Hacía un día precioso en aquella aldea; el sol brillaba intensamente, bañando con sus rayos dorados a los pobladores y a sus cultivos, los pájaros cantaban melodías mágicas que presagiaba una buena cosecha ese año, las mariposas revoloteaban sobre las coloridas flores y las personas sonreían influenciadas por el cálido ambiente.
MinSeok se levantó muy temprano para ayudar a su madre con el trabajo de jardín; cortando y regando las flores y cultivos que vendían en el mercado, o que a veces, usaban para su propio consumo. Sus flores favoritas siempre serían las margaritas, con un aspecto sencillo pero que no hacía que perdieran la hermosura y alegría que desprendían sus blancos pétalos con solo mirarlas. Llevó una de estas a su nariz y aspiró el dulce aroma que emanaba, colándose por sus fosas nasales, levantando su ánimo y acrecentando su felicidad como si de una medicina reparadora se tratase.
Colocó las flores que cortó en una cesta de paja, con sumo cuidado y delicadeza, y se levantó del césped. Caminó por el jardín y se adentró en la pequeña cabaña de madera que compartía con su madre, revoloteando su capa roja con su andar y tarareando una dulce armonía que surgió en su cabeza al despertar. Dejó la cesta en el mesón de madera de la cocina y puso las margaritas y lavandas en un florero con agua que posteriormente colocó en el comedor.
Después de acomodarlas un poco se dirigió a su habitación, tomó un libro de la repisa y se sentó en la vieja mecedora solo para devorar las páginas de este. A MinSeok le encantaban las historias, sobre todo si estas trataban de amor; princesas en apuros, castillos encantados, dragones malvados y príncipes encantadores. Por esa razón, se levantaba apenas el alba se asomaba para poder disfrutar de un poco de lectura antes de realizar sus deberes del día.
No es que quisiera hacerlo a escondidas, pero su madre, la Señora Kim, tenía un temperamento bastante difícil de manejar. Su progenitora le aplicaba mano dura desde que era tan solo un pequeño niño y aunque MinSeok tratara de convencerse de que esa era su forma de expresar cuánto lo quería, siempre ocurría algo que le golpeaba tan fuertemente y le ponía de vuelta a la realidad, una en la que la mujer que le dio la vida lo despreciaba absolutamente.
Siguió leyendo su libro sin percatarse de la presencia de alguien que lo observaba en el umbral de la puerta. Una tierna y dulce risita se escapó de sus labios cuando al fin llegó a su parte favorita; el príncipe y la princesa se confesaban su amor, después de todas las batallas y obstáculos que tuvieron que superar juntos, lo lograron. Estaban a punto de darse el tan esperado beso cuando el libro fue arrancado de sus manos con brusquedad, MinSeok levantó la mirada con desconcierto, listo para reprocharle a la persona que había interrumpido su lectura, pero se congeló al encontrarse con la fría mirada de su madre. Oscura y sombría.
—¿No deberías estar haciendo tus deberes? —Preguntó la mujer con la voz dura, estaba molesta, se notaba a leguas.
—M-madre... —Tartamudeó con el miedo creciendo en su pecho. —Ya hice el trabajo de jardín, c-como pediste anoche. —Su voz temblando con cada palabra pronunciada. —Pero terminé temprano, a-así que pensé que podría leer un rato antes de continuar con mis deberes.
—¡Otra vez con las mismas excusas, MinSeok! —Gritó enfurecida, jalando a su hijo por los hombros. —¿Qué te he dicho sobre lo que les pasaba a los holgazanes?
—Q-que... viven en las c-calles como los vagabundos que son. —Repitió la frase antes dicha por su madre en los muchos regaños hacia su persona, con un nudo creciendo en su garganta.
—Exacto, MinSeok. —La mujer asintió, pero la expresión de enfado seguía presente en su avejentado rostro —No necesito a un holgazán viviendo bajo mi techo. Suficiente mal ha caído en esta casa con el nacimiento de una abominación como tú. —Escupió con crueldad, sin importarle que esas palabras herían los sentimientos de su único hijo. —Por eso tu padre decidió abandonarnos, porque no quería tener a un inútil y afeminado por hijo.
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Red Boy «ChenMin» [EDITADA]
RomanceLa madre de MinSeok le advirtió de los peligros que podía encontrarse en el viejo y denso bosque. Toda su vida escuchó los macabros relatos sobre las criaturas que allí habitaban. Estás eran grandes, peludas y sus dientes desgarraban la carne sin pi...