La noche aspiraba a ser fría, eran las seis de la tarde y el sol parecía comenzar a ocultarse entre las nubes y la oscuridad del cambio nocturno, mientras que las calles poco a poco parecían ser desalojadas por la gente: los puestos se veían más vacíos y entre más minutos pasaban, menos gente se veía que iban por las avenidas, lo que me daban un gran apoyo para poder correr junto con mi novio entre los callejones.
— ¡Espera Elliot! —mis piernas comenzaban a parecer tambalearse de tanto correr.
—Andando, ¿piensas quedarte aquí y que algún soldado te lleve presa? —eso era cierto, al caer la noche ya a las siete y media, los soldados pasaban en toque de queda para buscar a aquellos que ya no habían cumplido su propósito de amar y buscaban ser fugitivos, y aunque nosotros no fuéramos rebeldes o condenados, era mejor quedarse en casa para evitar ser víctima de alguna bala perdida o ataque.
Pensar en lo peligroso que era seguir aquí me dio ánimos de seguir adelante, aunque Elliot en cierto punto dejo de correr y se mantuvo a mi lado: primero que nada, él era mi novio, Elliot Murphy, hace algunos meses ya había cumplido los dieciocho años, y bueno de mi parte, mañana era mi cumpleaños, así que mi vida comenzaría a avanzar o quizá comenzaría a terminar si de mala gana Elliot no era quien estaría a mi lado el resto de mi vida. Comenzaban a encenderse los faros de las calles y como no había mucho transporte, el semáforo parpadeaba con su luz amarilla a todas horas, dejándome ver varias veces al minuto su reflejo en los ojos negros de Elliot, aunque él seguía a paso apresurado.
Parecíamos ya estar cerca de la casa de mis padres, Elliot no dejaba de silbar con grandes ánimos mientras atravesábamos la calle, a mí me parecía bastante agradable verlo animado, hasta que escuchamos los pasos de alguien correr en una calle que quedaba paralela a donde íbamos nosotros caminando, lo que nos hizo a ambos detenernos un segundo, no sabíamos que es lo que había sido o por qué alguien correría con tal desesperación y velocidad a estas horas. A pesar de que Elliot decidiera atraerme a él por cualquier cosa, yo me solté y decidí separarme de él y echar un ojo a aquella calle, aunque estaba bastante oscura y deshabitada aparentemente, era más como un callejón, ya que el espacio no era muy amplio y al final parecía haber una reja.
—Aspen, es mejor que nos vayamos. —me tomó de la mano pero yo no hice caso a sus palabras, de hecho fue como si hubieran entrado por un oído y salido por el otro en el momento de ser pronunciadas.
— ¿Qué es esa reja?
—Estoy seguro de que es alguna casa abandonada. Andando, casi son las siete. —sin embargo no me jalaba para que nos fuéramos, así que quise entrometerme al callejón. —Aspen, vuelve acá.
—Vamos, no creo que sea tan malo. —comencé a ver a mi alrededor y ni siquiera parecía haber cámaras como en otras calles.
— ¿Por qué eres tan necia?
—Porque si no fuera por mi, tu vida sería aburridísima. —aparentemente Elliot ya me había seguido el paso. —Espera.
Me detuve en seco porque vi una tarjeta de identificación de algún hombre, entonces la levanté y estaba a nombre de Duncan Graham.
—Quizá pertenece a quien salió corriendo.
—No lo sé, pero sería mejor si la llegáramos a entregar o... —entonces cuando seguía hablando, del techo de la casa de un lado un hombre de capucha negra saltó y quedó en cuclillas a mi lado.
—Suelta eso, mujer. —arrebato aquella identificación de mis manos, aunque por un momento lo miré, apenas y podía ver sus facciones por la oscuridad pero noté que tenía una cicatriz en la ceja que casi llegaba a su ojo izquierdo, momentos después escaló la reja para después de allí caer y por detrás de ella se me quedo viendo. —Es mejor que se vayan de aquí y olviden esto. No deben volver por aquí.
—Andando Aspen... —Elliot tomó mi mano para jalarme y me retuve.
— ¿Qué es allí adentro? ¿Y por qué no podemos volver?
—Eso no te importa, así que andando. Vete y en verdad más vale que no te metas en estos asuntos. —el misterioso caballero corrió hacia las hierbas que cubrían la visión a un más allá de los barrotes y me quedé con aún más dudas que antes, pero ahora sí decidí en retomar mi camino con Elliot.
Ya eran las siete, así que volvimos a incorporar a nuestro ritmo el correr a mi casa para que llegáramos sanos y salvos este día, pues quería vivir para mis dieciocho años; cruzamos la cerca de mi casa y al abrir la puerta todo se veía oscuro, aunque las luces se prendieron de la nada y mis padres junto con dos amigas salieron de allí.
— ¡Sorpresa!
—Feliz cumpleaños, Aspen. —primero llegó mi mejor amiga, Darcy, una morena de ojos esmeralda y cabello rizado que había conocido en mis tiempos de estudios.
—Lamentamos estar aquí tan tarde, pero tus padres insistieron y bueno, todo sea por ti. —y luego me abrazó Juno, una chica con unos bellos ojos cafés rasgados, cabello negro y completamente liso.
—Me encanta la idea de que estén aquí hoy. —entonces al terminar de hablar dirigí mi mirada a mis padres y los abracé a ambos. —Gracias en verdad por todo esto y por todo.
—Sabes que nosotros daríamos hasta nuestra vida por ti, mi pequeña cereza. —mis padres me decían cereza ya que yo era pelirroja, y agradecía que fuera cereza y no zanahoria.
—Y lo que más nos duele es que mañana ya nos separen de ti. —mi madre me abrazó y yo a ella.
—Vendré con ustedes cada que sea posible.
Y sí, al cumplir los dieciocho años, todos los jóvenes eran movidos a distintas zonas residenciales en la ciudad donde compartíamos habitación con alguien más, pero el lugar donde vivíamos dependía de nuestra zona de donde habíamos nacido, en este caso me tocaban los departamentos de la zona A, el mismo sitio donde vivía Elliot, pero él ya tenía su habitación compartida con otro chico que era su mejor amigo, Owen.
—Espero te toque con una chica o me podré muy muy celoso. —terminé de abrazar a mi madre y Elliot se reconfortó abrazándome ahora él.
—Y si es un chico, debes mantenerte tranquilo, porque yo no amo a nadie más que a ti.
Mis amigas aún no cumplían la edad debida, les faltaban dos o tres meses para por fin mudarse, entonces podrían venir a ver a mis padres tan siquiera, pues después de todo se llevaban bastante bien.
—Helen, ¿Puedo tomar un pedazo de pastel? —y sí, hasta le hablaban a mi madre y a mi padre en segunda persona.
—Adelante, vamos ya a comer todos pastel y mañana todos brindaremos por ti Aspen.
—Gracias mamá, papá. En verdad es muy lindo todo esto. —Elliot, yo y las chicas, nos acercamos a la mesa donde todos tomamos asiento y nos pusimos a comer pastel.
Todo estaba perfecto, aunque en el interior, me estaba muriendo de miedo por que llegara mañana, después de todo, yo no me catalogaba como una chica del todo independiente, pues mis padres siempre me habían protegido y consentido con lo que ellos podían conseguir, pues afortunadamente mi padre tenía un buen papel en su trabajo de campo y le pagaban con buen salario, mientras que mi madre se dedicaba a cosechar sus propias verduras y venderlas con los vecinos de nuestra zona, por ello ellos podían comprarme cosas y en general a los tres, pues sin sus esfuerzos, viviríamos en la ruina o bajo tierra como mucha gente ha acabado.
La tarta me daba un buen sabor de boca, de forma real y retórica, era quizá la mejor forma por la cual recordaría a las personas que más amo, pues no sabía cuando sería la próxima vez en la cual yo llegaría a verlos tras mudarme, así que quería grabarme cada momento que sucedía en esta casa en mis últimas horas de pasarla aquí, creo que ni siquiera tenía ganas de dormir, y mucho menos porque mis amigas se tendrían que quedar aquí esta noche por el toque de queda, al igual que Elliot.
Mi padre nos dio la idea de ponernos a jugar cartas o con algún viejo ajedrez que teníamos por ahí que perteneció a mi abuelo, así que nos fuimos a mi habitación y nos sentamos todos en el suelo. Mi casa no era del todo lujosa, quizá era de dos pisos, pero no teníamos grandes lujos y eso no nos importaba; Juno invitó a Darcy a sentarse a su lado para dejarme a mí con Elliot, así por cualquier juego nosotros podríamos ser equipo.
—Darcy, ¿crees tú ya conocer a tu alma gemela? —dije al mover mi pieza de ajedrez.
—No lo sé, y aún ni siquiera cumplo años, así que sería interesante llegar a mi cumpleaños número diecinueve y ver que crecí, entonces me dedicaría a buscar quién es mi amor verdadero. —decía soñadora mientras que Juno jugaba conmigo al ajedrez.
—Elliot, ¿qué se siente tener dieciocho años?
—Bueno, me da miedo tener dieciocho, es como sentirte entre la espada y el abismo, no la pared, el abismo. —dijo riendo y lo miré con la boca torcida.
—Bueno, en cierta parte también me da miedo.
—Pero confió en que en cuanto pase un año más, nosotros ya nos veamos diferentes. —tomó mi mano y le sonreí.
—Te prometo que sí. —en verdad deseaba poder envejecer a su lado, y no quería nada más que eso.
El partido de ajedrez parecía eterno así que lo dejamos de lado un momento y nos pusimos a acomodar las cosas para ver cómo íbamos a dormir cuatro en una habitación, aunque le dije a Juno y Darcy que ellas se quedaran en mi cama mientras que Elliot y yo en el suelo con alguna colchoneta y una cobija seriamos felices. Mis padres sin habernos ofrecido nada antes, nos llegaron con vasos de leche para todos, como niños pequeños, así que nos lo tomamos y aunque quisiéramos permanecer despiertos para disfrutar el tiempo juntos, terminamos por caer uno por uno, primero Darcy, luego Juno, luego yo y no supe cuanto tardo mi novio en caer, pero seguramente no duró mucho tiempo después.
Al amanecer, Elliot me despertó para que subiéramos a la azotea para ver el sol nacer de entre las montañas que se veían lejanas a nosotros.
—Aunque puedas ver esto cuando quieras en los departamentos, será difícil que lo veamos juntos, así que quería disfrutar de esto tan siquiera una vez a tu lado.
—Bueno, espero no sea la única vez.
—Lucharemos por que no sea así. —dio un beso en mi frente y tomó mi mano—Andando, que pasaran por ti a las ocho de la mañana. Tienes una hora para alistarte.
—Está bien. —entonces caminamos de vuelta dentro de la casa, donde parecían ya haber despertado mis padres, así que los saludé y les di un cálido abrazo mañanero y uno de los últimos en estos próximos días.
—Aspen, mi niña. —mi padre me sonrió y yo a él.
—Bueno, al parecer ya no seré más una niña.
—Para mí siempre lo serás, pase lo que pase. Y tu madre y yo queríamos darte un obsequio. —entonces del bolsillo de su pantalón de dormir, sacó una caja y se lo dio a mi madre.
—Usa este anillo, tan siquiera será un pedacito de nosotros que llevarás contigo. —mi madre lo sacó de la caja y me lo puso en el dedo. Era un anillo de algún metal negro, con piedras relucientes en una tonalidad verde, parecían ser esmeraldas, a pesar de que no nos bastábamos de lujos, esto era una sorpresa realmente grande.
— ¿En verdad? No debieron gastar tanto en mí.
—Oh vamos, eres nuestra hija. Mereces esto y mucho más. —mi madre me abrazó y mi padre después.
—Es mejor que ya vayas a prepararte mientras que yo te hago una vez más el desayuno. —al separarnos mi madre y yo nos limpiamos unas cuantas lagrimas, así yo asintiendo y yendo de inmediato a bajar mis cosas, aunque arriba me encontré con Darcy y Juno ya despiertas ayudándome con mis maletas.
Las abracé y les pedí que se quedaran a desayunar, aunque ya debían partir si no querían que las reportaran por quedarse en una casa que no era suya, de igual forma Elliot lo remarcó, entonces no me quedó de otra más que abrazarlas nuevamente y acompañarlas a la entrada de la casa: Elliot no se fue al paso de ellas, decidió quedarse unos minutos más y prepararme un poco para lo que sería mi llegada a aquel sitio.
—Antes que nada, el camión te recogerá, alguien tomará tus maletas y te sentarás en algún lugar. No suele haber muchas personas cada día, así que examínalos y si alguien parece ser amigable, háblale y comienza bien tu nueva vida. —me tomó de los hombros y me sacudió un poco—Pero espera, cuando llegues a aquel sitio, te van a marcar.
— ¿Marcar? —me separé de él y pasó su mano por su cabellera alocada y negra.
—Sí, es algo que no se dice mucho, pero ellos te van a poner una clase de inyección, esa inyección trae alguna clase de chip que dice el día en el cual cumpliste tus dieciocho años, entonces las personas que no encuentran a su pareja al cumplir otros doce años sin crecer, son llevados a cierto lugar y ya no se vuelve a saber de ellos.
—O sea, que si me quedo sola, ¿me van a matar? —mi cuerpo se comenzó a helar un momento y mis manos empezaron a sudar, parecía ser que después de todo esto no era tan agradable como lo solían pintar. De hecho yo ya sabía un poco al respecto pero no sabía que eso fuera verdad.
—Según, pero Aspen, te juro que tú y yo no estamos solos. —tomó mis mejillas y sonreí un poco. —Ahora, debo irme. Desayuna y por favor, sé fuerte.
Elliot me soltó y en un dos por tres sin dejarme abrazarlo una vez más, se echó a correr por las calles hasta que en un atajo lo perdí de vista: fue cuando cerré la puerta y me dirigí a desayunar, donde debía prepararme mentalmente para lo que pronto me esperaba.
Desayuné con mis padres, Angus, mi padre, me daba ánimos a cada palabra que decía, me decía como me sería fácil vivir y como quizá podría encontrar trabajo, igual mi madre, ella me apoyaba diciendo que no me preocupara si me sentía sola, porque yo ya había encontrado a Elliot y eso era fascinante y realmente agradable, lo que obvio me calmaba muchísimo, y sí, comencé a tener todo mi ánimo bajo control hasta que el timbre sonó y toda mi mente se volvió a alterar.
Era hora, las ocho con siete, momento en el cual sería el inicio a una vida completamente nueva, así que me levanté, nos dimos un abrazo y tras jurar millones de veces que vendría a verlos, tomé mis maletas y salí de la casa: como bien había dicho Elliot, un señor me ayudó a guardar mis cosas en la parte trasera de aquel camión grisáceo y mientras yo subí, me despedí con un ligero movimiento de mano hacia mis padres y las puertas se cerraron en mi rostro, así que vi a aquellos que iban ya sentados, unos iban en pareja y otros se veían solitarios, entonces vi a una chica de cabello rubio que parecía bastante sonriente y tenía en mano una chamarra con algo envuelto, así que me sentí atraída a su agradable aspecto y me senté a su lado.
—Aspen LeClaire, mucho gusto.
—Dime Aspen, ¿no te parece interesante comenzar una vida completamente diferente a lo que siempre has vivido? —no dejaba de ver por la ventana, y yo me sentí algo confundida e incómoda en cierto punto.
—Algo así...
—Lo siento, soy Skyle Maxwell. Es que en verdad estoy nerviosa. —por fin me miró y noté que padecía de heterocromía, ya que uno de sus ojos era azul y el otro café.
—No eres la única así. Creo que todos en este camión nos sentimos nerviosos. —ella regresó su mirada al vidrio aunque noté que me miraba por el reflejo.
—Bueno, me alegra no ser la única así. —entonces también quise mirar a través de la ventana y tras pasar un puente, noté que se veía aquel sitio, había fácil cien edificios de como diez pisos cada uno, había áreas verdes y sitios donde comprar cosas, incluso había canchas y una piscina, aunque yo no sabía nadar, pues nunca había estado en un lugar que contará con todo eso.
Mi miedo se comenzó a volver emoción, entonces me puse a pensar que quizá podría tocarme en el mismo piso que Skyle, lo que sería asombroso, de lo contrario al menos esperaba estar con alguien agradable; después de dar varias vueltas por el sitio, el camión se detuvo y todos comenzaron a levantarse, así que hice lo mismo y bajé de inmediato para tomar mis cosas. El sitio al cual habíamos llegado, parecía ser alguna caseta, entonces comencé a escuchar que nos alinearían para entrar, así que supe que sería lo que había mencionado Elliot.
El viento soplaba fresco y parecía ser bastante agradable aunque las personas que estaban en la caseta no se veían de la misma forma: vestían batas de laboratorio y máscaras de salubridad, yo comencé a buscar con la mirada a mi nueva camarada pero la perdí, así que supuse que ya había entrado. Poco a poco fui llegando a donde estaban aquellas personas y sujetaron mi brazo, levantaron la mano y me miraron.
—No dolerá. Tanto. —entonces me clavaron la aguja en la mano y al principio si que dolió, pero poco a poco lo deje de sentir, hasta que lo sacaron y ahora sí me permitieron entrar. —Busca tu nombre y habitación en la pizarra de allí.
Me señalaron una pizarra que estaba a espaldas de una de las canchas, allí había dos o tres personas viendo, entonces me acerqué con sigilo y me puse a buscar mi nombre. Afortunadamente yo era la primera en lista y pude hallar mi nueva dirección: Departamento XVIII, puerta 402; entonces me puse a buscar aquel departamento, y me di cuenta que iban enumerados, suerte mía que no me había tocado por ahí del quincuagésimo edificio, así que no fue tardado encontrarlo. Subí las escaleras viendo que cada piso tenía cinco habitaciones, el primer dígito del número de tres dígitos, era el piso, y el tercero era el número de habitación del piso, así que me aventuré a subir al cuarto piso, me detuve frente a la puerta de donde sería mi nuevo hogar y busque la manera para entrar, aunque el cerrojo era bastante extraño, era una placa negra sin perilla, así que intenté empujarla con el hombro, con los brazos, tocando y en cuanto me rendí, resbalé mis manos hasta la placa y una luz verde la alumbró, abriéndose la puerta y así dejándome entrar a donde sería mi nuevo hogar.
—Estaba esperándote.
Aparentemente ya tenía asignado a alguien conmigo.
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Inmarcesible
Aksi¿Qué harías si vivieras en un mundo donde no puedes envejecer si no encuentras el amor verdadero? Aunque sin tu alma gemela los segundos están contados para morir, o de lo contrario podrás envejecer a su lado. Y esto es lo qué pasa en Inmarcesible...