Leyes

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Así como no vas a formar juicio de un palacio porque viste los sótanos, piensa que nunca jamás este mundo podría servir de comparación para las excelencias que la inagotable Mente Universal realiza en el cosmos sin límite.

Generalización - Amado Nervo


¿Alguna vez has escuchado sobre la primera ley de la alquimia o la tercera ley de Newton?

Bueno, yo sí. Las escuche por años de mi padre, con una sonrisa en los labios me explicaba cada ley de física, química, matemáticas, astronomía y otras tantas. Tan variadas cada una, distintas en su forma de surgir y de explicar determinados sucesos, era tanto mi asombro que apenas registraba lo que sucedía a nuestro alrededor. Sin embargo, mi padre tenía cierto favoritismo por la mecánica y las estrellas. Podía pasar la noche entera escuchándolo narrar cual juglar cada historia detrás de cada ley.

Pero, debí haber puesto más atención en aquel par de leyes. Esas que se vuelven reales cada segundo de vida, no importa lo que se dañe siempre y cuando el pago se efectué.

Esta vez, el pago, fui yo.

2

Las calles ocultan, la oscuridad cubre, el sonido es mínimo. Ha dejado de forcejear, de gritar por libertad que no será concedida. Su padre le enseñó a no odiar a las personas, a perdonar y ofrecer una segunda oportunidad, pero, en esos instantes, odiaba con fuerzas, las ganas de golpear eran abrumadoras. Llorar ya le daba igual. Seguía sin creerlo, no lo consentía, su cerebro no procesaba los hechos pasados. Las lágrimas se deslizaban en suaves caricias por sus mejillas.

Nunca tuvo cabida la posibilidad de, que, la muerte de su padre, cambiara tanto a su madre y a su familia. Sus tíos le ignoraban, sus primos se reían de él, su madre dejó de mirarle con amor. No sabía lo que ocultaba su padre tras sonrisas e historias. Él era sólo un niño y como tal, peco de incrédulo.

Su propia familia le dio a cambio de saldar la deuda, le cambiaron como un mero objeto, un trueque. Una vida a cambio de una deuda. Lo peor, fue haber peleado y golpeado a los hombres que le retenían, mientras en la sala su madre firmaba papeles sin ofrecer una mirada o sonrisa, las palabras eran, ya imposibles de recibir. Lo sacaron cual rata de su hogar, de los recuerdos de su padre, de sus pertenencias y su preciado tesoro.

Al llegar, conoció el dolor físico, la sed insaciable, el hambre corrosiva y la humedad aplastante.

Dejó de rezar, ni ángeles ni demonios vendrían a su rescate. El acatar órdenes no era su estilo, nunca lo fue, la autoridad era un problema que siempre tuvo, pues como tal, sólo reconocía a su padre. Ahora se preguntaba, si a la muerte le gustaba su espectáculo, porque no comprendía porque no moría ya. La oscuridad y el descanso eterno le atraían, una idea demasiada seductora como la droga misma. El tiempo ha pasado, pero apenas lo siente como segundos, la oscuridad se volvió su mundo, sabía que este transcurría porque su cuerpo cambiaba. Le tenían cual preso en una cárcel privada, se sentía menos que un animal.

Lo único que se permitía soñar o pensar eran las innumerables historias de su padre, recordar sus momentos juntos y, cuando sentía volverse una completa marioneta, se repetía cual mantra su legado.

Soy hijo de Darai Aomine, un hombre de ciencia y fantasía, amo los cachorros y los mininos, el chocolate y las rosas, el azul y negro me gustan, amo las estrellas. Me llamo Daiki Aomine, tengo diecinueve años. Soy hijo de Darai Aomine, un hombre de ciencia y fantasía, amo los cachorros...

Su rezó fue su ancla, un barco que necesitaba surcar los vientos, ansioso por recorrer las tierras y probar las aguas. Era un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Se pregunta cuánto realmente ha pasado, si aún tiene amigos afuera esperándolo, si podrá conocer el amor, la pasión carnal... se pregunta:

Tercera ley de NewtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora