Capítulo 7: "El juego del Rey"

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Fui adentrándome poco a poco en el jardín, en cuyo centro se alzaba un gran rosal de rosas blancas y que, sin embargo, tres jardineros se esmeraban en pintarlas todas de un color rojo carmesí. Mientras me acercaba, pude escuchar parte de la conversación que mantenían entre ellos.


-¡Cinco, ten más cuidado! Me has manchado de pintura.-dijo uno de ellos.


-¡Perdona! Siete es quien me ha empujado, no ha sido adrede.-dijo otro.


-¡Sí, claro! ¡Encima échame a mí la culpa!-respondió el tercero.


-¿Por qué no cierras la boca?-soltó Cinco-Ayer escuché que el Rey quería cortarte la cabeza.


-¿Y eso por qué?-preguntó escandalizado el que había hablado primero.


-Eso no te incumbe, Dos.-respondió Siete.


-No seas así, Siete. Claro que le incumbe.-dijo tranquilo Cinco.-Fue por irte con el Duque, ya sabes. El Rey se enfadó al enterarse de que su amante le dejase por otro.


En ese momento Siete dejó de pintar y se fijó en mí, que los observaba atentamente, y se calló de las escaleras. Los otros lo ayudaron a ponerse de pie y me miraron, haciendo una reverencia.


Aquellos jóvenes, unos años mayores que yo, eran como copias unos de otros, piel pálida, cabello moreno y ojos azabache, todos vestidos con pantalones negros y camisetas blancas con el dibujo de un trébol negro y su número en el interior de color blanco.


-¿Podéis decirme por qué estáis pintando esas rosas?


-Sí, verás, es que plantamos rosas blancas por error y esto es lo más rápido que se nos ha ocurrido. Si el Rey lo descubre nos castigará, así que lo estamos haciendo antes de que llegue...


En ese momento, los tres jóvenes se arrodillaron y contemplé como el Rey hacía acto de presencia en el jardín. Primero aparecieron diez soldados empuñando lanzas con forma de tréboles, presentando el mismo aspecto que los jardineros, seguidos de diez cortesanos vestidos de blanco y rojo con dibujos de diamantes. A continuación, les seguían diez infantes también vestidos de blanco y rojo pero con dibujos de corazones. Después siguieron los invitados, reyes y reinas y entre ellos pude reconocer al Conejo Blanco. Hablaba tan nerviosamente que no fue capaz de verme.


Tras ellos, el Valet de corazones llevaba la corona del Rey sobre un cojín de terciopelo carmesí. Y al final, apareció el Rey de Corazones.


Todos se arrodillaron en una reverencia, pero yo decidí quedarme tal y como estaba. Todos pasaron por delante de mí y, cuando llegó el Rey a mi altura, se detuvo y me miró sorprendido.


-¿Quién eres?-me preguntó, pero yo me quedé observándolo sin saber qué decir.- ¿Cuál es tu nombre, muchacho?


-Allen...majestad.


El Rey era bastante joven, como el Duque, pero él era pelirrojo, de piel bastante pálida y ojos azul oscuro cual zafiro. Toda una belleza, vestido muy elegantemente y con un porte sumamente regio. Su expresión era bastante dulce y seductora.

País de las Maravillas (yaoi hard)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora