1- Primeros problemas

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Suena el despertador. Abro una de mis maletas, de color morado con el dibujo de un dragon tribal en negro, algo desgastado de tanto usarla.

Me pongo unos pantalones ajustados y una sudadera con capucha. Cojo mi mochila y bajo a desayunar.

Mi madre está a punto de salir por la puerta.

-Te he dejado el desayuno preparado. ¿Estás nerviosa por tu primer día?

-No- Respondo, huraña- Pero preferiría quedarme en casa.

-Venga, ya verás que no es tan malo. Y aquí nos quedaremos por lo menos tres meses, cielo. Intenta hacer amigos.

Resoplo, mientras cierra la puerta. Es fácil decirlo.

Tiro mi mochila al suelo y me meto en la cocina. Me tomo el café, ignorando el dolor que me causa al abrasarme la garganta. Prefiero tener todos mis esfuerzos en ignorar ese dolor, que en pensar en mi primer día en el instituto.

Mi padre no está, por su puesto, está trabajando. Mi madre sale a buscar trabajo. No lo necesita, el dinero nos sale por las orejas, pero sé que se aburre en casa, y no me extraña. Por lo menos cuando estudio en casa nos entretenemos la una con la otra.

Salgo del garaje subida en mi bonita moto. Es una Kawasaki ninja, color azul, con dragones tribal negros en los laterales (sí, me gustan mucho los dragones)

En diez minutos estoy aparcando en el instituto. Hay muchas motos tan buenas como la mía, se nota que es un instituto para niños ricos. (Antes de que digas lo que estás pensando: yo acepté la moto sólo para no tener que depender de mis ausentes padres para moverme, si no, dejaría que me llevasen, aunque no voy a negar que un poco caprichosa sí que soy)

Parece que mi moto, pese a todo, ha llamado la atención. Quizá por los dragones, quizá porque no la conocen.

Me bajo y me quito el casco, con la cabeza bien alta y con la mochila al hombro, colgada de una sola asa. Camino hacia secretaría, con muchas miradas clavadas en mí. Dejo que mi flequillo tape un poco mi cara. Por muy dura que quiera parecer, soy muy tímida, y estoy empezando a ponerme roja, y no es algo que quiera que vea esta panda de hienas.

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-Hola- Levanto la mirada de mi libro de lectura. No sé cómo puede alguien dirigirse a mí.

Desde que he llegado a este estúpido instituto no he dicho "hola", ni "adiós" ni "gracias", ni siquiera he dicho mi nombre delante de la clase como el profesor me ha dicho. Lo ha tomado como que era tímida. Pues mejor.

A la hora del almuerzo he cogido mi libro, y he ido a la mesa de la cafetería más lejana que he encontrado. Mi comportamiento dice a gritos que no quiero a nadie alrededor.

Entonces,  ¿Qué hace aquí este chico? Le miro. Es alto y musculoso, pelo negro, ojos verdes. Pinta de malote. He visto cientos como él antes. Es el rey del instituto. Recuerdo vagamente que va a mi clase de física, la única en la que nos juntamos varias clases.

Espero a que diga algo más.

-¿Por qué no hablas? ¿Se te ha comido la lengua el gato?- Se ríe, y un coro le acompaña. Sus amigotes están llegando.

-¿Habéis visto? La nueva es una empollona- Dice, mirando los libros de la mochila, que son un curso más avanzados.

Realmente no sé porqué mis padres se molestan en apuntarme al instituto cada vez que nos quedamos más de dos meses en una misma ciudad. Yo prefiero estudiar en casa. Es mucho más tranquilo, menos problemático.

Pero ellos se empeñan en que tengo que hacer vida social. Como si yo pudiera tener de eso.

Con un suspiro, vuelvo mi vista a la novela, mientras el imbécil saca todos los libros de texto y recita partes de ellos, burlándose de que soy una empollona, mientras sus amigotes le ríen las gracias. Ya les gustaría a ellos entender una décima parte de lo que está leyendo.

Me concentro en la lectura, y mientras, más gente se reúne al rededor.

-Venga, vámonos ya, si ni siquiera te está haciendo caso- Dice una chica.

"Sí, vete" Pienso. No es que me esté molestando mucho. Estoy más que acostumbrada a estas cosas, pero sé que no suelen acabar bien. No quiero meterme en líos.

Le echo un vistazo por encima de mi libro. Sé que está empezando a considerar que el que está quedando en ridículo es él, ya que la gente cada vez se ríe menos con sus estúpidos chistes, y yo no parezco asustada, que es lo que él quiere.

Casi veo como giran los engranajes en su mente, pensando en la mejor forma de fastidiarme.

Veo sus intenciones justo cuando toma la decisión.

Estira el brazo, intentando alcanzar el libro que llevo en las manos.

"Decisión equivocada"

Me levanto rápidamente, le agarro por el cuello de la camiseta, presionando su nuez con mis nudillos, mientras levanto la rodilla y aprieto con ella sus partes. Acerco mi cara a la suya.

-Mira, gilipollas, no eres el primer imbécil con el que me cruzo y, como ves, no tengo mucha paciencia, así que vete a la mierda y déjame en paz.

Le suelto, no sin antes apretarle un poco más de la cuenta su nuez y sus partes. Mientras él se dobla por la mitad, intentando recuperarse, yo cojo mis cosas, rompo el círculo de idiotas que se ha formado al rededor, y me voy.

Puede que me haya metido en líos, pero al menos ya saben que es mejor alejarse de mí.


Hasta el final del Arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora