|Primera parte|

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2014
Cada día se me hace más duro respirar. El sencillo acto de tomar aire, mantenerlo y luego expulsarlo cada vez me resulta más tedioso.
No hay explicación alguna. Simplemente está espeso, muy espeso, y su horrible sabor siempre permanece en mi boca.
Cierro los ojos con fuerza y aspiro rápidamente, mientras me abrazo a mí misma. Horrible.
-Andrea, ¿estás bien? -oigo que alguien dice a mis espaldas.
-Sí. -doy media vuelta y miro a la persona que ahí se encuentra- Solo necesito ir al baño. 
Le muestro una falsa sonrisa y me voy de allí.
Las personas ya no tienen cara.
Ya no tienen rostro. Ya no las identifico.
Aligero el paso cada vez más, hasta correr. Mantengo la mirada gacha y hacia mis pies, evitando mirar a alguien a la cara.
Evito a cualquiera que pueda entrometerse entre mis pasos, y con suma dificultad encuentro el baño. Entro y, lentamente, dirijo una suave y tenue mirada al espejo.
-Andrea...-susurro, y montones de lágrimas inundan mi rostro. Sonrió y poso mis manos sobre el resquebrajado cristal. -¿Estás aquí pequeña? ¿Estás aquí, hermanita?
Mi reflejo poco a poco va cambiando de forma. Todo se distorsiona, cualquier cosa que pueda reflejar el espejo aparte de a mí desaparece y solo puedo ver mi propio cuerpo. Unos profundos ojos completamente negros me miran, y entonces sé que ya está aquí.
-¡Volviste!
Su boca se abre. Sus rajados labios  desaparecen para dejar paso a una inmensidad negra que llega desde su nariz hasta la barbilla, y ladeando ambas mejillas. La mitad de su cara se deforma y pequeñas gotas de sangre parecen golpearme.
-Déjame ir, Elisabeth.
Mi rostro cambia por completo. Abro mucho los ojos y niego con la cabeza.
-¿Cómo quieres que haga eso? ¿Estás loca? Tenemos que seguir juntas. Si seguimos juntas podremos con todo esto, te lo pro...-
-Déjame morir.
Agito la cabeza. Vuelvo a mirarla, y acaricio su, para mi, precioso y único rostro. Se contrae y desaparece durante unos instantes.
-Quiero abrazarte. ¿Puedo romper esto?- digo, dando un par de golpecitos en el cristal con los dedos. -Si lo rompo, ¿estaré ahí contigo? Ahí adentro.
-Él me hizo demasiado daño.
Uy. Eso dolió muy adentro.
Siempre que nos vemos ella habla a base de frases cortas. Muchas veces tienen un gran significado, otras apenas puedo escuchar lo que dice.
Lo importante para mí es volverle a ver, sentir que sigue estando aquí.
Nosotras nacimos idénticas, en cambio, siempre fuimos muy diferentes.
Me costó un año dejar crecer mi cabello hasta tenerlo como ella, y me he dejado mucho dinero en lentillas para poder quitarme las gafas.
Sus gustos los conozco a la perfección. Conozco todas y cada una de sus aficiones, y las he adquirido. He vuelto mío todo lo que a ella le pertenecía.
¿Por qué?
Porque así sigue estando aquí.
Al principio, cuando me empecé a ver exactamente como ella, me causaba mucha calma. Dentro del espejo podía ver que ella seguía aquí. Cambié de entorno, y, como si de un instinto se tratase, me presenté con su nombre ante el mundo. Poco a poco amoldé su existencia a mi propio cuerpo. Cada vez que alguien se dirigía a mi, cada vez que me vestía, cuando me arreglaba, notaba que su presencia seguía conmigo.
Luego, empecé a verla de verdad en el espejo. Hablaba por su cuenta, se movía por su cuenta, pero siempre detrás del cristal. Lo único diferente era su ahora deformado rostro, pero me daba igual, y me sigue dando igual. Ella siempre será hermosa ante mi.
-Sí tan sólo...- las lagrimas se apoderan de mis ojos y un nudo se atora en mi garganta- Sí tan sólo me hubieras dejado ayudarte... No tendría que recurrir a esto.
Comienzo a golpear el cristal.
-¡Lo odio! ¡Lo odio, lo odio, lo odio! ¿¡Por qué te eligió a ti!? ¿¡Por qué pagaba todo su odio hacia mamá contigo!? ¿¡Era por tu parecido a ella!? ¿¡Era porque te llamabas igual que ella!? ¡Por favor, dime algo, explícame!
Mis golpes cada vez se vuelven más fuertes, hasta que unas pequeñas rajas aparecen en él.
El nudo en mi garganta cada vez se hace más fuerte, y vuelve a costarme respirar. El espeso aire quiere entrar en mi pero su hedor a sangre me hace querer vomitar.
-¿¡POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ!? ¡Te odio, papá! ¿¡Por qué le hiciste todo eso a ella y no a mi!? ¡Yo debería haber pagado también, haber pagado por todo lo que le decías tu que debía!
Doy un fuerte suspiro y, con los puños aún apoyados en el espejo, me dejo caer lentamente hacia abajo. Llego al suelo hasta terminar de rodillas, y apoyo la cabeza encima de ellas.
-Sí tan sólo me hubieras dejado ayudarte, no tendrías que haber recurrido a eso, Andrea. Yo te habría ayudado a salir de todo aquello. Sino hubieras hecho eso, le habría hecho parar de hacerte daño. Nunca hubiera vuelto a ponerte una mano encima. Pero elegiste morir, y ahora esa elección me está matando a mi también. Pero no te culpo. En todo esto solo ha habido un único culpable.
Levanto la cabeza y vuelvo a mirar hacia el espejo. Ella ya no está ahí. En cambio, yo sigo hablando.
-No pienso dejarte ir. Lo siento.
Con un impulso consigo levantarme del suelo, y con algo menos de angustia, consigo salir del baño.
Ahora toca seguir sonriendo ante los demás.

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⏰ Última actualización: Aug 01, 2017 ⏰

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