– Tal vez deba dejarlo todo y…
– ¡Claro que no! –Dio un gritito ahogado– Ya estamos aquí, no hay marcha atrás.
– ¿Y qué quieres que le diga? –Ya estaba empezando a desesperarme– ¿“Hola, estoy aquí porque te amo y quiero que estés conmigo”?
– Algo es algo…
– No puedo.
– Mira el lado positivo. Los padres de Katherine y los familiares más apegados a ella se han ido.
– ¿Qué?
– No lo sé, solo sé que no están, Ryan me mando un texto y dijo que tenían que salir por un tema personal, no me dijo que era pero…
– ¡Espera! ¿Ryan te mando un texto? –se sonrojó.
– Era para avisarnos –se excusó. Claro.
– Lo que sea ¿Qué se supone que debo hacer ahora? –el tono de llamaba de mi celular no le dio tiempo a contestar. Conteste.
– Jane-Anne.
– Hola preciosa –dijo una sexy voz ronca.
– ¿Quién es?
– El rubio de tu corazón –tuve que cubrirme la boca para no soltar una gran carcajada.
– ¿Qué quieres Ryan? –pude sentir la mirada de Lizz sobre mí.
– Tengo un plan linda, ¿te apuntas? –la miré.
– ¿Qué tienes en mente?
* * *
– Justin, necesito que me ayudes con algo –voltee a ver a Ryan parado detrás de mí– Ahora –aclaró. Me hizo una seña para que me levantara. Voltee a mirar a Katherine.
– Solo será un momento cariño –ella asintió. Me levanté y seguí a Ryan hasta el parque– ¿Qué quieres?
– Solo sígueme.
– ¿Al menos me dirás a dónde vamos? –él no dijo nada y solo se dedicó a caminar. Llegamos hasta la mitad del gran jardín donde haríamos la ceremonia. Dejo de caminar y se colocó frente a mí.
– Aquí estamos –extendió sus brazos.
– ¿Qué hacemos aquí? ¿Fumar yerba? –bromee.
– Me gustaría, no es una mala idea, pero no. Es algo que también te hará feliz y ver unicornios –sin decir más comenzó a caminar para alejarse de mí.
– ¡Ryan! ¡Eh Ryan! –él no contestaba. Pero qué…
– Hola Justin –me quedé quieto en mi lugar y todas las ganas de seguir a mi amigo se fueron con él. Voltee lentamente para comprobar que esa voz no era producto de mi imaginación y si estaba aquí.
– ¿Anne? –pregunté sin aliento. Ella sonrió y se quedó en su lugar. Estaba a unos metros de mí. Sentía mi sangre caliente recorrer por mis venas, mis manos sudaban y… ¡Diablos! Me sentía como un crio de quince.
– Vine, como lo pediste –Si lo hizo. Si leyó la carta. Quise avanzar pero ella levantó su mano para que me detuviera– Sabes Justin tengo tantas ganas de… golpearte.
De acuerdo, no esperaba que dijera eso.
– Me engañaste como a una niña –soltó con amargura, si, merecía todo lo que dijera–, pensé que realmente me querías, pero no, estaba equivocada. Solo era una aventura. Dios, quedé como una estúpida –soltó una carcajada irónica– Te odie Justin, te odio por todo lo que me hiciste, y te odio hasta ahora. Eres lo peor que me ha pasado en la vida.
Jamás había llorado por una mujer, pero sentía las lágrimas caer por mis mejillas. Lo merecía, merecía cada palabra que ella diciendo ahora, por imbécil.
– Jugaste conmigo ¡Hiciste que me enamorara de ti! ¡Eres un maldito idiota! –baje la cabeza para no mirarla. No podía. Alejé algunas lágrimas y vi como ella se acercaba a mí. Ahora viene el golpe– Eres el imbécil más grande que conocí en mi vida. Y yo también por quererte –su voz se suavizo y levante la cabeza para mirarla. No pensé que estaba tan cerca de mí. Mis pulsaciones seguramente estaban en las nubes. No sé si era por el amor que le tenía, o el miedo a que noqueara en unos segundos– Y quiero que seamos imbéciles juntos –hizo algo que pensé que no haría de nuevo. Me sonrió. Era una verdadera sonrisa. Sincera. No era una de esas irónicas que vienen antes del golpe.
– Yo… yo… –odio balbucear.
– No tienes que decir nada, Justin. Lo dijiste todo en la carta, ahora quiero decirte mi parte. –tomó un largo respiro y comenzó. Nunca estuve tan nervioso– No te conozco, solo estuvimos un tiempo “juntos” –rodó sus ojos con diversión– Pero créeme cuando te digo que te quiero, y demasiado. Eres el idiota más lindo que conocí, y no me interesa tener que arruinar toda una boda solo para estar contigo, hare lo que sea. A sí que, te propongo algo; quiero conocerte y sé que tú también, quiero que vuelvas a Londres conmigo. Sé que no tengo el dinero ni la belleza de Katherine pero…
– Hey, no digas nada –la callé, ella me miró sorprendida. Me acerqué a ella lo suficiente como para acariciar su mejilla– Me convenciste con el “seamos imbéciles juntos” –ella sonrió con lágrimas en los ojos y acabó con los pocos centímetros que había de distancia entre nosotros para juntar sus labios con los míos. Y era todo lo que necesitaba.
Fin.