Princesa Heroína

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     Todavía podía recordar su nombre, aún después de los años que habían transcurrido. Koizumi Risa. Lo más parecido a una amiga que conocí durante mi niñez, y el único calor que me sacaba adelante en la actualidad.

     Cuando la conocí, recuerdo claramente que me encontraba llorando. Un montón de niños me habían golpeado y no dejaban de meterse conmigo, era demasiado frustrante, una situación que jamás le desearía a nadie. Me sentía terriblemente deprimido ¿por qué me tenían que molestar? Sabía bien la respuesta, era por mi vestido, por cómo me veía, por mi forma de actuar... les molestaba que fuera distinto, pero nunca pude convencer a mi abuela de que me colocara pantalones como a un niño promedio y de por sí, no me hubiera molestado que no lo hiciera de no ser por la intolerancia a la que me veía expuesto frente a los demás.

     Llevaba el labio partido y me habían halado tan fuerte del cabello que podía apostar a que me habían arrancado uno que otro mechón. Mis rodillas estaban sangrando, al igual que mis manos, de tanto caer al suelo raspándome a causa de sus empujones. Ya no sabía qué hacer, y no podía hacer otra cosa más que llorar. <<Deténganse... por favor... >> rogaba en mi mente, porque la realidad era que mi voz solo alimentaba su rabia, que de por sí era tan implacable.

     No querían detenerse, llegué a pensar que acabarían por matarme —más allá de lo exagerado que pudiera sonar hoy día eso —, en algún punto, concluí en que ese sería mi fin.

     Hasta que de la nada, algo sucedió.

     —¡Hey! ¡¿Qué se supone que están haciendo?!

     Detrás de su mirada, el brillo característico de la valentía refulgía con la fuerza del crepitar de las llamas. Su voz sonaba firme y poderosa, provocando un tambaleo en los niños que me molestaban ante el rugir de su increpación. Sus cabellos eran rojos como el fuego y sus ojos eran de tierra, haciendo que su mirar no solo fuera sólido como la misma sino también lo suficiente cálido como para dejarme abrazar por él mientras dentro de mi asombro, no dejaba de admirarme más y más a cada segundo. Ella era hermosa, tanto como una princesa, pero fuerte como una heroína, ajena a cualquier tipo de delicadeza.

     Ella era mi heroína. Mi princesa heroína.

     —¡Desaparezcan si saben lo que les conviene! ¿Acaso quieren vérselas conmigo?

     Los muchachos no demoraron en alejarse entre gritos aterrados. Y es que mi princesa heroína era una chica increíblemente alta, quien fácilmente podía dejar en ridículo a cualquier niño que se atreviera a hacerle frente. <<Es increíble...>> me dije a mí mismo con los ojos brillando de admiración. Y como no podía ser de otro modo viniendo de alguien que mira a la cara a su salvadora, me sonrojé en el preciso instante en el que su atención recayó sobre mi persona.

     —¿Estás bien? Estás muy lastimada... ¿dónde están tus padres?

     Ella me hablaba y la emoción era demasiada, pero no podía dejar de llorar. Me sentía nervioso, además, y más allá de lo agradecido que estaba, sentía que iba a morir de inquietud cosa que pronto pareció contagiársele a ella quien se alteró con mi llanto que iba creciendo minuto a minuto; no era a propósito, no quería desesperarla, pero me sentía tan... <<feliz>>.

     —¡No! ¡No llores, por favor! ¡Cálmate, cálmate, cálmate! Eh... ya todo está bien, no te van a volver a lastimar, yo te estoy defendiendo, calma yo... yo...

     —Gracias...

     Apenas había sido un balbuceo entrecortado, pero la niña pareció reaccionar a él. Pronto se inclinó más en mi dirección, evidentemente tratando de oír mejor lo que decía, y alzando la mirada con el rostro completamente rojo y mojado, la atrapé por el cuello para aferrármele con fuerza, provocando que cayera arrodillada de golpe quedando a mi altura

Princesa HeroínaWhere stories live. Discover now