Realización

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La primera vez que Annya entendió que su padre no podría cuidarla una vez cada dos meses, fue cuando cumplió cinco años

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La primera vez que Annya entendió que su padre no podría cuidarla una vez cada dos meses, fue cuando cumplió cinco años.

Muchas personas se lo habían intentado decir antes: usando palabras dulces y metáforas de las que ella sólo podía rescatar el uso de animales. Por otro lado, ella misma había notado una que otra ausencia y cambio en su itinerario normal.

De la pequeña muchedumbre que era la familia de Annya en su mente; sólo tío Phichit había sido capaz de hacer que la idea se asentara, de alguna manera, en su cabeza.

—¿Sabes qué es un omega, Annya?

Su pequeña conversación había empezado de esa manera. No con una mirada entre divertida o enternecida -como habían hecho sus abuelos-, o gestos dibujados con expresiones de las cuales Annya aún no sabía su nombre -como había hecho su tía Mari.

Annya sabía todo lo que una niña de cinco años podía saber sobre lo que eran los omegas: Sabía que eran la parte más pequeña del círculo que la maestra dibujaba en la pizarra para representar a las personas, sabía cómo dibujar el símbolo que ellos debían escribir en todas las formas que llenaban los adultos, y también sabía que eran ellos los que tenían bebés.

Por ende, también sabía que su padre era uno.

—Sí.

Había respondido ella. Con ambos sentados en la amplia sala del departamento de su tío. Había una película en el televisor que ninguno veía realmente, y el olor de galletas en el horno.

Tío Phichit pareció encontrar su respuesta graciosa, pues se llevó una mano de manera muy poco discreta a los labios, e intentó cubrir su risa.

—Cierto. Cierto—Reconoció una vez se hubiera calmado, para luego terminar de girar su rostro y mirarla directamente—Bueno...—Tío Phichit tenía una manera muy particular de hablar cuando se trataba de ella. No acaramelaba su voz, como solían hacer los otros compañeros de trabajo de su padre, o alargaba las vocales como su maestra de prescolar. Pero siempre agregaba un tono cantarinamente dulce a su tono, que le hacía sonar como si estuviera contándole una historia y no simplemente respondiendo sus preguntas—Entonces asumo que sabes que los omegas son quienes hacen que este mundo tenga más bebés.

Annya asintió. Segura y decidida.

Aquello era lo primero que su maestra les había dicho cuando hubiera explicado las tres clases de personas que hacían al mundo.

Y, para muestra, la madre de una de sus compañeras ahora mismo esperaba a otro bebé. Annya lo sabía, pues su estómago estaba increíblemente abultado. E, incluso, le había permitido poner una de sus manos y sentir la fuerte patada del pequeño.

—Eso es porque los omegas tienen algo que el resto de castas no—continuó con su explicación, mientras con su índice apuntaba hacia el estómago de Annya, dando un pequeño toque—dentro de sus cuerpos.

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⏰ Última actualización: Aug 01, 2017 ⏰

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