Resistencia

2.1K 103 5
                                    



—————— ⊰ Hades ⊱ ——————

Sorpresivo era el vehemente discurso de quien hasta entonces creía, era una delicada doncella de los prados. Seguía viéndose pequeña y débil, atrapada bajo la sombra del cuerpo masculino. No pudiendo ocultar el miedo, sus ojos continuaban húmedos, brillando cual zafiros verdes, pero la determinación se esbozaba en ellos, haciendo febril honor a la sangre de Démeter. 


El fuego crepitaba con ansias en las antorchas cercanas, llamas que se trepaban por encima de sus recipientes como si intentaran huir hacia el frío de los muros ennegrecidos, y conferían al rostro del Dios un aspecto más cruel que el habitual; lo habrían hecho ver implacable de elaborar este, un gesto de disgusto en sus angulosos rasgos. Más no se sentía zaherido por las palabras de la joven, cuando debía tratar con mujeres, el horror y el llanto eran moneda común, él mismo representaba un símbolo de la muerte, aquel destino que hacía temblar hasta al más valiente de los mortales. Sin embargo esta niña, se había atrevido a tocarle y le sostenía la vista a su pesar, mientras expresaba sus desafiantes sandeces. 


Hades la oyó con atención, nunca antes había tenido el placer de distinguir su voz y esta era tan cristalina como su presencia. Más poco le importaron su vehemencia y sus quejas, el poco de importancia que podía dársele Al voto de una mujer por muy inmortal que fuese. En cambio su atención se deslizó rápidamente al aroma a flores que desprendía de su cuerpo juvenil, y la calidez anormal que podía sentir, proviniendo de ella. "el día en que anhele, el día en que quiera..." 


Como si quisiera demostrarle la forma en que realmente funcionaban las cosas aseguró el agarre de su rostro, presionando fuerte los dedos sobre el mentón, antes de acortar toda distancia entre ambos. 


El contacto no fue delicado ni cariñoso. Su boca se cerró sobre labios plenos, con los dientes descubiertos, dispuestos para acosarlos y maltratarlos a mordiscos hasta por fin conseguir que se abrieran. Cuando consiguió su cometido y la lengua masculina atravesó aquel suave resquicio cambió de cadencia a una más considerada pero no por ello menos dominante. Calor y humedad, retazos de dulce miel le recibieron al probarle y se halló apretando aquel cuerpo femenino contra el suyo en una cárcel que impediría cualquier retroceso. Ambrosía, su boca sabía a inmortalidad y mientras más se atrevía él a profanarle, más deseaba tener. 


Olvidada fue su intención inicial, ante tal deleite de sentidos. La tibieza de su pequeña anatomía apresada, el aroma y el sabor virginal casi insoportable. La tentación de obviar la ceremonia y dejarse llevar por el instinto primario cruzó por su pensamiento, después de todo llevaba un considerable tiempo ansiando sostener de tal forma a la joven doncella, sin embargo todo estaba preparado para los esponsales y pensó que no moriría por unas horas más –ni por muchas, en realidad- . Tal brío, era más propio de un mortal o sus apasionados hermanos que de él, Dios de las tinieblas. 


_ No se trata de lo que deseas. — Dijo una vez la hubo liberado del exhaustivo acoso de su boca, más no de su férreo abrazo. — Mi hermano y tu padre, me ha otorgado tu mano. Pero no os preocupéis, si os comportaís como se debe, seré digno esposo, y tu gobernaras a mi lado. 


Había dicho, en pocas palabras todo lo necesario. Bastaba con la aprobación del progenitor para que un matrimonio se llevara a cabo y en este caso se trataba del mismo Zeus, quien poseía autoridad absoluta. Aún así, una parte del rey del Inframundo sospechaba que apaciguar a su hermana no sería tan fácil. Era temperamental, y todo el mundo conocía el profundo amor que profesaba por su descendencia.
De la penumbra un par de sirvientas ya mayores hicieron aparición y solo entonces, Hades soltó a la hija de Démeter. Por la otra desembocadura del pasillo dos guardias de aspecto fiero, completamente ataviados en sus armaduras se acercaban para cumplir su papel de escoltas, u carceleros, dependiendo del punto de vista.


_ Ellas se encargaran de ti para los preparativos. La ceremonia será en cuanto estés lista. — Se apartó, y los hombres se ubicaron uno a cada lado. la acompañarían hasta sus aposentos y de ser la futura novia lo suficientemente necia la llevarían a la fuerza. — Pensad en ello, joven perséfone, de nada os servirá resistirse. 


Dicho esto, y habiéndola dejado en manos de sus fieles siervos. El Dios se esfumó en la mismísima negrura de los muros, dispuesto a refrescar su mente.

El mito de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora