Prólogo

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"Sus debilidades serán su perdición y

su rencor el detonante de su muerte"

Cuerpos tirados y amontonados, sin rastro de vida en ellos. Sangre y muerte en todo el basto paisaje, un paisaje cargado de escombros y lamentos. La oscuridad se cernía sobre el cielo dando un aspecto aún más lúgubre, triste y melancólico.

Una ola de destrucción, eso era lo que podía apreciarse, para horror de los ojos que eran testigos de toda aquella desolación. Lo que antes era un campo verde con imponentes estructuras, ahora sólo eran escombros y ruinas de lo que una vez fueron.

Una profecía parecía susurrarse en medio de la muerte que gustosa realizaba su trabajo.

«Y de pronto el cielo oscureció y una ráfaga de viento recorrió todo el lugar, mientras más cuerpos caían al suelo. Uno tras otro en un sonido ensordecedoramente mudo. Las almas abandonaron sus cuerpos divinos, tal cual lo marcó la profecía de las Parcas.

El enemigo se burlaba y utilizaba sus debilidades en contra. Una tras otro fue cayendo hasta que en pie solo quedaron doce»

Una respiración dificultosa se escuchaba, cortando el silencio ensordecedor junto a un quejido a causa de los múltiples golpes y heridas que tenía su cuerpo. Su arco yacía tirado sobre el suelo, tan dañado como el cuerpo de su portador. A lo lejos el cuerpo de otro individuo se encontraba en igual condición. Todo era parte del caos que arrasó en un parpadeo el Monte Olimpo. El enemigo sólo aguardó entre las sombras el momento oportuno para rematar y liquidar su objetivo. Para destruirlos sin compasión cuando más vulnerables estaban.

Se arrastró por el suelo, mancillando aún más su cuerpo lastimado, tomando su casco con la poca energía y resistencia que tenía. Sus hombres cayeron en batalla, luchando hasta el último de sus alientos. Una forma honrosa de caer y estaría orgulloso de caer al igual que los suyos. Pero ese no era el momento ni el lugar. Como pudo, llegó hasta el cuerpo que estaba a unos metros de distancia.

Una mirada fija lo atravesó y la satisfacción no pudo ser más regocijante.

―Pensé que estabas muerto, hermano.

―Sé necesita más que esto para acabar conmigo, Hades.― Respondió, mirando fijamente el cielo oscuro.― Nos están apaleando... quién lo diría.

Una risa amarga brotó de los labios de ambos.

―No es de sorprender. Tenemos más conflictos que los humanos y más enemigos también.

―¿Defendiendo a los humanos? Pensé que los odiabas. ― Un intento de risa escapó de su garganta, dándole una mirada interrogativa a su hermano.

―No te confundas, Poseidón. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.― Rebatió.― Una cosa es que los odie y que me parezca una pérdida de tiempo su existencia, y otra muy distinta es que no sea capaz de ver lo que pasa de forma obvia.

―¿Crees... crees que Zeus este vivo?

―Ese desgraciado tiene más vidas que nosotros. Si no ha muerto en manos de Hera, un titán será juego de niños para él.

―También lo creo. Hera da mucho miedo cuando está enojada.― Dijo Poseidón.― ¿Cómo crees que estén lo demás?

―No me preguntes lo que ya sabes.

―Deja de ser tan gilipollas, sólo porque eres el señor del Inframundo.

―Poseidón, ¿Desde cuándo te has vuelto tan quisquilloso?

―Hijo de...

—Cuida lo que dices, que te recuerdo, compartimos madre—. Interrumpió en tono severo Hades.

Anathema's BreakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora