La ventana abierta, los ojos cerrados y la mente lejos. Siempre pensando en otras vidas, sin darse cuenta que tiene que vivir la suya, la real.
Cuando ella pasea por la calle, los pájaros callan porque nada les parece mas triste. Toda inseguridades. Toda miedos. Toda ella.
Respirar no significa estar vivo. Y no respirar no significa estar muerto. Lección que había aprendido hace mucho tiempo. Porque se había acostumbrado a ahogarse en ella misma sin poder hacer nada para evitarlo, directa a la muerte sin cinturón de seguridad. Pero si algún día la conoces, no parece que haya muerto tantas veces. Esconde la muerte detrás de esa sonrisa dibujada. Es preciosa y yo la intenté salvar.
Y acabé muriendo.Ahora, la entiendo un poco mejor y eso que sólo he muerto una vez. Pero volvería a hacerlo, volvería a morir por sus labios, por sus piernas y por sentir que es feliz mientras estamos juntos, aunque sólo sean cinco minutos. Cuando me enamoré de ella ya la conocía, ya sabía que era una bomba que podía explotar en cualquier momento y debí alejarme de ella, pero una parte de mi deseaba con todas sus fuerzas neutralizar la bomba.
Por un tiempo fuimos felices, muy felices. Pero la felicidad no es infinita, y el amor tampoco; y después de todo este tiempo he comprendido que no puedes salvar a una persona de ella misma. Que no puedes saber al cien por cien si la sonrisa de hoy es fingida o es real, no puedes averiguar si se está muriendo por dentro cuando está bailando a tu lado.
De ella aprendí todo eso, y además, aprendí a querer. Porque a pesar de todo, le quiero, y le querré. Porque aunque ella se estaba ahogando siempre tenía un huequito para ayudarme a mi a respirar. Siempre ha sido así. Sabe como ayudar a todos, a todos menos a ella misma.Ella, era especial y sé que siempre lo será. Y espero, que algún día alguien la mire a los ojos y sienta que es feliz de verdad, porque se lo merece.