17. Aprender a volar sin polvo de hada

285 26 5
                                    

Maratón (2/3)

A Silvia la habían llevado a un lugar frío y oscuro. Pero no permaneció mucho tiempo allí. Aunque tenía la cabeza cubierta, podía percibir con sus otros sentidos. 

En poco rato, la sacaron de aquel lugar y la llevaron por varios pasillos. Dedujo que eran pasillos, porque sabía que estaban dentro de una estancia. Luego le hicieron subir escaleras y abrieron unas puertas, causando un chirrido que le resultaba extrañamente familiar, y la obligaron a entrar, cerrando la sala.

Alguien le quitó el saco de la cabeza, permitiéndole ver de nuevo. Al principio la luz la cegó, pero pronto sus ojos se acostumbraron. Observó lo que había a su alrededor y lo reconoció enseguida. Estaba en Alibai, en la sala del trono de su castillo y, en la gran silla, estaba sentado Ashjer, a quien había dejado a cargo.

—¡Oh, Ashjer! ¡Qué susto me diste! ¿Por qué me has traído, qué ha pasado? —soltó Silvia aliviada.

El hombre se levantó y se acercó con paso lento hacia ella. Tenía una cara seria, pero lo que más la desconcertaba era ese brillo aterrador en la mirada, que jamás le había visto.

—Oh, mi joven, dulce e inexperta reina —empezó diciendo Ashjer con voz cantarina—. ¿O debería decir ex-reina? —cuestionó—. Aún eres la reina, así que me dirigiré a ti por ese título. Disfrútalo mientras puedas.

—¡¿Pero qué estás diciendo?!

Silvia estaba muy confusa con aquella situación. Ashjer jamás le había hablado así, pero su mirada de disfrute con aquello era lo que más desconcertada la dejaba.

Mientras Jack, Emma y Peter habían ido al castillo, pero habían intentado capturarlos y se habían visto obligados a huir. Ahora, tenían que esconderse y planear una forma de entrar.

—El castillo está lleno de guardias en todas las puertas, ventanas y alrededor de los muros. Parece más una prisión que un castillo. Es imposible entrar —explicó Jack, que era quien había ido a inspeccionar.

—Tiene que haber una forma —dijo la pelirroja, negándose a rendirse.

—Parece muy complicado. Si, por lo menos, tuviéramos polvo de hada, podríamos volar hasta allí —comentó Peter—. Pero en estos mundos tan aburridos no hay árboles de hadas mágicos.

Emma frunció el ceño pensativa y dijo:

—Repite eso.

—¿Que en estos mundos tan aburridos no hay árboles de hadas mágicos? —cuestionó él.

—¡No! ¡Lo anterior! —dijo ella impaciente.

—¿Que parece muy complicado?

—Después de eso.

—Ah. Dije que si, por lo menos, tuviéramos polvo de hada, podríamos volar hasta allí —repitió Peter.

—¡Exacto! —exclamó Emma entusiasmada—. ¡Pancake, eres un genio!

—¿Lo soy? Lo soy —afirmó el chico—. ¿Por qué lo soy?

La pelirroja sonrió y dijo:

—Tengo una idea.

La verdad era un poco una locura, pero precisamente por eso podría funcionar.

Por otro lado, Silvia seguía en la sala del trono desconcertada con su consejero.

—¡Te ordeno que me sueltes ahora mismo y me expliques qué pasa! —exigió la joven.

—No sé cómo te he aguantado todo este tiempo. Creía que me moriría —comentó el hombre mientras se frotaba las sienes—. Aún no lo entiendes, ¿verdad? —Hizo una pausa—. No te he traído aquí por tu seguridad, ni por respeto a ti, ni porque te necesite. Bueno, en realidad sí que te necesito, muerta.

Peter Pan y el Corazón del León #Worlds2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora