El sitio se veía bastante cómodo y amplio, de hecho, creo que era más amplio que mi antiguo hogar y sólo viviríamos dos en él. Bueno, en cuanto llegué tuve el gran placer de ver por primera vez quién sería mi compañero de por vida o algo así.
— ¿Tú eres Aspen, cierto? —era alto, de voz ronca, cabello castaño, parecía que apenas le volvía a salir la barba después no haberse rasurado algunos días, pero le venía bien, y unos ojos verdes tirando a azul que le hacían tener un aspecto bastante amigable, aunque a su vez intimidante.
—Sí. Supongo. —reí algo nerviosa y dejé mis maletas en el suelo.
—Juraba que Aspen era nombre de chico.
—Bueno, lamento desilusionarte, pero no soy un chico como puedes apreciar. —me señalé con las manos y tronó la boca.
—El cabello rojo no me desilusionó. —rió y se fue hacia otro sitio allí dentro. —Bienvenida a bordo.
—Gracias, supongo. —tomé mis maletas y eché un vistazo a todo. —Ah...
—Oh cierto, mi nombre es Trevor Harvey.
—Mucho gusto Trevor. Oh, ¿dónde voy a dormir?
—En el sofá. —hizo una cara seria y me quedé un poco helada. —Es broma, pasando el pasillo tu habitación es el de la derecha.
—Gracias, Trevor. —reí algo incomoda y me fui a instalar a mi lugar, emparejé la puerta y le eché un vistazo. Parecía una habitación de hotel, con aire acondicionado y cobijas esponjosas y blancas, aunque era demasiado aburrido, porque era demasiado blanco.
Había un closet en madera oscura, así que me encaminé a acomodar mi ropa de inmediato para tener orden desde el primer día, colgué chamarras, deje zapatos, guarde blusas y pantalones, todo estaba en un orden perfecto, así que en donde había espacio para colgar, en la parte baja metí las maletas y deje mis cosas indispensables en un pequeño escritorio que había allí, como mi perfume y algunos accesorios, menos mi anillo, ese no lo soltaría por nada, entonces en lo que me quedé algo atontada viendo a la nada, Trevor tocó a mí puerta.
—Adelante.
—Oye, no sé si suena raro, pero, ¿qué tal si salimos a comer y nos conocemos mejor? Después de todo tendrás que lidiar conmigo el resto de tus días aquí. —dijo mientras abría la puerta y se quedaba recargado al marco de la puerta.
—Suena bien. —asentí y me levanté de allí.
—Sabes, conozco un buen lugar para hablar. —creí que tardaríamos en salir del departamento pero no fue así, pues de inmediato salimos y tras bajar las escaleras, en vez de ir hacia la salida de los departamentos fuimos hacia el lado contrario, yo me sentí extrañada, ya que no parecía haber otra cosa más que edificios dentro de la zona.
A pesar de haber más y más edificios, era agradable caminar por ahí, éramos básicamente en mayoría jóvenes –y digo mayoría porque en realidad no sabía cuántos años tendrían realmente–, así que se escuchaban risas y gente divirtiéndose, aunque nosotros íbamos por toda la orilla que estaba cercada con alambre, no parecía ser una cerca eléctrica, así que quise tocarla y con miedo de ser lanzada por el voltaje, no pasó, pude ir rozando mi mano por toda la cerca, hasta que me llegué a cortar y de inmediato la quité de allí.
—Cuidado. Ya casi llegamos.
Yo no tenía ni idea de a dónde íbamos, hasta que un pedazo de la valla quedó detrás de unos arbustos, se veía que estaba cortada, así que Trevor se adentró en las plantas y se asomó para indicarme que lo siguiera, así que entré cuidando mis ojos de toparse con una rama y al atravesarlo, ya estábamos fuera de los edificios. Parecía que estuviéramos al centro de la zona A, porque había construcciones enormes y un montón de semáforos, entonces cruzando la calle y unos cuantos callejones dentro, llegamos a una cafetería bastante rústica pero agradable, entramos con el sonido de la campana que sonaba al abrir las puertas, con el olor del café que llegaba de golpe a la nariz de quién entraba junto a un agradable calor, así que nos acercamos a la barra para pedir algo y en cuanto una silueta a lo lejos nos vio, se movió para vernos bien.
— ¡Kenneth! Tenía unas semanas que no te veía. —En el piso de madera parecían sonar dos palos al disparejo y pasos venir, cuando vimos a un anciano acercarse a la barra. Entonces me le quedé viendo a Trevor por cómo le habían dicho.
—Mi querido y viejo Henry, te presento a mi nueva compañera de piso. —era un señor de la tercera edad, de cabellos, cejas y bigotes blancos, con un mandil azul, una gorra abierta azul y una camisa a cuadros grises.
—Es un grandioso gusto, jovencita, me gusta tu melena roja. —entonces me pasé todo mi cabello de lado y sonreí.
—Muchas gracias.
—Bueno, van a ser dos especiales. —entonces de su bolso sacó dos monedas y las dejó en el mostrador.
—Enseguida. Tomen asiento, que este lugar está más solo que el par de mi calcetín izquierdo.
—El viejo Henry siempre usa un calcetín porque perdió parte de su pierna izquierda. —me susurró y nos sentamos en una suave banca. —Bueno, háblame de ti.
—Pues, hoy cumplo dieciocho años, tengo novio, no tengo mucha experiencia en estar con chicos y me gusta el pay de limón.
—Todo lo sabía menos lo del pay de limón y de tu novio. —rió y torcí la boca, ya que después de todo era cierto, era obvio que cumplía dieciocho si acababa de llegar allí. —Dime, Aspen, ¿tienes algún miedo?
—Morir sola.
— ¿Qué no tienes novio? —hizo una trompetilla y asentí.
—Pero me da miedo que no sea él. ¿Entiendes? El indicado. —me recargué en mi mano y él hizo lo mismo.
—Bueno, tienes aún mucho tiempo por delante para encontrar a alguien.
— ¿Tú tienes a alguien?
— ¿Tengo cara de tener a alguien? —dijo en un tono bromista y torcí la boca.
—No lo sé.
—Pues no, no tengo a nadie. —asintió y suspiró viendo hacia el techo.
No creía que estuviera solo, pero también me surgió la duda de que si estaba solo, cuanto tiempo habría pasado desde que llegó a los departamentos, después de todo todos los que estaban solos no crecían físicamente.
—Trevor, ¿cuánto tiempo llevas allí? —lo miré y rodó los ojos.
—Nueve años.
— ¿Nueve? vaya, entonces realmente tú tendrías...
—Veintisiete años. —asintió y silbé en muestra de asombro. —Vamos, voy a envejecer hasta que encuentre al amor de mi vida o como tú gran miedo, moriré joven y solo.
—Auch, y ¿no crees tener a alguien? Ya sé que dijiste que no pero...
—Si la conociera, ya me vería más viejo. —se cruzó de brazos recargándose en la banca y murmuré pensativa.
—Puede que pronto la conozcas o LO conozcas.
—Me quedan tres años para encontrar a mi alma gemela. —echó la cabeza para atrás y Henry llegó con nosotros.
—Aquí están sus especiales, Kenneth. Disfrútenlos. —entonces los dejó en la mesa y al retirarse vi su pata de palo alejarse. El viejo Henry me daba mucha ternura y apenas lo había conocido hoy.
—Trevor, ¿por qué te dice Kenneth?
—Cariño, en esta ciudad no puedes confiar tan fácil tu nombre o tus datos, pues se rumorea qué hay personas que han llegado a romper el sistema y en sus chips, o esa cosita que te inyectaron en la mano, —murmuraba señalando mi mano— ponen tus datos para que los usen ellos y a ti te dejan los suyos. Así se mantienen eternos y jóvenes, pero nadie sabe nada más.
— ¿Entonces debo tener un nombre de repuesto? —comencé a tomarle a mi café y al mismo tiempo me puse a recapitular lo que había dicho.
—Algo así, bueno, realmente Kenneth era el nombre de mi abuelo, así que en su honor, ahora lo uso cuando me presento a personas de fuera. Todo lo que te acabo de decir me lo contó mi abuela y desde entonces uso mi nombre de repuesto cuando estoy en las afueras o incluso con otras personas que no confío a primera vista.
— ¿Trevor si es el verdadero, cierto? —susurré y se rió.
—Sí, es correcto.
Me reí un poco y seguimos tomando nuestro café, que decía ser el especial y vaya que lo era, porque tenía ese sabor amargo del café, con unas gotas de dulzura como de vainilla y un poco de frescura de la yerbabuena, pero me era fascinante el saborearlo: Trevor de la nada guardo silencio y permanecimos en un espacio callado por unos segundos, hasta que escuché el sonido de alguna cadena y luego ligeros golpecitos en el suelo de madera como si algún animal viniera, hasta que volteé a la par de mi camarada y vi un perro salchicha ya viejo venir hacia nosotros.
—Dios mío, Cokie. Te extrañé. —y aparentemente Trevor conocía al can.
— ¿Cokie?
—Sí se escribe casi como Cookie pero sin una o. —me miró y volvió hacia el perro. —Este pequeño ancianito es el compañero de Henry.
—Vaya, es muy tierno.
Bajé mi mano para que se acercara a mí y tras olfatearme una o dos veces, comenzó a lamerme y pude ceder a acariciarlo un poco. Trevor también lo seguía acariciando y el can se veía completamente feliz; me conmovía el hecho de ver a un perro viejo, de pelos cafés y blancos por la edad, con las patas gordas e igualmente todo el cuerpo que apenas y podía permanecer parado sin sentarse o echarse en el suelo.
—Parece que Cokie venía a saludarte, Kenneth.
—Gracias por permitirnos verlo, ya lo extrañaba mucho. —Trevor lo tomó en brazos y lo cargó como un bebe.
—Bueno, se ve que está feliz de verte a ti y a... —entonces supe que debía pensar en algún nombre por dar de ahora en adelante.
—Elyse, señor. —sonreí y él a mí.
—A ti y a Elyse. —corrigió y con su bastón tocó mi pie para llamar mi atención. —Tienes un nombre muy bonito. Cuídalo.
—Sí, señor. Gracias. —asentí y él le silbó a Cokie—Andando muchacho que es hora de tu comida.
—Muchas gracias por aceptarnos en su cafetería otra vez.
—Oh, Kenneth, vengan cuando necesiten de un buen café o un buen consejo. —acomodó su gorra de tenis al hablar y nos dirigió una delicada sonrisa mientras nosotros nos levantábamos de allí. —Hasta pronto.
—Hasta pronto. Buen día. —dijimos al salir y tras cerrar la puerta a nuestras espaldas lo miré.
—Trevor, ¿tu abuelo...? —la duda me había surgido desde que mencionó que utilizaba el nombre de su abuelo.
—Desapareció. Solamente desapareció un día y no supimos más de él. —no se detuvo ni me vio a los ojos al decir aquello, así que yo al caminar busqué su mirada.
— ¿Cuantos años tenías?
—Dos. —se encogió de hombros y seguí pensando, me rendí por intentar que me mirara así que bajé la vista al suelo.
— ¿Qué crees que le haya pasado?
—Eres muy preguntona. No lo sé, Aspen. —su tono de voz cambió así que supuse que debía callarme.
—Lo siento. —murmuré y giré la cabeza al lado contrario de donde él iba, entonces vi a un tipo parecido al cual había visto ayer en la noche con Elliot cuando corríamos hacia mi casa. Igualmente iba corriendo entre calles y tenía una sudadera negra, pero yo no sabía qué es lo que sucedía con ello, así que me detuve en seco y caminé despacio hacia allá.
Aparentemente Trevor no me siguió o ni siquiera se dio cuenta de que yo ya no estaba a su lado, pero a mí no me importó: sigilosamente me fui acercando a una pared para echar un vistazo al callejón en el cual se había metido, así que me fui asomando poco a poco para ver que había, aunque había algunos depósitos de basura que no me permitían ver, sin embargo me servirían para acercarme más y ver más de cerca; corrí hasta aquél depósito y me asomé: parecía haber otro callejón dentro del callejón, algo que me era bastante sospechoso después de todo, y al parecer ya no había nadie cerca, así que caminé en sigilo hasta aquella entrada y eché un vistazo, aunque no se veía muy bien, porque había techo y esto no permitía que la luz entrara por ahí, pero fue cuando comencé a escuchar voces.
— ¡Debes sacarle toda la maldita información! ¿O es que no quieres que te saque el pellejo de la condena? —en ese momento tuve el impulso de correr porque cada vez se escuchaban más cerca y los pasos se volvían más intensos, así que di pasos hacia atrás y choqué con alguien, iba a soltar un grito pero me tapó la boca.
—Cállate y vámonos. —era la voz de Trevor, entonces caminamos rápidamente fuera de aquel lugar intentando no hacer ruido, y cuando por fin estábamos en una zona segura, me soltó la boca y me miró asustado. — ¿A quién rayos se le ocurre seguir a un tipo de capucha negra?
—Es que yo lo vi ayer, pero se había metido a un callejón cercano a mi casa.
— ¿Qué había en ese callejón?
—Una entrada, con una reja y muchísimas hiervas pasando sus puertas. —se puso a pensar un momento y luego me tomó del brazo para jalarme.
—Debemos salirnos de aquí. Debemos ir al departamento ahora.
— ¿Qué? ¿Huir así porque sí? —me solté de él y me detuve. — ¿Por qué no sólo decirle al gobierno que sucede?
—Aspen... —respiró profundo y al exhalar apretó su cien con sus dedos— ...el gobierno apesta.
— ¿Qué?
—Date cuenta y abre tus bonitos ojos de una buena vez. Si no encuentras al amor de tu vida, te matan. Si desobedeces a la ley, te matan. ¿Sabes quién es el presidente?
—No...
—Nadie lo sabe. —me tomó de los hombros y lo repitió. —Aspen, el gobierno apesta.
—Entonces, ¿qué debemos hacer?
—Vivimos en un mundo donde el pueblo son ratas de laboratorio y todos han mantenido los ojos cerrados por más de cuarenta años. —me soltó y volvimos a retomar camino hacia los edificios. —La gente vive con el miedo de morir solos, pero nadie vive con el miedo de saber el por qué de todo esto.
—Es cierto.
—Jovencita, tienes mucho por aprender de tu servidor. —rió y tras entrar por los arbustos aclaró su voz.
—Entonces, los que vimos y escuchamos...
— ¿Recuerdas de lo que te dije de mantener en secreto tu identidad?
—Sí, lo dijiste hace menos de una hora.
—Entonces grábatelo bien en la cabeza, porque acabamos de dar en el clavo de que realmente existen.
Entonces después de unos minutos llegamos al departamento y de inmediato fue a su habitación, yo me senté en el sofá y cuando lo vi regresar me mostró un Walkie Talkie, yo me quedé viéndolo bastante extrañada, entonces movió unos botones y comenzó a zumbar unos segundos, y después de callarse, Trevor se quedó con una cara de picardía que no logré comprender, con su dedo índice levantado como indicando que esperara a algo.
— ¿Qué estás...?
—Espera...
Entonces se escuchó un timbre de vuelta y comenzó a escucharse una voz.
— ¿Emergencia? —era la voz de un hombre, pero su voz era un poco aguda.
— ¿Podemos ir a tu despacho? —respondió Trevor al aparato sin bajar su dedo en señal de que siguiera esperando y momentos después me miró con satisfacción.
—Podemos suena a manada.
—Debo presentarte a alguien.
— ¿Esa es tu emergencia, idiota?
—No. Ya los encontré. —me ofreció su mano para levantarme del sofá y el chico se escuchó jadear.
—Vengan ahora mismo.
—Cambió y fuera. —colgó su walkie talkie en su cinturón y me jaló. —Andando, debemos ir con PJ.
— ¿PJ?
—Nombre clave, ¿recuerdas? Aunque realmente son sus iniciales. —rió y una vez más salimos del departamento para dirigirnos a no sé dónde, aparentemente íbamos fuera de los edificios una vez más, pero esta vez no nos dirigimos hacia la calle de la cafetería, sino que nos fuimos del otro lado, hacia donde era la entrada principal del sitio, sin embargo nos metimos en otra calle y de esa calle en otra, así que vi una puerta súper protegida y supuse que sería allí hasta que Trevor movió la tapa de la alcantarilla.
—Entra.
— ¿Qué? —miré hacia abajo y resopló.
—Te prometo que no te romperás las uñas.
—Muy gracioso. —entonces me agaché y bajé por unas escaleras que había, así entrando a la alcantarilla, aunque no parecía realmente una alcantarilla, sino que tenía una extraña fachada de submarino.
—PJ, llegamos.
—Adelante, debes decirme que es lo que vieron. —su voz sonaba aún más aguda en persona, entonces nos acercamos y lo vi de espaldas, un chico moreno con gorra al revés y un solo audífono.
—Bueno, todo esto fue gracias a Aspen. —me acerqué para verlo pero no volteó.
— ¿Aspen? ¿Es tu nuevo camarada de cuarto? —Entonces volteó y se quedó mudo. —Aspen es chica.
—Sí, yo también creí que era nombre de varón al principio. —murmuró Trevor y rodé los ojos.
—Mucho gusto, Aspen, dime, ¿eres de confiar?
—Creo que si no lo fuera, este loco no me hubiera traído hasta aquí. —me encogí de hombros y Trevor me miró confundido por el término loco.
—Buen punto. Bueno, dígame que vieron.
—Al parecer si tenemos personas que roban identidades, Aspen vio a uno de ellos entrar en el callejón de la 72 y otro por donde ella vivía. —mientras tanto PJ sacó una computadora portátil y abrió un mapa de inmediato.
—Jamás había visto una computadora de tan cerca.
—Oh vamos, pequeña zanahoria, muéstrame donde viste a esos maleantes. —entonces me acerqué a la pantalla y busqué la callé de la casa de mis padres, de allí, ubiqué aquel callejón y lo señalé.
—Qué raro, el mapa no me muestra nada después del callejón.
—Ella dice que había una reja con hierbas, así que debería haber un terreno o algo.
—En el mapa de satélite solo muestra cómo si fuera una gran pared, no hay imágenes claras. —Intentó acercar la imagen y no se veía mucho.
—Te juro que es cierto, aparte él dejó caer una tarjeta de alguien, no estoy segura si era él o no porque traía capucha pero su nombre era... era...
—Tranquila, no debes esforzarte, pero no me es suficiente para saber que son reales. —me interrumpió pero no deje de intentar recordar.
—Los escuchamos decir algo de obtener información para salvarle el pellejo a alguien.
—Bueno, puede ser, pero necesito datos. —dijo y en eso lo recordé.
—Duncan Graham. Su nombre era Duncan Graham. —casi lo grité y ambos me voltearon a ver y luego se miraron entre sí.
— ¿Estás segura?
—Sí, yo vi la tarjeta, y de inmediato huyó. También noté que tenía una cicatriz en la ceja izquierda. —marqué con mi dedo en mi ceja donde tenía dicha marca.
—Ya tengo la información necesaria. Deben volver mañana cuando tenga datos más a fondo y quizá debamos ir a aquella calle, Aspen.
—Sería un tanto peligroso, ¿no?
—Zanahoria, tengo una computadora, una base escondida, tengo alta tecnología y por supuesto, armas. —giró su silla hacia mí y encorvó una ceja. — ¿Dudas o comentarios?
—Bueno, entonces vayamos mañana en la noche.
—Así se habla. —me mostró su pulgar y se giró hacia Trevor. —Camarada, acabamos de encontrar una nueva recluta, y por favor mantente alerta. Puede que ella sea víctima de algo por saber esa información.
—Eso está en mis manos. —por un momento me asusté porque habían dicho que yo podría ser víctima.
—Suerte, y salgan por aquel lugar, no quiero que los vean salir por mi entrada.
Entonces pasamos una puerta y el olor a alcantarilla me invadió la nariz. Esta vez si tendíamos que salir por allí con todo el olor asqueroso.
Saliendo nos dirigimos una vez más a los departamentos y al llegar Trevor me empujó hasta hacerme chocar contra la puerta del baño.
—Anda. Apestas a caño. —rió y abrí la puerta.
—Gracias, él olor no parece haber cambiado mucho en ti. —entonces cerré ya cuando estaba dentro y lo escuché soltarse a carcajadas.
—Aspen. Me alegro de que me haya tocado con una persona como tú, tenía miedo de quedar con algún raro suicida o algo así.
—No soy suicida, pero rara sí. —me quedé pegada a la puerta para escucharlo y volvió a reír.
—Me agrada eso. Anda, debemos platicar que apenas son las cuatro de la tarde y debo conocerte a fondo.
Sonreí un poco y por fin me metí a la ducha para quitarme el desagradable hedor que había en mí.
Yo también estaba agradecida de tener a un nuevo amigo como Trevor, y sobre todo que en mi primer día dentro de la vida salvaje, ya debía tener otro nombre, esconderme de un grupo de problemáticos y descubrir sus intenciones. Y creo Trevor tenía mucho por enseñarme, porque realmente creo que yo ya estaría muerta desde lo del callejón de hoy si no hubiera sido por él.
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Inmarcesible
Acción¿Qué harías si vivieras en un mundo donde no puedes envejecer si no encuentras el amor verdadero? Aunque sin tu alma gemela los segundos están contados para morir, o de lo contrario podrás envejecer a su lado. Y esto es lo qué pasa en Inmarcesible...