Dulce ambrosía

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  —————— ⊰ Hades ⊱ ——————  

Inmisericorde tensión, Silencio, y prolongados segundos de vacilación, eran los ingredientes de aquella escena, acogida entre la penumbra y el crepitante fuego.

Los labios se abrieron forzosos por fin, y la aprobación fue perceptible en el rostro del Dios. Su obediencia equivalía a una entrega, y aunque tal circunstancia no afectara el desenlace de aquel encuentro, la imagen de la joven otorgándole cierta sumisión le ocasionaba una profunda satisfacción.
La mano masculina ejerció mayor presión sobre la copa, empujándola hacia adelante en un ademán de pura imposición. Una generosa cantidad del elixir de los dioses era derramado en la boca de la joven, hasta que una menor cantidad se desbordó en delgados hilillos a través de los labios en señal de que había sido suficiente.

Los blanquecinos ojos brillaron en la oscuridad bajo los destellos del fuego mientras seguían atentamente el rumbo de aquellas rebeldes gotas que se habían desviado de su destino. Pequeñas manchas de humedad transparentaban ahora la fina tela del vestido, pero poca trascendencia tenía. Sin duda aquella sería la única ocasión en que tal prenda adornaría el cuerpo de la joven novia.

¿Por qué yo? –Inquiría desconcertada la voz femenina. Hades bebía el último trago de dulce ambrosia sin ofrecer consuelo a sus dudas. ¿Era siquiera capaz de esbozar una respuesta fundada? No había necesidad, los dioses no se excusaban ante sus acciones. Pero ni él mismo, el más moderado de entre sus hermanos, se había detenido a pensar con profundidad sobre sus razones.

Se halló incapaz de determinarlas. Capricho o no, las contemplaciones habían sido inexistentes desde el instante en que posó sus ojos sobre ella. Tanta belleza y vida, lo obnubilaron hasta lo más profundo, y ahora estaba dispuesto por primera vez en muchos siglos a hacer todo lo necesario para conseguir lo que quería.  

"Ya ha obtenido lo que quería de mí"

Si fuera un Dios menos sobrio y más dispuesto al sentido del humor. Se habría reído de tal aseveración desbordante de inocencia, en cambio lo que hizo fue tomar una de sus muñecas y acercarla más a sí.

_ ¿Acaso crees que esto es suficiente? – Inquirió con crudeza mientras arrojaba la copa vacía lejos. El metal causó un estridente ruido al golpear contra las rocas del suelo. – Mi pequeña esposa. No estaré satisfecho hasta saber que has sido atada a mí, para siempre.
Las últimas palabras fueron un susurro, que murió en los húmedos labios de Perséfone.

Volvía a asediarla con la boca, en un beso que sabía a pura miel inmortal pero que a diferencia del primero, duró mucho menos. Hades lamió sus comisuras, recogiendo la ambrosía perdida, y persiguió el camino que estas habían recorrido cuesta abajo, sintiendo como su vieja sangre de Dios se agitaba ante las pecaminosas sensaciones de esa piel pura bajo la lengua.

Buscando una posición más cómoda se sentó sobre las mantas, atrayendo aún más a la joven hasta dejarla prácticamente encima suyo. No era tarea difícil, su cuerpo pequeño y delgado aunque ofreciera gran resistencia poco podía hacer contra las dimensiones del rey del Inframundo.

Determinadas manos viajaron hasta los botones que habitaban en la espalda del vestido, para desprenderlos uno a uno mientras su dueño continuaba alabando el cuello y las clavículas femeninas con caricias de su boca, las cuales a medida que pasaban los momentos y Eros hacía su enérgica aparición, se volvían más vehementes y agresivas.

¿Cuánto tiempo llevaba deseando aquello? En comparación a la eternidad, no demasiado. Pero el ímpetu que lo dominaba parecía decir lo contrario.
Una vez más, en poco tiempo se hallaba atrapado, enajenado por aquel rostro desamparado, por la pálida piel y su dulce sabor. Poco importaba el llanto, el miedo latente o la inconcebible juventud. Aquella niña despertaba su lujuria con una facilidad pasmosa, y ahora que por fin habían dado sus votos, el Dios ya no tenía razón alguna para detenerse.  

El mito de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora