6: Ya no volverá

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-Mami, mami, ya tengo mi carta para santa- le conté muy emocionado a mi madre.



-¿A sí?, eso es genial- contestó mientras se ponía lápiz labial de un color rojo intenso cuidadosamente frente a un gran espejo. Vistiendo un vestido formal del mismo color y accesorios dorados. Su largo cabello negro ondulado lucía cuidadosamente peinado. Ella era una mujer bastante joven y hermosa.



-Sip- ella me miraba de una forma dulce y amable con un gran cariño mientras que con sus delgadas manos y con suaves caricias jugueteaba con mi cabello.



-Te quiero- alejó su mano para terminar de arreglarse. Ella era la persona mas importante para mi, siempre me cuidaba, era la mejor.



-Yo también mamá- Con una gran sonrisa salí de la habitación, corriendo por un gran pasillo con el sobre de papel en la mano. Hasta que algo se interpuso en el camino, haciéndome caer de espalda por el impacto.



-No corras por la casa- dijo el hombre restándole importancia a que estuviera en el suelo.



-Si papá- respondo mientras me levantaba.



-¿Qué llevas ahí?- preguntó viéndome detenidamente.



-N-no es nada- notablemente mentí, mi voz estaba llena de nerviosismo.



-Dámelo- no lo dejaría tan fácil. Entonces entregue el sobre a mi padre. Un hombre alto, de edad cercana a los cuarenta, el tiempo no había sido amable con el, su rostro estaba lleno de arrugas y tenia poco cabello que peinaba meticulosamente para cubrir su frente, vistiendo un traje negro con una corbata roja. -¿Para santa?- leyó lo que tenía escrito en la parte superior.



-Es una...- fui interrumpido por un sórdido sonido característico del papel al romperse.



-Es una estupidez... - declaró sin mas mientras me daba la espalda dejando caer los pedazos de papel al suelo -Rose - llamó a una de las sirvientas -Limpia eso, ya nos vamos a la reunión.-



Solo mire los restos que fueron levantados por la mujer, de una edad próxima a los cincuenta tomar los papeles y guardarlos en su mandil. No quería saber nada mas, me encerré en mi cuarto. Mis ojos se humedecían hasta el punto de romper en llanto. Era así todas las navidades.



Pasaban las horas, lentamente la casa se quedó sola. Exceptuandome a mi, que quedé dormido en la habitación al final del pasillo.



A la mañana siguiente, Rose había regresado. Al verme despierto fue hacia mi algo nerviosa. -¿Y mis padres?- no los vi ni en su habitación, ni en el comedor, ni en ningún lugar.



-Verá... Están en un viaje de negocios, regresarán en unos días. Eso no era nuevo, de hecho era usual.



Los días pasaron, pronto se volvieron semanas hasta que un día mientras desayunaba escuche la puerta abrirse. Estaba emocionado por ver a mi madre, corrí hasta el recibidor. -Joven...- Rose me había cuidado, ahora me llamaba pero no le presté atención. Solo quería que mi madre me abrazara.

Todo es tu culpa (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora